jueves, 17 de diciembre de 2015

Todavía no ha nacido y ¿ya estáis pensando en matarlo?

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Daniel Cuesta SJ

Paso de la Huida a Egipto que procesiona el Domingo de Ramos con la Cofradía de los Dolores de Lleida

17 de diciembre de 2015

A todos los cofrades nos gusta la Navidad. Es algo que va de serie en el capillismo. Porque estos días son días de fiesta; una fiesta cristiana, en la que hay familia, amigos, folklore, villancicos, buenas comidas (con sus bebidas…) y también algún que otro sucedáneo de Semana Santa, como es el montar los belenes e ir de cabalgatas. Pero sobre todo a los cofrades nos gusta la Navidad porque nos anuncia que quedan unos cien días para Semana Santa. Y es que en cuanto que se acaben las fiestas, guardemos el Belén y empecemos a subir la cuesta de enero… ya habrá que irse preparando para empezar a ensayar, a organizar cultos y a poner la cuenta atrás primero hacia el Miércoles de Ceniza y después hacia el Domingo de Ramos.

Pero esta visión cofrade de la Navidad no siempre es entendida por los que nos rodean. De hecho, no falta quien dice que es anacrónico poner un nazareno en el Belén (como si fuera muy histórico poner un pavo, que es un animal que vino de América, o llenar Judea de cerditos). O aquellos que afirman que no es normal escuchar los villancicos de toda la vida tocados con cadencia de marcha procesional por una banda de cornetas y tambores. Y por supuesto siempre aparecerán en escena aquellos que nos dirán aquella frase tan manida de "todavía no ha nacido y ¿ya estáis pensando en matarlo?".

Dejando a un lado las caricaturas (que siempre tienen algo de verdad), creo que la visión que puede tener un cofrade de la Navidad no va desencaminada siempre y cuando sepamos mirar a fondo. Es decir, si nos quedamos simplemente con el folklore y las ganas de fiesta cofrade en la casa de hermandad, ciertamente habremos profundizado muy poco en las fiestas centrales del cristianismo. Pero si vemos la Navidad como una antesala de la Semana Santa (porque entendemos que en la vida de Jesús la Encarnación y la Cruz son las dos caras de una misma moneda) entonces es que habremos sabido mirar más allá de lo visible y acercarnos a ese Jesús que es titular de nuestras hermandades y cofradías.

De hecho, esta visión de la Navidad como puerta de la Semana Santa, que se salta de un plumazo toda la vida pública de Jesús, no es algo exclusivo de los cofrades. Como ejemplo quizá se podría decir que San Ignacio de Loyola habría formulado antes que nadie la famosa frase de "ya ha nacido, dentro de nada lo matamos" a la que antes me refería. Ya que en sus Ejercicios Espirituales, cuando propone meditar sobre el nacimiento de Jesús dice que se debe "mirar y considerar lo que hacen (José y María), así como el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza, y a cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí". Es decir, San Ignacio nos hace entender que si Jesús nace en Belén lo hace porque se toma tan en serio al hombre que está dispuesto a sufrir por él una horrible pasión y muerte, que acabará al tercer día con la resurrección.

Por ello, no creo que sea malo que los cofrades vivamos una Navidad que es antesala de la Semana Santa, puesto que no estamos haciendo nada que no sea vivir nuestra fe. Lo que estaría mal sería vivir una Navidad tan intimista y sensiblera que nos dejara encerrados en ella misma (porque tampoco faltan los que solo quieren mostrar a los más pequeños la imagen del Niño Jesús, ya que un crucificado podría herir su sensibilidad…). Y muchísimo peor sería vivir una Semana Santa que se centrara únicamente en la muerte, sin trascender hacia la resurrección.

En el fondo, creo que como en tantas cosas en la vida, la llamada está en vivir las cosas sin quedarnos en la superficie, sino tratando de profundizar. Si esta es nuestra actitud, tanto el olor a musgo como el aroma a incienso nos ayudarán a conocer todavía más a Jesús: el Emmanuel. Un Dios que nace a las afueras de Belén en un pesebre y que muere a las afueras de Jerusalén en una Cruz. Un "Dios con nosotros" que nos da la seguridad de que nada ni nadie podrá estar contra nosotros. Un Dios que nos provoca ternura cuando le contemplamos en el Belén colocado en nuestras casas, iglesias, calles y plazas, que es el mismo Señor al que emociona mirar cargando con su cruz camino del Calvario.

¡Feliz Navidad a todos los cofrades! Y ¡que empiece la cuenta atrás hacia la Semana Santa!


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