lunes, 23 de marzo de 2015

¿Imágenes en el pregón?

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Tomás González Blázquez

Cristo de la Agonía Redentora, en el pregón de Javier Blázquez en 2012 | Fotografía: Pablo de la Peña

23 de marzo de 2015

Cuando el 12 de abril de 2011 se abrió el telón del teatro Liceo, primigenio y acertadamente recuperado escenario del pregón de Semana Santa, no sólo pudimos ver el atril desde el que Paco Blanco pronunciaría un excelente anuncio de la Pasión, "Volver a la verdad", sino también una de las imágenes más señeras de cuantas saldrían a las calles de Salamanca pocos días después, el Nazareno de San Julián. El impacto lo recordamos aún quienes poblábamos los asientos del teatro, cautivados al contemplar una hermosa talla procesional allí donde no la esperábamos. En años sucesivos, el Cristo de la Agonía Redentora, la Virgen de la Esperanza y la Dolorosa de la Vera Cruz hicieron salida extraordinaria en el martes de la quinta semana de Cuaresma, Martes de Pregón en Salamanca. Otra imagen aún desconocida hará lo propio con motivo del pregón de este año, y los técnicos del teatro volverán a presentarla de un modo bello, conmovedor, elegante, respetuoso, y los espectadores volverán a emocionarse, aunque ya esperen ver a un Cristo o una Virgen, y especulen sobre su identidad.

No es el salmantino el único pregón que busca en las imágenes un complemento a la palabra, que ese día ha de ser la protagonista. Sin ir muy lejos, el pregón de Valladolid lleva a la Catedral cada año un paso o montaje basado en los grupos escultóricos de la ciudad. Cuando el de Salamanca se convocaba en la Clerecía, se acomodaban para el mismo las imágenes de Jesús Flagelado y la Virgen de la Sabiduría. Es posible que haya muchos más ejemplos. En iglesias y en teatros, tanto da, pues en unos y otros se trata de acentuar la espectacularidad de la escenografía, como queriendo llevar lo pregonado al pregón, cuando es el pregón el que ha de llevarnos a lo pregonado, primero por la imaginación desencadenada al escuchar, y luego por la decisión tomada tras imaginar y emocionarnos con la palabra.

Al escuchar a Javier Blázquez su proemio en 2012, me sentí invitado a encaminarme hacia el crucero norte de la Catedral Nueva para meditar ante el Crucificado, pero ya estaba en el Liceo. Al leer la profunda y sentida oración de Luis Felipe Delgado de Castro en 2014, supe que esa bendición de la Madre Dolorosa la habría implorado ya en la intimidad de su capilla, pero esa noche estaba en el Liceo. ¿Llevar la iglesia al teatro? Más bien, llevar al oyente a las iglesias y a su prolongación en las calles, porque la Semana Santa no puede recluirse en los templos y requiere ponerse en camino. Los últimos pregoneros lo han conseguido con brillantez. Más hubieran necesitado la apoyatura de imágenes, atrezos y efectos visuales otros pregones no lejanos en el tiempo.

Un apunte final. El factor sorpresa que tanto se estila en nuestra Semana Santa llega también a este asunto. No es razón de peso querer dotar de novedad e impacto al instante inicial del pregón para que los miembros de una cofradía no sepan que una de sus imágenes, o cuál de ellas en concreto, acaba de hacer una salida extraordinaria pocos días antes de la ordinaria anual.


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