viernes, 23 de diciembre de 2016

Mirémosle y dejémonos mirar

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Isabel Bernardo

María y José buscan sitio en la posada en el belén de la Cofradía de Cristo Yacente en las Isabeles | Foto: Pablo de la Peña

23 de diciembre de 2016

No está mal lo de estrenarse en esta revista para pensarse en Dios en día tan señalado. Mañana, 24 de diciembre y Nochebuena o Noche de Luz, los cristianos dejarán que el Niño Dios, una vez más, nazca en sus corazones y renovarán las esperanzas para subsistir en un mundo tan incierto. ¡Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad! Esta debería ser la voz que más sonara en nuestros adentros. Si cabe con más fuerza, si cabe con más empeño o decisión. Porque tal vez este siglo más que nunca, necesite hacer del compromiso de la fe un grito unánime y valiente para decirle al mundo que sí, allá en lo alto, una estrella anuncia al que será cobijo y abrazo de todas las soledades y las lágrimas.

Lejos estoy ya de ser aquella niña que pegaba sus ojos a la ventana y contemplaba el tiempo y las estaciones, con inocencia y con sorpresa. Mi alrededor tiene tantas negruras y heridas, que cuesta mirar afuera sin dolor o remordimiento. ¡Cuántas veces hemos tenido el látigo o los clavos en las manos! No podemos culpabilizar al mundo de sus problemas sin incluirnos en él. Aunque seamos tan solo una pequeñísima parte, un nombre entre millones de millones de nombres. Aunque ahora nos postremos llenos de silencio ante este pequeño Niño Dios que nos mira con esos ojos transparentes donde caben todas nuestras mejores intenciones. Desde el corazón cofrade o no cofrade, mirémosle y dejémonos mirar. La verdadera Navidad es la que nos desnuda por dentro, y nos deja al descubierto y solos ante nosotros mismos. Aceptar nuestra cobardía de forma individual y hacer frente a la vasta noche de nuestra conciencia es el primer paso para reconciliarse con el misterio de la Luz. La misma Luz que, como "buenas nuevas" para el mundo y para los hombres, anunciara Cervantes hace cuatro siglos en su obra más universal: Y éstas –dijo Don Quijote- llegaron con los ángeles, la noche que fue nuestro día, cuando cantaron en los aires: Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. 

A todos, Feliz Navidad.


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