jueves, 24 de diciembre de 2015

Una Semana Santa para todos

| | 0 comentarios
Eva Cañas

Mario, José Manuel y Eneko, que viven la Semana Santa con Jesús Amigo de los Niños, Amor y Paz y Jesús Despojado

24 de diciembre de 2015


Mario atraviesa cada domingo la Puerta de Ramos de la Catedral con la mirada fija en su Virgen de la Palma, más desde que el rosario de su Comunión lo tuviese entre sus manos. La espina bífida que padece desde su nacimiento nunca le ha impedido disfrutar de su procesión, e incluso aplazando alguna de sus operaciones para no poderse ese gusanillo que siente cada Domingo de Ramos antes incluso de ponerse el hábito. La muleta y su madre han sido su apoyo, pero para Mario no hay obstáculo, y menos una discapacidad.

Este artículo, al hilo de varios reportajes de la serie "Vivir la Semana Santa con discapacidad", de la revista Christus, sirva de llamada a que en la Semana Santa todo es posible, y que tiene cabida para todo el que tenga devoción por una imagen o una hermandad. Con el hábito y la medalla todos somos iguales y no existen distinciones, y mucho menos por tener una discapacidad.

Eneko es un hermano ejemplar, de aquellos que no se pierden un acto y que se pasan todo el año escuchando la música de la Pasión. Tiene parálisis cerebral y aunque no se entienden bien sus palabras, su mirada y  su sonrisa cuando se pronuncia todo aquello relacionado con su hermandad lo dice todo, la de Jesús Despojado. Cada Domingo de Ramos, al igual que Mario, pero en este caso por la tarde, viste su hábito y camina en procesión tras la imagen que le hace brillar sus ojos. En el seno de su hermandad todos conocen a Eneko, es uno más, como debería ser en el resto de la sociedad.

A través de los reportajes de Christus también he conocido a José Manuel, que vive la Semana Santa tocando el bombo en la Banda de Cornetas y Tambores del Cristo del Amor y de la Paz. Su síndrome de down no le hace diferente sino uno más. Acude a los ensayos, sigue el ritmo y se le exige lo mismo que al resto de sus compañeros. Solo le diferencia del resto su infatigable sonrisa y su cariño hacia los demás.

En una sociedad donde todavía queda mucho por avanzar para facilitar la vida a las personas con discapacidad (sea del tipo que sea), la Semana Santa no tiene que ser algo cerrado para ellos, sino todo lo contrario, que sean recibidos con una mano abierta y adaptada a sus necesidades. Ellos quieren normalidad en sus vidas, que puedan disfrutar de aquello que les hace sentir, que tengan motivos para luchar por aquello que quieran, sin ningún tipo de obstáculo. Todos somos iguales, y más, siendo cristianos y compartiendo una fe. Espero relatar en las páginas de Christus muchas más historias como las de Mario, Eneko o José Manuel, porque son muchos más, los que dan ejemplo, de que si se quiere, se puede.

0 comentarios:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión