sábado, 22 de abril de 2017

Francisco Rodríguez Pascual. En el décimo aniversario

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F. Javier Blázquez

Francisco Rodríguez Pascual, en una fotografía de 1989, sobre un dibujo de Antonio Pedrero

21 de abril de 2017

El 22 de abril se cumplen los diez años del fallecimiento de Francisco Rodríguez Pascual, nuestro querido y recordado don Paco, sacerdote claretiano, profesor de antropología cultural y filosófica en la Universidad Pontificia de Salamanca, etnógrafo, investigador, columnista… y socio, hasta el final de sus días, de la entidad editora de esta publicación. Por ello, la Tertulia Cofrade Pasión, durante estas semanas, le está recordando con una serie de sencillas iniciativas, como el especial de cuatro páginas que en su memoria le dedicó el último número de la revista Pasión en Salamanca, la oración comunitaria ante su sepultura en el día de su aniversario y alguna otra que se presentará en fechas venideras. 

Francisco Rodríguez Pascual sigue siendo, por su relevancia, una persona imprescindible para el estudio de la cultura tradicional en las provincias de Zamora y Salamanca y la raya portuguesa. Y dentro de la amplitud en la que se desenvuelve esta disciplina, con tantas ramificaciones, nosotros siempre le recordaremos por la defensa a ultranza que, como intelectual, realizó de la religiosidad popular. 

Estaba firmemente convencido de la necesidad de estudiar el fenómeno a fondo y de darle una dimensión académica acorde con su importancia. Para él no había lugar a la duda: el hecho religioso es la realidad fundamental y fundamentante sobre la que se asienta toda cultura de nuestra área cultural. Nuestra sociedad está determinada por la manera en que se ha ido articulando la relación del hombre con Dios, pero en el análisis intrahistórico, al abordar la cuestión cultural como causa y efecto de las relaciones socioeconómicas entre los pueblos y sus gentes, la teología, desde su punto de vista, quedaba relegada a un plano casi marginal. De ahí su interés en potenciar los estudios antropológicos y dar entidad propia a la religiosidad popular en el currículum académico de los futuros sacerdotes. "¡Cuántos conflictos se evitarían en ejercicio la pastoral si quienes toman las decisiones escuchasen un poco más a los antropólogos y no se quedasen únicamente con lo que dice el teólogo!". Así de contundente lo afirmó él, que era sacerdote, en el encuentro de cofradías penitenciales que se organizó en Salamanca en 1989. 

Su convicción sobre la necesidad de potenciar estos estudios le llevó a fundar, con el respaldo de los claretianos, la Cátedra Padre Claret en la Universidad Pontificia, que mientras funcionó fue un punto de encuentro entre teólogos y antropólogos para impulsar la religiosidad popular en el ámbito universitario. Y hubo frutos muy afortunados, entre los que, como es obvio, no podemos dejar de señalar, por su cercanía, el congreso realizado junto a la Cofradía de la Vera Cruz para conmemorar su quinto centenario en 2006. Lamentablemente, a los cinco años del fallecimiento de su fundador, la cátedra pasó a un estado de hibernación del que sería muy bueno saliese con motivo de este aniversario. 

Su trabajo fue ingente, de hecho, murió dejando un montón de material inédito que otra de sus creaciones, la Biblioteca de Cultura Tradicional Zamorana (que sigue gozando de buena salud), ha seguido publicando de manera póstuma. Pero aunque abrume su obra, quienes le conocimos y gozamos de su cercanía, valoramos ante todo la persona, su sentido de la lealtad, su capacidad para enseñar en cualquier momento y situación, su hombría de bien, en definitiva. Fue un hombre que, pese a su apariencia sencilla, marcaba indeleblemente a los que frecuentábamos su presencia y amistad. Por eso sigue tan presente en nuestras vidas, por eso no le podemos olvidar, porque si en lo bueno algo somos, en buena medida a él se lo debemos.


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