lunes, 24 de diciembre de 2018

Nacer

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Andrés Alén

Natividad con San Francisco y San Lorenzo. Caravaggio, 1609. Lienzo robado por la mafia y perdido, (no se sabe su estado de conservación), y recreación inacabada del mismo, obra de Santiago Idáñez (flagrante premio BMW 2018), que estuvo expuesto recientemente en el mismo Oratorio de San Lorenzo en Palermo.

24 de diciembre de 2018

Me toca en Nochebuena escribir mi artículo (La Nochebuena, entonces) para esta revista en la nube  apasionada y salmantina. Es este un tiempo alejado de la Semana Santa, de su clima de penitencias y cruces en las vías, donde no caben, eso creo, esta fiebre de cabalgatas pasionales tan frecuentes en Sevilla, Jerez, Huelva o  Zamora, que tanto sirven para congestionar el tráfico, enfadar a ateos y airear los pasos. Descansen en posición los pies descalzos, capirotes y antifaces en este tiempo final de adviento y esperanza.

Hoy es el día para empezar a contar, contar de nuevo, ya que el fruto que nació de la semilla que engendró el viento, la sombra fértil del Espíritu, el hielo del silencio, nos ha devuelto la palabra apabullante y eterna que formará el árbol que colma el universo. Parto de luz y cruz. Luz que traspasa la virginal materia del cristal como lo hará más tarde en el parto final de la resurrección. La misma forma para que la materia o el cuerpo no se interpongan en el camino del espíritu.

Se ha interrumpido la continuidad de la historia que contábamos desde Adán, que entroncaba con Abraham o David, para llegar a José en las intrincadas  genealogías que se detallan al comienzo de dos evangelios. ¿Y después de José, qué? No enlaza la continuidad de genes. Dice el expapa Benedicto XVI, emérito, antes cardenal Ratzinger-martillo de herejes o no tanto, en su La infancia de Jesús, que esto es así, porque el que nace es un nuevo Adán sin más ligazón con lo anterior que el testamento de los anuncios proféticos y sus salmos de alabanza; un nuevo principio para empezar a contar otra historia, la Buena Nueva. Una nueva oportunidad para todos. Creo que eso es parte de lo que conmemoramos, nada menos, como dicen ciertos contrarios, o contrariados con la cristiana navidad, el Solsticio, nada menos también, el nacimiento del Sol, nuestra energía y nuestra luz.

Sea este tiempo propicio para albergar el anhelo de renovación en cada adentro, si esperamos rebrotar, si supimos en pleno invierno "oír el clavicordio crepitante de su césped bajo el hielo cuando el sol lo acuchilla en su refugio" (Asunción Escribano. Salmos de la lluvia). Sea para la verdad y la belleza como tiempo nuevo, para la pasión desbordada por  la vida.


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