miércoles, 16 de enero de 2019

Un 'pequeño gran hombre'

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José Fernando Santos Barrueco

Fray Romualdo en su última misa en España, en la capilla del convento de los franciscanos en Salamanca, en 2012 | Foto: JMFC

16 de enero de 2019

Con este calificativo titulaba fray Emilio Bárcena OFM, un artículo aparecido en la revista Tierra Santa, en el número de Enero-Febrero del 2016, con motivo del fallecimiento de fray Romualdo Fernández Ferreira OFM, responsable de la Custodia franciscana en Siria, hace hoy tres años y un mes. Pequeño de estatura, era, como inicia el artículo "un gran hombre de fe, de corazón e inteligencia…, lo primero que llamaba la atención era su sonrisa, su capacidad de acogida y su deseo de servir a la Custodia y a aquellos que le habían sido confiados". Acababa el artículo diciendo que "siempre cumplía sus objetivos y sobre todo, se hacía amar".

Las noticias que se vienen difundiendo sobre la necesidad de ayudas de todo tipo ante el movimiento de regreso a sus casas de familias cristianas  que se vieron obligadas a abandonar la desolada ciudad siria de Alepo, y la lectura del libro San Francisco de Asís. Historia y leyenda, escrito por el cardenal arzobispo emérito de Sevilla Carlos Amigo Vallejo, me han llevado a escribir estas líneas. Monseñor Amigo, franciscano y perteneciente a la misma provincia de fray Romualdo, sostiene que la práctica de la caridad cristiana no excluye la necesidad y exigencia de la justicia y el reconocimiento del destino universal de los bienes de este mundo, en aras de la dignidad de las personas más necesitadas, a las que asisten derechos y leyes justas, que deben ser el cimiento en el que se apoye dicha caridad. Apunta que en la impartición de la justicia no hay juez alguno que pueda obligar a querer a nadie, lo que solo puede venir desde esa caridad que nace del mandamiento nuevo de amor fraterno que nos dejó el Señor, una caridad sin ruidos ni alharacas y sin alfombras rojas. Solo así pueden hermanarse justicia y caridad en el acercamiento y acogida a los hermanos necesitados.

Esa es la fraternidad de san Francisco, y así actuaba nuestro fraile. Antes de la enfermedad que acabó con su vida, sufrió intensamente ante la persecución que padecieron los cristianos en aquéllas tierras con una fe irreductible, y la destrucción de un patrimonio al que dedicó buena parte de su trabajo en estudios y publicaciones. En sus escritos y charlas siempre buscó y exigió justicia clamando por la dignidad de las personas, al tiempo que practicaba la caridad, sin hacerse notar, en el contacto con los suyos. Por eso "se hacía amar" como apuntaba fray Emilio Bárcena en el mencionado artículo. Con esa discreción actuó en su última visita a España, muy afectado por el dolor que le producía la situación insostenible en  Siria. De una manera sencilla, sin alzar la voz ni imponer nada, nos dejó una semilla que acabó germinando y dando su fruto en la Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad. Bastó un simple "no os olvidéis de aquella gente", al que siguió un "ya te llegará la inspiración", como respuesta a un gesto de ¿qué podemos hacer? Como un pequeño grano de mostaza, acorde con el tamaño de la naturaleza humana de fray Romualdo, ese mensaje lleno de amor, fe y esperanza, fue el germen de una obra de mayor envergadura, como correspondía a la dimensión de su corazón y capacidad de darse y amar a los demás.

La hermandad, de acuerdo con sus principios fundacionales, tiene que configurarse como un proyecto que denuncie la persecución de nuestros hermanos en la fe, particularmente en Tierra Santa y promueva iniciativas y oraciones en su favor. Actos como la Proclama por la Paz y el Espíritu de Asís deben ser el eje de actuación, que oriente otras iniciativas iluminadas por el carisma franciscano. Por otra parte y ante la proximidad de la Semana Santa, nuestra segunda salida por las calles salmantinas debe consolidar el silencio, como un grito de Oración por la Paz en el mundo, al que se vayan uniendo mayor número de conventos y fieles con motivo de la marcha penitencial, y la austeridad, a fin de maximizar el porcentaje de las cuotas que pueda destinarse a la labor de la Custodia franciscana en los Santos Lugares.


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