viernes, 16 de febrero de 2018

Que no sea un centenario sin raíces

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Paco Gómez

La Esperanza pasa ante la fachada del Edificio Histórico de la Universidad de Salamanca | Foto: Pablo de la Peña

16 de febrero de 2018

"Sit te Deus adiuvet et Sancta Dei Evangelia. Amen"
(Ceremonial investidura doctores Honoris Causa Universidad de Salamanca)


Desde hace unas pocas semanas, la Universidad de Salamanca (y con ella, toda la ciudad y, aún más, todo el sistema universitario iberoamericano) está inmersa en la celebración de sus primeros ocho siglos de existencia. Una ocasión que nos permite mirar atrás en la apasionante historia de una de las instituciones culturales que han dejado un mayor poso en la historia del saber occidental, muy particularmente, aunque no solo, durante su época dorada en los siglos XV y XVI.

Aunque en celebraciones anteriores se había optado por conmemorar otros hitos del Estudio, este centenario toma como base la fecha fundacional por el rey leonés Alfonso IX. Algo que debiera servir no solo para desarrollar una amplia programación y una ambiciosa labor de difusión, sino para profundizar en las raíces de la institución objeto de homenaje.

Y buscar las raíces simplemente significa conocer los hechos tal y como fueron; saber de dónde surgen y cómo toman forma las ideas y no, por el contrario, tratar de mantener a la sombra muchos de sus capítulos y de manera especial los que tienen que ver con la vivencia religiosa.

Ha llamado la atención cómo a medida que el programa conmemorativo oficial de la Universidad de Salamanca ha ido tomando forma se ha ido esquinando, por ejemplo, que la propia institución nunca hubiera surgido sin la existencia previa de un foco de intercambio de ideas y atracción de pensadores en torno a la catedral de la ciudad.

¿Por qué el rey leonés decidió implantar justamente en Salamanca un Estudio? Sin duda, porque Salamanca ya contaba en Santa María de la Sede con una escuela firmemente asentada y con algunos maestros que habían logrado un importante reconocimiento en su transmisión del saber.

Podría citarse como caso más destacado el de Randulfo, cuyo enterramiento y epitafio primorosamente decorado puede visitarse hoy en el claustro de la Catedral Vieja. Se trata de un maestro, conocido también por haber fundado junto a su hermano la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, famoso por atraer a gentes de muchos lugares del reino para escuchar sus lecciones, que falleció en el año 1194. Por tanto, veintiséis años antes de que se fundara el Studium Salamantini.

Así que estamos ante una institución que emerge con una fundación real que beneficia y amplia una escuela catedralicia y que, además, desarrollaría su labor fundamentalmente en los espacios de la propia Catedral. Algo que sería una constante hasta la Guerra de la Independencia, pero que se produce especialmente durante los tres primeros siglos, donde de hecho el Estudio no cuenta con más infraestructura que la catedralicia.

Conocida es la estrecha vinculación entre la vida universitaria y la capilla de Santa Bárbara, en el claustro de la Catedral Vieja. Aquí nos encontramos con la asentada leyenda de la "encerrona" de los estudiantes la noche previa a su examen de grado, en la que podrían los pies sobre los de la escultura funeraria del Obispo Lucero para que este les transmitiera su sabiduría.

Hoy sabemos a ciencia cierta que los hechos no sucedían así (el estudiante se iba a su casa a preparar los temas) pero da muestra de cómo Catedral y Universidad se unen también en la imaginación legendaria. La Catedral, que cedía sus espacios para los exámenes de licenciatura –a cuyo cabildo el estudiante debía pedir "capilla, campana y estrados"–, la que acogía las colaciones festivas por los aprobados al menos hasta 1840 y la que hasta casi el siglo XIX celebró frecuentemente las investiduras de rector.

Dos instituciones de importancia capital para la ciudad que a menudo se han regido por la desconfianza mutua y eso también, por cierto, tiene su reflejo en el mundo de la Semana Santa. El Estudio disfrutó siempre de autonomía para celebrar sus propias ceremonias religiosas y de ahí fueron surgiendo los complejos ceremoniales de Jueves y Viernes Santo que el trabajo contra viento y marea de la Junta de Capilla universitaria ha conseguido mantener hasta hoy. Y, por cierto, pocos saben que fue el mismísimo Miguel de Unamuno uno de los más destacados defensores ya en el siglo XX de la continuidad de la actividad de la Real Capilla de San Jerónimo dentro de la Universidad.

En todo caso, dado que el privilegio de Felipe II de 1576 impedía ninguna otra procesión de penitencia en la ciudad que no fuera la de la Vera Cruz, la Universidad encontró como solución el paso del cortejo del Santo Entierro por el claustro de Escuelas Mayores, constante en su Viernes Santo durante siglos. Una tradición ya perdida y de la que fue posible hacerse una idea en 2015, con motivo del paso, con carácter extraordinario, del Santo Sepulcro por el claustro y la capilla universitaria.

Capilla en la que, otro privilegio, se cierran las peticiones durante la misa con una particular colecta: "y guarda a nuestro rector y a esta Universidad que a ti está consagrada, y concede la luz de la verdadera sabiduría a sus profesores y alumnos"; frase en la que no cuesta encontrar las advocaciones de los titulares de la Hermandad Universitaria que ha convertido en uno de los momentos más importantes de la Semana Santa de Salamanca su promesa del Silencio en el Patio de Escuelas y desde donde su recogido itinerario sigue, qué remedio, hacia la Catedral.

Y ya que regresamos al templo, quizá no esté de más recordar que la reciente restauración del Cristo de la Salud de Alba de Tormes permitió constatar que una comisión de doctores de la Universidad de Salamanca visitó al crucificado en el Monasterio de San Jerónimo con el fin de encargar una copia, que a juicio de los expertos sí habría llegado a efectuarse y puede identificarse verosímilmente con el Cristo de la Agonía Redentora que hace su salida procesional en la noche del Miércoles Santo junto al Cristo Yacente de la Misericordia.

Es una auténtica trenza de hechos, leyendas, tradiciones, capas y estratos que han ido depositando los siglos y que impiden pensar que la Universidad de Salamanca hoy pueda hablar de su pasado sin aludir a todo este torrente de historia. Así que ahora, que todavía se está a tiempo para casi todo, quizá no estaría de más que el nuevo equipo rectoral repiense ciertas "líneas rojas" y asuma con naturalidad que en esta efeméride se deben celebrar en conjunto los ocho siglos de andadura y que al igual que en el viejo ceremonial latino de investidura de doctores se mantienen las antiguas fórmulas de juramento por un elemental respeto histórico, tampoco a la hora de difundir lo mucho y bueno que ha significado esta universidad puede relegarse a un oscuro cajón lo que explique dónde comenzó todo y lo que han vivido, sentido, soñado y rezado muchos de los que han poblado sus aulas. Sería, creo yo, dejar el centenario sin raíces.


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