lunes, 24 de octubre de 2016

Estética cofrade (I)

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Pedro Martín

Congregantes de Jesús Nazareno portan cruces en la calle de la Compañía | Foto: ssantasalamanca.com

24 de octubre de 2016

Dentro del mundo de las cofradías, por lo ceremonioso de las mismas y por la puesta en escena que se hace en la calle, tiene suma importancia la estética, que no es más que la búsqueda de lo bello, de todo aquello que con un cierto gusto y armonía nos lleva a través de la belleza al fin último que no es otro que hacer pública manifestación de fe.

Y no podemos olvidar que las celebraciones litúrgicas, en mayor o menor medida, beben de las fuentes de la estética para acercarnos al misterio de la fe; todo tiene un orden, unos tiempos, unos gestos, unos colores que nos ayudan en nuestras celebraciones, y que, sin duda, son más evidentes en las solemnidades o en las celebraciones presididas por el obispo y más aún en las pontificales.

Si entendemos nuestras procesiones como una prolongación litúrgica o paralitúrgica, pues la única procesión litúrgica es aquella que se hace con el Santísimo o la de palmas el Domingo de Ramos, parece lógico que la estética juegue un papel destacado en las mismas, pero eso sí, sin olvidar el sentido litúrgico y de profesión de fe que nos hace salir a la calle a proclamarla.

Me quiero referir hoy a algunos detalles de indumentaria cofrade que hacen que nuestras procesiones no sean todo lo estéticas que debieran y que, desde mi modesto punto de vista, son fácilmente mejorables con un poco de buena voluntad por parte de todos.

En primer lugar, los hábitos o túnicas son nuestra vestimenta en la procesión, en nuestra fiesta, y a nadie se le ocurriría ir a una fiesta con la ropa descuidada, arrugada, sucia o incluso rota. Esto es aplicable al calzado y guantes (si se llevan), requiriéndose también una uniformidad, la que marquen las reglas de cada hermandad, no entendiéndose que existan hermanos con diferente calzado o unos con guantes y otros sin ellos. Todo esto produce sin duda una falta de estética que no ayuda a la armoniosa búsqueda de la belleza en el desfile procesional.

En algunos desfiles procesionales no todos los hermanos visten hábito o túnica y acompañan a sus imágenes con ropa de calle que debe ser adecuada al lugar donde se está, procurando vestir de forma decorosa y discreta. Si es en Semana Santa, lo más adecuado son los colores oscuros para acompañar a nuestras imágenes en señal de respeto y de duelo, pues no podemos olvidar que celebramos la Pasión y Muerte de Jesucristo, evidentemente la Resurrección merecería un tratamiento distinto. Me gustaría comentar la adecuada integración de los trajes regionales en algunas de nuestras procesiones, incluso sustituyendo con acierto al propio hábito en el desfile del Cristo de la Liberación en la madrugada del Sábado Santo donde la fabulosa estética de las mujeres con el traje de luto charro de ventioseno te hace retroceder en el tiempo y revivir un auténtico entierro de Cristo.

Hablando de mujeres y su indumentaria en las procesiones, me parece muy estético que se siga manteniendo el uso de la mantilla española en las mismas, para mí el conjunto es de lo más elegante si se viste adecuadamente y esto, desgraciadamente, cada vez se ve menos. No confundamos vestir de mantilla en una procesión con salir de fiesta o de ligoteo. Y es que parece que se busca esto último con faldas demasiado cortas, escotes imposibles, zapatos de tacón de varios pisos, medias de cabaret o maquillajes más propios de Nochevieja que de una procesión. Esto hace que la estética sea un tanto chabacana y que deba ser cuidada con esmero por las cofradías.

Y para no ser muy prolijo, dejaremos para otra ocasión la estética relacionada con las vestiduras litúrgicas en nuestras cofradías.


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