jueves, 16 de abril de 2015

Cofrades y cofradías en la Asamblea Diocesana

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Tomás González Blázquez

Tres cofrades portan la cruz de la Asamblea Diocesana en la procesión del Vía Crucis | Fotografía: Pablo de la Peña

16 de abril de 2015

El pasado 21 de febrero arrancaba con una celebración en la iglesia de la Purísima el tiempo largo de la Asamblea Diocesana, el de reflexión y discernimiento, que se prolongará hasta que en la primavera de 2016 tenga lugar la asamblea propiamente dicha, el momento de debatir y votar las propuestas planteadas para la renovación espiritual, pastoral y estructural de la Diócesis de Salamanca. Éste es el objetivo de la Asamblea, una renovación de la Iglesia local, y así lo ha planteado el obispo de Salamanca atendiendo la orientación sugerida por el Papa Francisco a todas las comunidades eclesiales.

¿Y cómo se recaban esas propuestas renovadoras que habrán de determinar el futuro próximo de la Iglesia en Salamanca? Todo individuo o institución puede aportarlas, pero fundamentalmente se ha previsto que sean fruto del trabajo de los Grupos de Asamblea, grupos efímeros de entre cinco y quince miembros que, durante poco más de un año, se comprometen a mantener algunas reuniones, seguir algunas pistas o materiales, reflexionar acerca de lo que hoy precisa la Iglesia y abrirse a cierto compromiso misionero, tomando el pulso a la realidad que nos rodea y dando un sencillo testimonio cristiano. Cuando firmo estas líneas, el número de grupos se aproxima al centenar y el de personas integradas en ellos, al millar. Sólo uno, que ha escogido por nombre "Cofrades", está vinculado a una institución relacionada con las cofradías, en este caso la Coordinadora Diocesana de Cofradías y Hermandades, que lo ha impulsado. Ocho son sus miembros.

Este dato demoledor exige algún comentario. ¿Acaso sólo ocho cofrades están interesados en la Asamblea, de los varios miles que hay en toda la Diócesis? Indudablemente no. Habrá muchos que no hayan podido integrarse en algún grupo pero participarán menos activamente a través de otros medios: encuentros, actividades misioneras, celebraciones, la peregrinación de la Cruz que ya han acogido algunas cofradías... Otros sí estarán en grupos de Asamblea, creados en parroquias, movimientos, colegios, etc. en los que estén comprometidos. La cruda realidad es que sólo la centésima parte de los grupos acoge en su nombre y en su planteamiento de formación el mundo de las cofradías y de la piedad popular, y no podemos aceptar que sólo la centésima parte de la renovación espiritual, pastoral y estructural de la Iglesia de Salamanca pasa por las cofradías y la piedad popular.

Entonces, ¿qué peso puede tener en la hora conclusiva y decisoria de la Asamblea lo que propongan o voten los cofrades? ¿Habrá más cofrades votando dos o tres días en la Asamblea que trabajando un año en los grupos? ¿Qué han hecho las cofradías para dar a conocer la Asamblea a sus miembros? Es verdad que a la Asamblea se dedicó un Lunes Cofrade de los que convoca la citada Coordinadora, el de noviembre. Que ha tenido cierta cabida en algunas juntas generales y cabildos y en algún boletín de cofradías. Que el obispo ha hablado directamente a los cofrades sobre su presencia en la Asamblea a través del saludo en la revista "Christus". Y que en todos los documentos de la Asamblea se ha mencionado expresamente a las cofradías y se las contempla como una realidad eclesial de referencia, corrigiendo una omisión habitual.

Pero es verdad también que muchas de las juntas directivas de nuestras hermandades siguen situando lo diocesano y lo pastoral en un tercer o cuarto escalón de sus prioridades, ignorando los fines estatutarios de sus asociaciones. Por poner un ejemplo, es raro que falten a las reuniones de la Junta de Cofradías de Semana Santa, es casi imposible cuando toca a rebato el alcalde y no falla ni el apuntador al acto que sea en el Ayuntamiento, pero si el convocante es el obispo o la Coordinadora Diocesana de Cofradías, si toca ir a la Catedral, a Calatrava o a compartir una oración, entonces las deserciones se multiplican, no pasa nada por faltar, y con cada ausencia se va achicando el lugar de las hermandades en la Iglesia y va descendiendo el volumen de su voz. Por poner otro ejemplo: ¿qué presencia tienen en las reuniones, cartas y medios de difusión de las cofradías las propuestas pastorales diocesanas, que casi siempre son un subsidio porque desde las cofradías no se ofrecen? ¿Se difunden o se criban, como se ignoraba a las cofradías otrora en los planes diocesanos? Es inevitable preguntarse si no es precisamente esta separación Diócesis-Cofradías lo que buscan algunos cofrades con mando, instalados en la cómoda postura de "la Iglesia no cuenta con nosotros", hablando así en tercera persona de lo que somos como identidad indudable. La misma separación que predicaba casi todo el clero diocesano hace unas décadas, y que se demostró nefasta para clero y cofradías.

Estamos muy a tiempo de que la Asamblea Diocesana sirva para renovar nuestra Iglesia salmantina, necesitada siempre de nuevo vigor y de reforma, y ahora especialmente. Estamos a tiempo también de que las cofradías, con sus capellanes, presidentes y hermanos mayores a la cabeza, se hagan presentes en la Asamblea, formen grupos, hagan una parada en sus rutinas y aprovechen esta oportunidad para reivindicar el justo y relevante puesto que corresponde a la realidad cofrade en la Iglesia. Que seamos críticos y autocríticos, que exijamos y nos comprometamos, que llamemos la atención sobre tantos asuntos… ¿Acaso no hablamos continuamente de los problemas que hay con el Cabildo, con la Clerecía, con los embarrancados estatutos de la Junta de Semana Santa ocho años después de que se le instase a cambiarlos? ¿Acaso no debatimos sobre identidades y vigencia de tradiciones, enfrascados en reorganizaciones sin diálogo previo y en análisis complementarios que se confunden con enfrentamientos? ¿Acaso no pensamos que también va para las cofradías la sugerencia del papa Francisco de renovarse? ¿O somos perfectos y no necesitamos reformas? ¿O nos declaramos perdedores ante el escepticismo y la apatía? ¿O esperamos que alguien haga por nosotros el recorrido que debemos hacer como cofrades en la Iglesia de Salamanca? Como diría la gran Teresa, "ya es tiempo de caminar".


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