lunes, 4 de abril de 2016

De glorias, penitencias y colonizaciones

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Tomás González Blázquez

La Virgen de la Salud, en su procesión por el barrio de Tejares | Foto: ssantasalamanca.com

04 de abril de 2016

De gloria y de penitencia. Una diferenciación de términos, de procedencia meridional, que tiene utilidad si se limita a distinguir a las cofradías según el momento en que realizan su procesión: entre Pascua y Ceniza las primeras, entre Ceniza y Pascua las segundas. Si no se reduce la etiqueta a la estacionalidad procesional, pierde su sentido, porque todas son hermandades o cofradías (o congregaciones). Digo bien, cofradías o hermandades (o congregaciones), que lo mismo son, pese al atrevimiento reciente de un recuadro suelto en un suplemento dominical o la creencia importada e inconsistente de que "las hermandades se constituyen en cofradías", por muy barroco que quede el retruécano.

Algunas de las que salen principalmente en Semana Santa añaden el adjetivo "penitencial" a sus titulaciones, se hacen apellidar "de penitencia" o se autodefinen como "penitente" hermandad. En la vecina Zamora, hasta distinguen entre penitenciales y no penitenciales en los días de Pasión, según hábito, horario y estilo. En nuestra ciudad, la Archicofradía del Rosario plantea desarrollar su "rama penitencial", como si una hermandad "de gloria" no pudiera por sí misma desfilar en octubre y en Semana Santa siempre que sus estatutos así se lo marquen. ¿El Rescatado, siendo de la Stma. Trinidad, es de gloria o de penitencia? ¿La Vera Cruz, siendo de la Purísima, monta tanto, es de penitencia o de gloria?

Para entendernos, desde que Nuestra Señora del Silencio entra en Jesús Obrero hasta que, ya en otro año, el Cristo de la Buena Muerte transita por el claustro de los Reyes, todas las procesiones son "de gloria", salvo que se convoque alguna extraordinaria con sentido penitencial. Unas pocas cofradías clásicas celebran sus procesiones: el Cristo de los Milagros, la Encarnación, la Salud, el Rosario. Algunas congregaciones religiosas llevan a la calle sus advocaciones significativas: María Auxiliadora, el Perpetuo Socorro, el Carmen (con impulso cofradiero), las Candelas. Apenas alguna parroquia programa el desfile de su titular o de una devoción popular en su feligresía: San José con hermandad propia, el Sagrado Corazón en Pizarrales, San Pedro, la Asunción en Puente Ladrillo, la Salud en San Sebastián, Lourdes. El Corpus diocesano vive un período de revisión, no resurgen las sacramentales de las parroquias, los patronos Juan de Sahagún y Teresa de Jesús no tienen procesión en la ciudad, y la Virgen de la Vega parece que, al menos, seguirá saliendo a recibir la ofrenda floral. Disculpen las omisiones.

Es posible que muchos cofrades "de penitencia" sepan de memoria la nómina de hermandades del Martes Santo sevillano y no puedan hablar más de un minuto seguido sobre las "glorias" salmantinas. Quizá han entrado en el paroxismo ante alguna imagen hispalense de mediados del siglo XX y no han reparado en la Virgen de los Remedios o la de la Misericordia ante la que rezaron sus antepasados. La emoción depende de las personas, todos los gustos son respetables, y las modas pesan, pero ignorar la tradición propia, y hasta negarla, debilita mucho. Lo hizo (y, en menor medida, hace) parte del clero con la realidad de la piedad popular y las cofradías, y lo hacen algunos semanasanteros con la celebración propia de la ciudad, en la que no participan o de la que se avergüenzan, o con las "glorias", que no consideran ni tienen en cuenta. Otros, en cambio, las utilizan como desahogo de su síndrome post-pasional, y esto entraña riesgos de una colonización que, en algunos casos, es ya evidente.

Porque las glorias no son un todo como la Semana Santa. No son de interés turístico, ni tienen una junta que las agrupe, ni son promocionadas, ni se forman filas en las aceras para verlas pasar, ni las prestamos mucha atención. A estas procesiones sin hábito se va a participar: a acompañar a Cristo, la Virgen o los santos. No pueden reproducir en sus usos y costumbres los usos y costumbres de la Pasión, más allá de las coincidencias naturales. No deberían emularlas en repertorios musicales, formas de procesionar o estilos de llevar los pasos. No es deseable que parezcan procesiones de Semana Santa por mucho semanasantero que las frecuente. Es otra su idiosincrasia. En algunos casos se está acertando, incluso recuperando elementos característicos, y en otros no demasiado. Diferenciemos menos las cofradías y más las procesiones, es decir, subrayemos la unidad en lo esencial y preservemos la singularidad en lo secundario.


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