lunes, 21 de noviembre de 2016

Noviembre: mes de difuntos y misterio pascual

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Raúl Román

El Cristo de la Liberación, de la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz  | Fotografía: ssantasalamanca.com

21 de noviembre de 2016

Aprovechando este espacio digital traigo a colación una breve pero profunda síntesis de textos del Papa emérito, que expresa el contenido central de la esperanza cristiana, algo especialmente recordado en este mes dedicado a los que nos precedieron en el signo de la fe, y aguardan la esperanza de la resurrección.

El misterio pascual actualiza el misterio de la muerte, pues el fundamento de nuestra fe está en Jesucristo muerto y resucitado.

La resurrección no debe verse aislada de la muerte de Jesús, como no esta aislada la muerte de cada persona.

La muerte no ha sido solo superada "desde fuera" por una acción de Dios, sino también "desde dentro" por la misma muerte de Jesús. La muerte "que por esencia es el fin, la destrucción de toda comunicación fue transformada" por Jesús en un acto de darse en comunión1.

Jueves Santo
En las palabras de la Última Cena, Jesús interpreta su muerte. La transforma "en el acto de amor que se reparte, en el acto de adoración que se pone a disposición de Dios y, desde Dios, a disposición de los hombres"2.

Viernes Santo
En su muerte Jesús demuestra ser el Hijo que espera de su Padre todo lo que lo libera para presentar­se ante los hombres y servirlos sin reservas.

En el amor que se rega­la en la muerte acontece un giro salvador. Ese amor es un acto de nueva creación, que se encarga de traer de nuevo hacia sí la crea­ción. Así como en el primer Adán estaba implicada toda la humanidad, así en Cristo ha sido supera­da para todos los hombres la carga del pasado y se ha abierto un futuro que ellos solos no son capaces de crear. El hombre puede esperar, porque en Cristo crucificado ha surgido el amor más allá y por encima de la muerte3.

Pascua y misión
La esperanza, por el hecho de la resurrección, tiene que ser siempre una esperanza para los otros. "De la fe en que hemos sido convertidos, por Jesucristo, en un hombre nuevo, nace la exigen­cia de romper el egoísmo de la existencia natural para entrar en comunidad con el hombre nuevo, Jesucristo. Esto es imposible de realizar si no se tiene una profunda relación con él, sin la atención constante a su palabra, sin la búsqueda de su camino; esto es im­posible sin la fe común con la Iglesia, con los santos, en quienes siempre puede reconocerse la verdadera faz de la Iglesia"4.

En última instancia, solo la fe en el actuar de Dios puede fundar la certeza de que el mundo alcanzará la plenitud, naturalmente, y no gracias a la razón planificadora, sino a partir de la fuerza indestructible del amor, que ha vencido en el Cristo resucita­do. Se trata de la certeza viviente de que esa superación trascendente, sin la cual el mundo es un absurdo, no se hunde en el vacío y de que, por eso, la historia se puede vivir positivamente y nuestro limitado y pobre actuar racional tiene sentido5.

1 J. Ratzinger, SCHAUEN AUF DEN DURCHBOHRTEN. VERSUCHE ZU EINER SPIRITUELLEN CHRISTOLOGIE,  JOHANNES, EINSIEDELN 1984,
2 J. Ratzinger, Eucharistie - Mitte der Kirche. Vier Predigten, Múnich 1978, 11.
3 J. Ratzinger, Escatología, Barcelona, Herder, 2007, 86.
4 J. Ratzinger, Palabra en la Iglesia, tr. De E. Martín Peris. Salamanca, Sígueme 1976, 41 s.
5 J. Ratzinger, Escatología, Barcelona, Herder 2007, 230.

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