lunes, 1 de febrero de 2016

Formar cofrades, reformar cofradías

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Tomás González Blázquez

El Cristo de los Doctrinos en el interior de la Capilla de la Vera Cruz antes de salir en procesión | Foto: Alfonso Barco

01 de febrero de 2016

El pasado 21 de enero, si se hubiera cumplido el programa previsto, habría concluido el itinerario básico de formación cofrade Paso a paso ofertado en este curso pastoral por la Diócesis. Pero no ha sido así. Y no por un retraso inesperado u otra circunstancia, sino porque nunca comenzó. No hubo lugar para el desarrollo de su temario, inspirado en lo cofrade y pensado para cofrades, que publicara en 2005 la editorial PPC. No se han celebrado las doce reuniones anunciadas, de hora y media de duración, los jueves a las ocho y media de la tarde en la Casa de la Iglesia: apenas dieciocho horas presenciales y diez o doce más de provechoso trabajo en casa, una dedicación asumible. No ha sido posible el Paso a paso de este curso porque de los varios miles de destinatarios potenciales, todos los cofrades de la Diócesis de Salamanca, sólo uno mostró interés en participar. No han tenido relevo los diecisiete que recorrieron el itinerario en el curso 2014-2015, por lo que Paso a paso ha corrido la misma suerte que el Curso de Formación Cofrade en las últimas ediciones de su anterior etapa: suspendido por falta de inscritos. ¿Desinterés? ¿Falta de atractivo? ¿Errores de planteamiento? ¿Relajación en las exigencias? ¿Acaso ya lo sabemos todo?

Es evidente que quien llama a la puerta de una cofradía rara vez lo hace buscando allí el lugar donde saciar su ansia por profundizar en las cartas paulinas, la doctrina social de la Iglesia o los documentos conciliares. Estadísticamente mandan otras motivaciones y no es lo más específico de una hermandad, cierto, pero no deja de ser la maduración en la de fe de sus miembros uno de sus fines, con frecuencia explicitado en estatutos y reglas. Sin ser lo suyo característico, le es propia y fundamental como a cualquier asociación de fieles, e igual que no se relega el carisma, la devoción a la imagen o la manifestación pública de fe, no puede ignorarse el papel de la cofradía en la formación cristiana de cuantos la integran. Formar a los cofrades resulta esencial si no se quiere aparcar la siempre necesaria reforma de la cofradía, en consonancia con la de la Iglesia. De manera particular lo vivimos actualmente en Salamanca con la Asamblea Diocesana, proceso en el que debiera tener cabida la dinamización de la pastoral cofrade y un nuevo impulso a la dimensión formativa de las hermandades.

En los cuatro primeros Lunes Cofrades de este curso, dedicados al diálogo de las cofradías con la Diócesis, las parroquias, los religiosos y la Catedral, ha surgido la cuestión, todavía a falta de una respuesta que nunca puede ser definitiva pero sí demanda concreción. ¿Ofertar algo como Paso a paso, básico y cofradiero? ¿Si en lugar de ser en doce jueves se concentrara en uno o dos fines de semana acudiría más gente, aunque perdiera su sentido de itinerario? ¿U ofertar simplemente lo mismo que vale para los laicos de un movimiento o los no asociados, remitiéndonos a propuestas diocesanas o parroquiales? ¿O, como se ha repetido en los Lunes, estamos tan en mantillas que no podemos dar nada por supuesto y necesitamos partir casi de cero? ¿Aprobarían muchos de nuestros hermanos un "examen" con preguntas tan elementales como las partes de la Misa, las proposiciones del Credo o los mandamientos de la Iglesia? ¿Y qué nota obtendrían ante interrogantes sobre la historia de su cofradía, la riqueza de sus símbolos o las advocaciones de sus titulares? ¿Sabrían ir más allá de la emoción, con todo el valor que tiene, para dar razón de su fe y de su esperanza?

Por alguna parte habría que empezar a responder. Parece claro que, hoy por hoy, las cofradías salmantinas debieran ofrecer en conjunto las propuestas de formación más ambiciosas, por ejemplo un proceso continuado y reglado. Si no se logra formar un grupo diocesano, imaginemos en una sola hermandad. Otra cosa son aquellas oportunidades puntuales, como la formación/información a los nuevos cofrades, la presentación de la historia o carisma propios en alguna charla o conferencia, el boletín de la cofradía, o los grupos jóvenes, en los que la formación no termina de cuajar. Por tanto, unidad en la diversidad, pero desde el realismo, aunando esfuerzos y voluntades en lugar de actuar como francotiradores.

En lo referente a la pastoral de los sacramentos, el papel de las cofradías tampoco está bien definido. No acompaña el establecimiento de la mayoría en templos no parroquiales, como la Catedral, la Clerecía o conventos. Recientemente se ha explorado, con la anuencia de Diócesis y parroquias, la catequesis preparatoria del sacramento de la Confirmación. No pocos de los cofrades adultos no han completado la iniciación cristiana. Cada vez más. E incluso miembros de juntas directivas no están confirmados. Es una buena intuición enfocar hacia este sacramento de la fe madura las inquietudes de varios cofrades, o despertárselas, sin ignorar que los ya confirmados también precisan formación.

Vuelvo a las preguntas. ¿Y para ser directivo de una hermandad no sería coherente estar confirmado? ¿O al menos comprometerse a seguir una formación, aunque sea muy básica, muy sencilla? Soy consciente de la dificultad para convencer a un cofrade de que asuma un cargo como servicio a su hermandad, pero... ¿sería pertinente y hasta exigible que todos los directivos pasaran por una experiencia formativa? Apenas un acercamiento a la teología y la pastoral, una toma de contacto con la liturgia, unas nociones bíblicas, unos rudimentos de moral y derecho canónico... Mojar los labios para catarlo y cogerle el gusto. Por algo se empieza. Lo suficiente como para quedarse con ganas de más, y que ya no se aparque "lo de la formación", ni se filtren las propuestas o se mencionen de pasada. ¿A cuántos cofrades habrá dicho su hermano mayor: "Tienes que apuntarte conmigo a Paso a paso"? Ni la economía se aprende en dos tardes, ni el matrimonio en un cursillo, ni a ser directivo de una cofradía sin un apoyo doctrinal sólido que refuerce la vida de fe.

Por último, como no se puede amar lo que no se conoce, demos a conocer las cofradías a los pastores. También ellos necesitan formarse para conocerlas y amarlas. Si siempre decimos que han sido grandes desconocidas y/o grandes prejuzgadas, que el prejuicio es una variante del desconocimiento, pensemos con urgencia la manera de mostrárselas. La piedad popular, con tanto peso en las facultades de Teología como la homeopatía en las de Medicina,  no es una reliquia del pasado o un anacronismo, pues el hombre de hoy la vive aquí y ahora. Busquemos cómo mejorar la formación antropológica y pastoral del clero para que descubran en ella nuevos caminos de evangelización, y que tener en su parroquia, en su convento o en su catedral una cofradía (o unas cuantas), una concurrida romería o una imagen devota, sea siempre considerado como lo que es, una inmensa Gracia.


1 comentarios:

  1. Me alegro mucho de leer este comentario. Hace algún tiempo, en aquel famoso foro "Nuestra Semana Santa" que tantas polémicas suscitó, hice algún comentario similar a los que haces en esta reflexión. Consideraba y considero que la Semana Santa, que los desfiles procesionales son medios y no fines en sí mismos. Medios catequéticos y por supuesto de evangelización que ésta última es el fin. Que no basta solamente con la puesta en escena si no que hay que dar testimonio fuera y dentro del desfile. En definitiva son medios para dar razones de nuestra fe y esperanza. Pues bien, algunos cofrades de pro, amparados bajo un pseudónimo, pero todos nos conocemos, me tacharon de no sé cuántas cosas y llegaron a decirme que no hacía falta recibir los sacramentos para pertenecer a una cofradía. ¡Toma ya! a partir de ese momento dejé de participar en dicho foro. Hoy me alegro al leer tu reflexión, porque si no estaba acertado, al menos estaba y estoy en el buen camino, por lo menos de pensamiento. Nunca es tarde. Gracias Tomás.
    José Miguel Juan Gamalié

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