lunes, 19 de noviembre de 2018

Cristo Rey

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Pedro Martín

Detalle de las manos de Nuestro Padre Jesús Divino Redentor Rescatado | Fotografía: Óscar García

19 de noviembre de 2018

Todo tiene un principio y un fin. Todo empieza en un determinado momento, incluso de manera insospechada e inesperada, concluyendo cuando toca o cuando Dios quiere. Termina este año litúrgico como los anteriores, con la fiesta de Cristo Rey del Universo, dando comienzo en una semana el nuevo año con el Adviento que de nuevo nos prepara para la venida del Señor. No es un ritual, no es un pasar la hoja del calendario mes tras mes, año tras año. No es, no debe ser, no debería ser, pero quizá sí lo sea.

Curiosamente coincide este fin de ciclo litúrgico con un punto y aparte en mi vida cofrade: desde ayer, ya no soy el hermano mayor de mi congregación. El tiempo pasa volando y son ya ocho años; de nuevo comienza "mi adviento" particular como cofrade raso –qué bien suena eso–, pero sin olvidar que quien ha ejercido una responsabilidad y ha representado a una institución, la que sea, bajo mi punto de vista tiene siempre el deber de contribuir a su buen funcionamiento, ejerciendo responsablemente aquellas tareas que se le encomienden o estando siempre dispuesto para aquello que se precise, y sabiendo respetar las decisiones de aquellos que ahora deben tomarlas, sin menoscabo de la corrección fraterna que nos enseñó San Pablo. Con cariño siempre será constructiva.

Me llevo de estos años muchas cosas buenas y algún sinsabor. Doy gracias a Dios por la tarea encomendada que he intentado hacer con humildad y doy sobre todo las gracias a todos los que han colaborado conmigo. Esto es cosa de todos los hermanos, aunque haya una junta que lleve las riendas en el día a día.

Pido perdón por los errores, de algunos soy consciente, de muchos otros seguro que no. Aun así, errores son y pido perdón. No aspiro a pasar a la historia, que para eso ya está la figura de mi padre, al que perdí como sabéis durante mi mandato. Yo solo he aportado algún que otro granito de arena; él era toda una columna.

¿Qué me pedirá ahora el Señor? Solo él lo sabe. Desde luego seguiré siendo lo que soy: cofrade con mayúsculas. Es mi forma de vivir la fe, no es la única pero también es válida. Desde aquí, desde las cofradías, con cargo o sin él, trabajando para construir el Reino de Cristo Rey.


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