viernes, 27 de enero de 2023

¿A qué jugamos?

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Tamara Velasco

Cabalgata de Reyes  Foto: Pablo de la Peña
 27-01-2023

Hace ya unos días que los cristianos celebramos uno de nuestros ciclos litúrgicos más importantes, con la llegada de Cristo al mundo en Navidad, la Epifanía (con nuestra, o no tan nuestra, popular Cabalgata de Reyes) y la posterior conmemoración del Bautismo del Señor. Esa es nuestra realidad, pero lo cierto es que los periódicos han sido copados por otras noticias que ensombrecen estas celebraciones y en nada se asemejan a lo que verdaderamente festejamos.

Hemos leído titulares tan sorprendentes como: «El Rey Baltasar en Mallorca se niega a entrar en la iglesia por ser musulmán», «El Gaspar “buenorro” navarro vuelve a arrasar en la Cabalgata de Madrid», «Dimite una “maga” en Valencia opuesta a otra por la ley trans», «Los Reyes Magos llegan borrachos a Portocolom», entre otros muchos. Pueden buscar las referencias que, por muy inverosímiles que parezcan, están todas en la red. A los cristianos, estas noticias, nos hacen un flaco favor. El amarillismo más sensacionalista está apoderándose de algo muy nuestro. No nos quedemos en la superficie de los titulares, que son solo unos ejemplos de lo publicado en periódicos digitales de provincias sobre un tema específico, pero que se puede extrapolar a muchas otras de nuestras celebraciones.

Señores responsables de estos actos multitudinarios, lo que se pudo ver el día 5 de enero por las calles de la ciudad, era un desfile de muchas cosas. De Cabalgata de Reyes tenía más bien poco. La gente estaba confusa y cuando llegaron los protagonistas en cuestión, la reacción mayoritaria era «que no, que esa carroza no puede ser, que vendrán después», quedándose algo sorprendidos con lo visto. No se ofendan los organizadores, pero quizá para la próxima vez estaría bien asesorarse un poco más sobre las costumbres religiosas y lo que ese acto simboliza, que le pese a quien le pese, se conmemora un acontecimiento religioso.

Como cristianos deberíamos defender lo nuestro. Los poderes religiosos, políticos, económicos y culturales deberían proteger nuestras tradiciones de la misma manera que se protegen las demás creencias y colectivos. El respeto que la sociedad muestra por una marcha en favor de la reforestación de los bosques calcinados el pasado verano, o qué sé yo, en favor de la paz mundial, por poner dos ejemplos cualesquiera, debe ser el mismo que los cristianos merecemos con todo lo que engloba nuestra religión. Este contraste se viene observando desde hace muchos años, pero con la pandemia tuvimos que tolerar aún más las desigualdades, como sucedió, por ejemplo, con los aforos en las iglesias.

Al hilo de todo esto, el papa Francisco publicó un pequeño escrito en el que insta a los creyentes a defender la religiosidad popular. Copio sus palabras, porque es claro en el asunto: «Que la riqueza y la memoria de vuestra historia no se conviertan nunca en motivo de repliegue sobre vosotros mismos, de celebración nostálgica del pasado, de cerrazón ante el presente o de pesimismo ante el futuro, sino que sean un fuerte estímulo para reinvertir hoy vuestro patrimonio espiritual, humano, económico, artístico, histórico e incluso folclórico, abiertos a los signos de los tiempos y a las sorpresas de Dios».

No nos acobardemos, proclamemos nuestra fe, en los espacios privados y en los públicos. No permitamos que nuestras celebraciones se difuminen con adornos banales vacíos de sentido por el mero hecho de ser más populares y multitudinarios. Si en una celebración musulmana o judía, ocurriese algo parecido, muchos progres ofendiditos saldrían a las calles a denunciar tremendo sacrilegio hacia la religión en cuestión. ¿Por qué los cristianos tenemos que permitirlo? Reflexionemos en el asunto que no es baladí.

1 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo....a veces se nos va de las manos y tomamos nuestros días de celebración cristiana como si fuera una fiesta donde todo vale....para recapacitar gracias Tamara!!

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