viernes, 29 de marzo de 2019

Monseñor Carlos Amigo, gracias

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J. M. Ferreira Cunquero
Monseñor Carlos Amigo, cardenal franciscano y arzobispo emérito de Sevilla | Foto: José Luis Ramos

29 de marzo de 2019

El encuentro con monseñor Carlos Amigo en Salamanca fue sin duda uno de los mejores y más intensos apoyos que ha recibido la Hermandad Franciscana de Salamanca, en este breve pero intenso recorrido existencial. Nuestra pretensión con su visita era, únicamente, acercarnos a la figura de san Francisco y presentar junto a él su libro, Francisco de Asís, historia y leyenda, que por sus atractivos es muy recomendable leer.

Lo que no podíamos suponer era que más allá de la venta de todos los libros que la editorial había enviado para el acto, es que tendríamos en monseñor un gran respaldo para las pretensiones humildes que, con nuestro sencillo esfuerzo, intentamos que aviven con seriedad el espíritu franciscano de nuestros fines fundacionales, en todos los que compartimos este proyecto que rezuma seriedad e ilusión.

Fray Carlos Amigo, además de su cercanía y de las anécdotas ejemplarizantes que nos refirió sobre sus experiencias en Sevilla con su Semana Santa, nos dio alguna pauta que ha marcado, en el sello de la hermandad que tengo el honor de presidir, el fortalecimiento de nuestro propósito.

Que alguien de la talla de monseñor te anime a perseverar en nuestra unión a la Custodia Franciscana de Tierra Santa y en la denuncia constante contra la persecución que sufren los cristianos en el mundo, revaloriza sin duda la razón de nuestras existencia.

Ante la primera procesión en la calle que tuvo lugar el pasado año, el cardenal nos dijo algo tan importante: que intentaremos con todas nuestras fuerzas que pueda servir para los tiempos venideros y para los que vayan conformando en el futuro la historia de nuestra hermandad:

- Con los propósitos que tenéis, no os importe ser pocos cofrades. En la calle mostrad lo que tenéis dentro, vuestro espíritu franciscano. Seriedad y silencio. Mucha seriedad.

Estas palabras, que ponían el colofón al encuentro con tan reverendo padre franciscano, fueron rematadas con otro consejo, que para nosotros se ha convertido en refutación de lo que los fundadores de la hermandad trazaron como señas de identidad indiscutibles:

- Alejaos de la chabacanería. En la calle, que todo lo que mostréis sea digno del recuerdo que se merece la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

De momento estas palabras en la Hermandad Franciscana se cumplen a rajatabla de pecho dolido (como decía el poeta del Corrillo, Adares). Solo tres obras de arte de primera categoría, aparte de la sencilla bandera que confeccionó una hermana y cuatro farolas que recuerdan las usadas por las mujeres de la Alberca, conforman nuestros enseres. ¿Y para qué más?

Cuando me pregunta algún medio de comunicación sobre nuestras innovaciones, la respuesta es sencilla: rezar en más silencio si cabe y vivir en la calle con más intensidad el sufrimiento de nuestros hermanos, que por no abandonar la fe en el Señor son perseguidos en muchos, muchísimos países del mundo.

Una de las grandes patologías que padecemos en Salamanca es la del capricho que improvisa ocurrencias procesionales de todo tipo, buscando con la innovación innecesaria tapar otras carencias más consistentes en los cimientos cofrades. La horterada, como bien nos decía fray Carlos, no cabe en una procesión que busque con seriedad trasmitir el espíritu cofrade. Lo sencillo es más, mucho más grandioso que el exceso de una opulencia mal interpretada.

Monseñor Carlos Amigo nos hablaba, por otro lado, de la grandeza de la Semana Santa de Sevilla, del buen hacer cofrade y de cómo él se había integrado de forma muy complaciente en ella.

Es verdad, por otro lado, que no le hizo mucha gracia aquello de que la jerga andaluza ande ganando cacho en Castilla, pues la imitación cuando es sonoramente tan mala, produce el efecto contrario. No voy a recordar la anécdota de la que fui testigo, cuando uno de estos pésimos imitadores dijo algo que, escuchado por una familia andaluza al lado de la Plaza Mayor, convirtió la seriedad de una procesión en un cachondeo.

Despedimos a monseñor  Carlos Amigo y a su secretario, fray Pablo, en la estación del tren, con la extraordinaria sensación de que no tardando mucho nos volveremos a encontrar en Salamanca, junto a algún otro cardenal franciscano, para seguir dando a conocer la misión tan importante que llevan a cabo los hijos de san Francisco en Tierra Santa.

Pero de momento, feliz Pascua de resurrección para todos…


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