jueves, 14 de enero de 2016

La mema que memó fuera del tiesto… en Navidad

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J. M. Ferreira Cunquero


14 de enero de 2016

De cómo se siguen atacando las tradiciones que insinúan cualquier indicio o hallazgo de una veta cristiana en la mina de las simplezas. 


Y de cómo, aunque el turrón ya se haya esfumado de la tripa, me tomo la licencia de volver a trillar en la parva, simplemente porque me place…


Acaeció que, al coger el bastón del cotarro, se subió a la tarima que, por venirle demasiado alta, digo yo que pudo darse un leñazo, a cuenta del cual, asustada su sombra se las ha pirado harta de acompañar tanta tontuna. Sus primeros amagos del disparate, con varias rectificaciones al uso, han ido mostrándonos a la mujer que seguramente (lo digo con el mayor respeto) tenía que estar vacacionando por esas playas con olor a Imserso o investigando, si tanta marcha tenía en la cosa judicial.

Ya la insufrible señora Botella había embotellado con la marca de la casa todo tipo de majaderías exprimidas en la estupidez vocacional, llenando de grotescos e irrepetibles instantes cántaros y pellejos. ¡Y claro!, al llegar la señora Carmena, con esos aires de mujer centrada,  dejándose ver con harta frecuencia en varios programeos de la televisión, creíamos que empezaba un tiempo nuevo en los madriles, estilo Tierno Galván. Hasta pensamos los ingenuos que podía repetirse la movida en alguna de sus formas más sonadas. Pero había un pequeño matiz que escondía en la trastienda del tinglado municipal la nueva inquilina de Cibeles.

Tierno era un hombre sabio, que supo anteponer a todas sus pretensiones como alcalde el derecho a la libertad más amplia del individuo. No hemos de olvidar que su agnosticismo jamás interfirió en ningún acto o acontecimiento de índole religioso, que por tradición o arraigo arrastrase a esas multitudes de madrileños que llenan desde siempre en las fechas más señaladas las calles. Pero Tierno Galván era una de las estrellas de la Transición que, junto a hombres que defendían ideas contrarias, supieron anteponer el espíritu de consenso con alma de convivencia, frente a todo tipo de contiendas y facturas personales.

El problema es que este es tiempo de mediocres, zafios iletrados y memos productos de casquería que, unidos bajo la gracia de una fortuna avivada por el bipartidismo más egoísta, se han ido convirtiendo en redactores de la continua tomadura de pelo que sufrimos los paganos (de pagar) al remunerar con un buen pastamen a toda esta banda de soplagaitas que disfrutan lisonjas y privilegios.

De todas las coces y cortes de manga (en sentido figurado) dadas por la alcaldesa Carmena, la de prohibir, en base a reglamentos, disposiciones y todo ese etcétera de chorradas, la intervención de unos niños en la cabalgata de los Reyes Magos ha dejado en pelotas su estreñido talante. Oye tú, que son niños, y como tales no entienden ni deben comprender las decisiones que puedan tomarse en los colegios religiosos, ni el uso de la  libertad que quieran llevar a cabo sus padres. ¿Quién es esta señora para cargarse la ilusión colectiva de niños, que viven y ven pura magia en la noche de Reyes? Es que es para rebelarse contra todo este grupúsculo, que intenta meternos en la túrmix las ideas para confeccionar la papilla nacional como mamandurria de algunos pajarracos adefesios de la ira.

Recordando lo que hice en otra ocasión parecida, por un asunto relacionado con los Reyes Magos, de Oriente y de aquí, me hubiese complacido en grado sumo haber metido en el despacho de la iluminada Carmena a todos esos niños que han sufrido su dictatorial antojo, para que les explicase por qué razón se ha cepillado sus ilusiones infantiles. Sería genial ver el rostro de los pequeños mientras la exjueza les comentase sus despropósitos articulados y todos los puntos e interpretaciones de las monsergas y chorradas que se van convirtiendo en ley a base de baquetazos. Solo valoro el daño que se causa a unos niños, simplemente porque se han puesto en el punto de mira otras cuestiones relacionadas con un colegio religioso y la personalísima interpretación de la señora Carmena y sus secuaces.

Y luego ya, para remate, salen tres mozuelos entubados en fardeles coloristas que más que reyes eran muñecos de un guiñol venido a menos, propios de cualquier cortejo cutre, donde se destripa la risa.
Porque eso sí, la alcaldesa y los alcaldesos con los concejales, secretarios, asesores, limpia culos y trompeteros, a nuestra costa se lo están pasando a lo grande. Y es que encima les pagamos el jornal por reírse en nuestra jeta de nosotros.

Eso sí, curándose en salud, la alcaldesa y su grupo de chufleteros se han jactado de haber dado, con su cabalgata, por fin, cacho al modernismo y que de tal cosa han quedado más que felices los madrileños.
Lo importante era cargarse cualquier recuerdo de la Epifanía o de la Navidad porque lo que mola es darle caña a todo lo que tenga que ver con lo cristiano, porque como a tantos juntaletras que por ahí andan dándole a la pluma les faltan huevos para meterse con quienes desde el fanatismo religioso están por demasiados lugares del mundo persiguiendo a los seguidores de Cristo.

Se trata de servir la guarnición cañera, que excluye sin sentido alguno lo que es intrínsecamente identificable con las costumbres religiosas que tienen que ver con el contexto cultural, que por mucho que les joda, es cristiano desde hace tropecientos siglos. Hay que espabilar, ante esta legión de iluminados, que cualquier día nos decoran el salón de la vivienda, impidiéndonos poner lo que nos salga de los...


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