jueves, 12 de marzo de 2015

Las publicaciones que estamos perdiendo

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Abraham Coco

Los papeles se acumulan estos días en la mesa de Eva Cañas, directora de la revista Christus

12 de marzo de 2015

Apáticos, dejamos que un periódico centenario se nos escurriera de las manos y cuando quisimos darnos cuenta, sus últimas páginas se habían ido por el sumidero. El cierre de El Adelanto suponía sin duda un atraso. Uno más de los tantos que la crisis económica –y lo que con ella, de paso, nos intentan rebañar y lo consiguen– nos dejará. Esta escena nos permite enmarcar otras mermas que los cofrades venimos sufriendo sin esquelas y que supone también una notable pérdida en la vida anual de nuestras hermandades: la progresiva desaparición, con aparente indiferencia, de no pocos boletines y revistas.

El editorial de 2007 de Pasión en Salamanca se felicitaba por su auge. En aquella fecha, cuando todavía no habían quebrado las cajas de ahorros y con ellas su obra social, casi la mitad de las cofradías contaban con una publicación anual que servía de cauce de comunicación y perpetuaba la memoria de lo que vivían como colectivo. De su relevancia y función da buena cuenta Fernando Benito Martín en el extraordinario repaso que efectuó en el libro Arte y cultura en la Semana Santa salmantina.

Casi una década después, el escenario se ha invertido. No sólo no ha aumentado la lista, sino que la mayoría no ha logrado consolidarse y ha desaparecido. Tampoco se han recuperado otras que llegaron a tener una periodicidad trimestral. En estos momentos, sólo tres hermandades siguen adelante con sus revistas. Se trata de Cruz de Guía, Lignum Crucis y Soledad. Sí ha mostrado su intención Jesús Despojado con Décima estación, aunque el propósito no ha llegado a materializarse en una publicación periódica e impresa. Por el camino, asimismo, se han quedado publicaciones editadas desde el asociacionismo cultural como Senatus y, sobre todo, Rincón Cofrade.

Es indudable que el ocaso de Caja Duero guarda relación con esta cuestión, pero no sólo. En la propia Tertulia asumimos, en un ejercicio de autocrítica, que también nosotros hemos reducido el alto nivel editor realizado tiempo atrás que nos llevó a conformar una librería con una docena de títulos. Sin duda la escasez de financiación está provocando que, los pocos que sobrevivimos, lo hagamos con malabarismos y sólo gracias a la generosidad de un puñado de empresas que se mantienen como anunciantes bien sea por amistad, porque creen en el proyecto o por ambos supuestos a la vez.

No se puede obviar, igualmente, que la expansión de internet y el auge de las redes sociales posibilita valiosísimas formas de comunicación en la Semana Santa cuyo potencial está sabiendo utilizar un buen número de hermandades salmantinas. Pero debemos entenderlo como complementario, en ningún caso como sustitutivo.

Uno es periodista y se junta con periodistas que tienen la mala costumbre de hablar de periodismo. Nos lamemos las heridas entre gimoteos y exabruptos contra el que manda y ejercemos de gurús sobre el fin de la prensa escrita en sus diferentes modalidades, una muerte en la que no creo. O al menos me resisto a creer. Uno además es cofrade y el rito es más o menos el mismo, aunque con capirote. Por eso me preocupa que al igual que, con indolencia, dejamos que apuntillaran al diario decano de la capital y casi ni lo lamentamos, así también estemos dejando perder nuestros boletines, que son una exquisita e ilusionante manera de llamar a nuestra puerta (al menos) cada cuaresma.


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