lunes, 16 de noviembre de 2015

Razón aquí

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Abraham Coco


16 de noviembre de 2015

Nos espera un Adviento de propaganda. El camino que lleva a Belén baja este año hacia la urna tuneada de guirnaldas. La democracia con polvorón barrunta un "tiempo nuevo" de promesas, pese a la herrumbre de algunas. La pegada de carteles, el mitin y el resto de aparejos del escenario electoral conllevan su rito. Y me pregunto si hay cabida para tanto protocolo en la cosa cofrade. Si tiene su razón de ser que el candidato a hermano mayor lance su web, con programa de "puedo prometer y prometo", buzón de sugerencias, currículum de los miembros de su lista y demás enseres de convicción. Cierto que hay hermandades con más censo que muchos pueblos, pero en un partido judicial uno se juega la diputación de turno. Recordaba la existencia de iniciativas cofrade-electorales y antes de echarme a escribir las consulté. Encontré menos de las esperadas, pero no dejé de sonreírme con algunos de sus contenidos.

Me cuestioné si es necesario o si más bien resulta cómico andar jurando con tono montoriano sobre la congelación de la cuota. Al leer que el aspirante se comprometía a llevar a cabo una gestión "responsable y coherente" pensé que era el mismo Feijóo quien se postulaba para la vara de mando. Vi incluso dejes de cheque bebé que garantizan túnica y capirote, "planes de choque" para enmendar la labor del antecesor y grandilocuencias de que le bordaremos a la Virgen el manto que será la envidia de todas las vecinas. Ole tú. ¿Es preciso exponer que el candidato se presenta con voluntad de "servir a la hermandad" y avanzar que tendrá muy presente, por ejemplo, aspectos como la caridad o la formación? Denle la vuelta al calcetín: ¿debería acaso concurrir si sus intenciones fuesen las contrarias?

"Lo que no me parecería adecuado es que en unas elecciones al Consejo de Cofradías se copiaran los métodos de la política civil, porque esto no nos hace ningún bien", declaró en una reciente entrevista Marcelino Manzano, delegado episcopal de hermandades y cofradías de Sevilla, al que no le descartó que tenga que abrir sucursal en Salamanca.

Aunque por aquí somos de otra pasta. Por la asamblea de la hermandad tenemos tanto o menos interés que por la reunión de vecinos y, a veces, casi es un milagro que alguien se decida a dirigir la cofradía, así que hay nunca está de más agradecer su tiempo –"somos tiempo", me escribió hace unos días un colega en la dedicatoria de su primera novela– a quienes integran las juntas de gobierno. Por suerte, y por antidemocrático que parezca, las ocasiones en que hay dos postulantes en liza son las menos. Y es que hasta en los partidos políticos vencedores y vencidos suelen tener más deportividad –más hermandad, a fin de cuentas– que en las propias hermandades. Ir ahora de número 7 por Madrid en las generales habría sido una quimera si Madina hubiera perdido unos comicios cofrades.


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