viernes, 26 de octubre de 2018

Abandono y recuperación de patrimonio sagrado

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Félix Torres

Capilla de la Vera Cruz, que participa este año en la iniciativa turítica Las llaves de la ciudad | Foto: Turismo de Salamanca

26 de octubre de 2018

Con frecuencia, recuerdo aquella noche en Verona cuando en una pizzería —Ristorante Pizzeria San Matteo, si no falla mi memoria— comprobé, sorprendido, cómo aquellos comedores no eran sino las naves de una iglesia adaptadas para albergar mesas, vajillas, hornos y bodega. La comida fue excelente, pero no estuve a gusto en ningún momento, envuelto en una sensación extraña, como si estuviera cometiendo sacrilegio, que me impidió disfrutar la cena y me obligó a disimular ante mis anfitriones, quienes quisieron mostrarme la curiosidad de algo que aún sorprendía pues acababa de inaugurarse. Eran los años noventa y estoy seguro de que era la primera vez en que fui consciente del cambio de uso en un edificio sagrado.

El paso del tiempo, las modas y corrientes populares han hecho y siguen haciendo que cambien los usos y costumbres. Ya pocos se sorprenden de que haya iglesias reconvertidas en discotecas o bibliotecas. No hace falta ir lejos de nuestros límites ciudadanos para comprobar cómo el teatro del Liceo y la tienda de ropa Zara fueron en su día el convento de San Antonio el Real; o cómo no hace tanto tiempo, la capilla del convento de San Millán pasaba a ser Monumenta Salmanticae, el centro de información y bienvenida a turistas, y la iglesia de San Blas, tras su uso como carbonería y posterior abandono, se reincorporaba a la ciudad como auditorio municipal; otras, quizá más olvidadas, sobreviven (no sé hasta cuándo) como imprenta –Nuestra Señora de la Misericordia– o incluso como "almacén" de pasos y enseres cofrades aquella que pudo ser "centro de interpretación de Semana Santa" –iglesia Nueva del Arrabal–. Hay otras que un día echaron el cerrojo a sus portones y ahí quedaron, mostrándonos únicamente su fachada, como San Boal.

Mejor esto que no la piqueta, como ocurrió en aquellos tiempos, aún cercanos, en los que la modernidad y la necesidad de espacios arrasaban con todo aquello que oliese a húmedo o cerrado. Así, nos quedamos sin iglesias, monasterios o conventos para dar paso a plazas, avenidas o casas de vecinos, dejándonos sin importantes partes de nuestro patrimonio que apenas quedan ya en el recuerdo. San Adrián, Santa Eulalia, San Mateo, San Román, Santo Tomé, la capilla del Cristo de los Milagros, el convento de San Francisco el Grande, Conventos de Jerónimos, Benitos, Basilios, Bernardos o Premostratenses… todos ya en el recuerdo de solo unos cuantos.

En estos momentos de crisis de creyentes, carencia de pastores y abandono de conventos, Salamanca vuelve a verse en la necesidad de dejar sin vida, incluso sin culto, esas naves que hasta ayer tenían la vida de quienes se dedican a contemplarla en oración para culto divino y salvación de almas.

La capilla de la Vera Cruz, el convento de la Anunciación y el convento de las Bernardas son, por ahora, los últimos abandonos sufridos por los salmantinos. Abandonos que llevan al cierre de puertas y pérdida de actividad entre sus paredes. Ya no hay cultos, ni oración… al menos de forma habitual o continuada, con verdadera desazón para quienes acostumbraban a hacer de esos templos lugar de recogimiento y diálogo con Jesucristo.

Ciertamente, no estamos en aquellos tiempos de derribo inmediato y nos preocupamos por conceder un uso alternativo a los espacios que merecen ser conservados. Por ello, es de agradecer, por ejemplo, el interés de nuestro Ayuntamiento por incluir la capilla de la Vera Cruz en su programa Las Llaves de la Ciudad, lo que permitirá que esas puertas vuelvan a abrirse para contemplación no solo del desbordante barroco de sus retablos, sino del patrimonio sacro de la cofradía propietaria aunque sea solo por un tiempo limitado. Me parece bien la transformación en lo que cada vez con mayor frecuencia se da en llamar "espacio expositivo", siendo además, la muestra de nuestra cultura religiosa-cofrade de cinco siglos. Con esto, nuestro Consistorio muestra, al menos, interés preocupado por el futuro más inmediato de esta capilla.

Pero, ¿qué ocurre con la recuperación del fin fundamental, como lugar de oración, de esa capilla? Todos, o casi todos, tenemos más o menos claro que no debe perderse el uso diario que muchos han hecho de la capilla; que sus muros deben contemplar algo más que una muestra de arte o cultura y permitir que siga siendo lo que fue: lugar de "exposición permanente" al que poder acceder sin cortapisas en beneficio de nuestras almas. Digna de loa es la preocupación por mantener la actividad sagrada que muestra la cofradía, aunque sea de manera poco más que esporádica, pero eso no es o no debería ser suficiente. La diócesis, igual que ha hecho el consistorio, debería tomar en cuenta esta situación (que ya dije es solo muestra de otras varias que necesitarían semejante atención) y aportar una solución que calmase ánimos y permitiese seguir con la cotidianidad ahora desaparecida.

Seguro estoy de que es tema que preocupa en Calatrava. Seguro estoy de que se está buscando solución. Pero mientras no lo veamos, mientras no digan qué se pretende, mientras nos mantengan en la ignorancia… seguiremos creyendo que nada se está haciendo; que los humanos somos así.

Muestras de interés preocupado desde la Casa de la Iglesia, como esas Llaves de la Ciudad municipales, harían que algunos dejásemos de "marear la perdiz" con aciagos futuros y temidas reconversiones de espacios sagrados.


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