jueves, 19 de marzo de 2015

Niños y Semana Santa

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Pedro Martín

Niños de la Cofradía de la Vera Cruz el Domingo de Resurrección | Fotografía: Pablo de la Peña

19 de marzo de 2015

Que los niños son una parte importante de la Semana Santa es algo obvio. Es más, diría que su presencia es deseable y necesaria, no sólo para el futuro de la misma, sino también para el presente de nuestras cofradías, pues en ellas viven su fe y su devoción, crecen como cristianos y como cofrades, aprenden de los mayores y nos enseñan con su inocente mirada de niños aquellos aspectos que los adultos no somos ya capaces de ver, bien por las costumbres adquiridas o bien por nuestra propia ceguera. Decía Jesús: "Dejad que los niños se acerquen a mí". Y qué mejor que se acerquen a Jesús en los misterios de su muerte y resurrección.

Muchos niños no tienen más contacto con la Iglesia desde su primera comunión (y por desgracia en muchas ocasiones la última) que su cofradía. Qué gran reto evangelizador para nosotros y para la Iglesia diocesana de Salamanca que nos acoge.

Ahora bien: qué hacemos con nuestros niños, cuál es su sitio en la Semana Santa y, más concretamente, cuál es su sitio en nuestras procesiones. Tengo la impresión de que queremos hacer en muchas ocasiones una procesión infantil dentro de la procesión y para mí no es lo más correcto.

El sitio de nuestros niños en las procesiones no es imitar las conductas de los mayores a escala. No deben entender que es un juego adaptado a su tamaño y posibilidades; deben comprender la importancia de formar parte de un cortejo procesional con sus elementos diferenciados, cada uno los suyos, pero que mantiene unos elementos comunes a todas y que tienen su sentido: desde la cruz de guía que abre nuestros desfiles, pasando por la bandera o estandarte y terminando por nuestras imágenes, culmen y centro de lo que queremos poner en la calle. Jesús y María se procesionan en pública profesión de fe y mientras unos hermanos los llevan portados a hombros, otros los acompañan con la luz o con cruces, formando filas. Eso y no otra cosa es la procesión. Puede o no haber otra serie de insignias y elementos que la complementen, pero nada más.

Entonces me pregunto: ¿dónde clasificamos dentro de estos elementos los "pasos de niños"? En mi opinión, no tienen ningún sentido. Ni por las "imágenes que portan", que no son tales; ni por la pertinencia de los elementos que muestran, claramente redundantes y prescindibles; ni por lo que es más importante, el sentido penitencial de la carga de un paso, que es absolutamente contrario a la propia esencia de un niño. ¿Debe un niño hacer penitencia? Mi respuesta es rotunda: no.

Un niño debe participar con seriedad en el desfile, pero no haciendo penitencia; con alegría, viviendo la procesión desde dentro y dando pequeños pasos, desde su simple presencia a ir portando alguna insignia, pasando al cuerpo de acólitos, si este existe, para terminar en las filas de hermanos como adulto y, si se desea con la mayoría de edad, portando sus imágenes. Estamos potenciando "exclusivamente" que nuestros niños el día de mañana sean hermanos de paso o nada, y esto es un grave error. Insisto: tan importante es para la procesión el que porta una imagen como el que alumbra con su cirio o lleva su cruz. Y esto es lo que está ocurriendo con nuestras procesiones: cada vez menos hermanos de fila, también entre los más pequeños, porque ellos, también sacan su paso; y cuando no lo saquen, pues como los mayores, se quedarán en la acera con su medalla en vez de engrosar las filas de hermanos.

Esta debe de ser la evolución lógica y no confundirlos con otras funciones propias de adultos, que vacíen nuestros cortejos para hacer "penitencia a destiempo".


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