jueves, 23 de junio de 2016

El cofrade viene de lejos

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Fructuoso Mangas

Un cofrade la Vera Cruz, junto a la sombra del Nazareno Chico | Fotografía: Pablo de la Peña

23 de junio de 2016

A Odiseo, viejo caminante
salvando las distancias

Odiseo, el Ulises de los romanos, que en el nombre lleva lo que es y lo que hace: "caminante" significa, literalmente, hizo un largo camino, entre dioses y hombres, por todo el Mediterráneo, símbolo de la vida y del mundo, de vuelta a Ítaca, utopía de todas las utopías posibles. No me extraña que me parezca el libro más cargado de humanidad que he conocido… Es quizás el más alto caminante de la historia, real o ficticia, y cargado de significados. Hubo otros nobles caminantes: Jasón, con los suyos y con la nave Argos, recorrió el Danubio desde el delta en el Mar Negro hasta sus fuentes en la Selva Negra en un viaje imposible de dos mil kilómetros buscando el vellocino de oro. Ay, las falsas utopías; Abraham, salió de Ur, junto al Éufrates, y río arriba llega con su tribu y sus rebaños hasta Armenia y baja de nuevo hasta llegar al sur de Palestina donde se instala. Increíble era, pero cierto; Israel sale de Egipto y camina por el desierto años y años hasta que arriba a la vieja tierra de sus antepasados ocupadas ahora por otros pueblos. ¡Aquella procesión con las andas a cuestas de los cofrades israelitas hasta que caen las murallas de Jericó! Qué escena para el final de una procesión. Y ya entre nosotros, Don Quijote, andante y caminante donde los haya, paso a paso y de aventura en aventura.

Romero es el que camina hacia Roma; palmero el que va a Jerusalén, y peregrino el que hace el camino hasta Santiago o Finisterre. Y cofrade, añado yo, el que se une a otros en procesión de varios pasos y estaciones en honor de algo y en búsqueda de alguien.

Y así, como romeros, palmeros, peregrinos o cofrades, en camino andamos todos los humanos, porque nuestra vida es como los ríos que van a dar a la mar casi corriendo más que andando en su corriente; porque camino se llama a los pasos de la fe que es senda hacia el Reino al que vamos; porque cada día vamos y venimos y volvemos y rodeamos y acortamos y atrochamos; y eso es estar vivo; porque caminando se va haciendo la vida y el cofrade se hace al andar. Amén.

Y hay que citar a la Peregrinación de Eteria y conocida también como Itinerarium Egeriae (El Camino de Egeria). Léase (en 31, 2-4) la emocionada y rigurosa descripción que hace esta monja gallega del siglo IV de la procesión del Domingo de Ramos desde el Monte de los Olivos hasta la Anástasis. Merecería ser declarada patrona de los cronistas semanasanteros.

Es muy larga la noble prehistoria que precede al cofrade, ese caminante que hace su itinerario acompañado y acompañando, con un punto de llegada bien determinado, aunque nunca cumplido del todo, que por eso tiene que volver cada año a los mismos pasos y a la misma experiencia del camino.

Y como contrapunto hay que citar a don Antonio Machado en su conocido poema:

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar…
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…

Y digo contrapunto, porque lo que dice el poeta es contrario y negación de todo lo anterior; Machado aquí propone un camino a ninguna parte sin rastro y sin sentido; a lo más algo pasajero hecho a la medida de cada uno. Lo contrario de aquellos caminantes citados y de cualquier cofrade que se precie como creyente. Y está demostrado que se nos puede pegar esta mediocre y negativa intrascendencia de don Antonio; y más si la canta Serrat. Habrá que vigilarse y si llega el caso nos lo hacemos mirar.

Como resumen, no sea que nos perdamos entre tantos nombres y referencias:

Procesión es una actividad por la que se realiza un itinerario en varios pasos o estaciones con un significado especial en honor de algo o alguien.

Y definida así, el camino de la procesión es:

- Imagen de la fe: un camino entre fidelidades y dificultades, en pasos sucesivos…
- Imagen de la vida: paso a paso, verso a verso, día a día cada uno va junto a otros creciendo, viviendo…
- Consigo mismo: en el silencio, en en-simisma-miento, hasta con cierto aislamiento (físico y sicológico) buscado
- Junto a otros: en comunión, como co-frade, en acom-pañamiento solidario, como parte de un todo del que recibe sentido y en el que los pasos se acom-pasan; incluso podrá haber diferentes funciones pero la misma procesión.
- En medio de la ciudad: es un testimonio, una manifestación en alto y a la vista.

Volviendo al principio, todo el camino de Ulises, siempre con sus cofrades y compañeros, es ejemplo para la vida y para el cofrade desde el navegar contra viento y marea hasta resistir el canto de las sirenas o dejar a un lado la oferta de boda del rey de los feacios.

Y quiero terminar con una referencia llena para mí de emoción y de lucidez: ya al final de su viaje, con Ítaca casi a la vista, rodeado de festejos y de promesas de amor y de poder para así retenerlo en aquella isla de los feacios, Ulises, el caminante, se sale de la fiesta de su despedida y se sienta impaciente junto al mar y, dice el texto, "mira impaciente hacia el sol brillante deseando que antes se ponga para antes embarcar…" y así poder llegar antes a Ítaca donde esperan, supone, su mujer y su hijo.

Así me imagino yo el camino de la vida del cristiano y el camino de la procesión de un cofrade: lleno de ansia y de pasión. Ah, y felizmente repetido una y otra vez y mantenido felizmente todos los días hasta el año siguiente. Se merece una felicitación…


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