lunes, 10 de junio de 2019

Ante la tumba de fray Romualdo Fernández en Siria

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Alberto López Herrero

Tumba de fray Romualdo Fernández, germen de la Hermandad Franciscana, en el Memorial de San Pablo en Damasco

10 de junio de 2019

Era uno de los encargos de mi viaje a Siria que quería cumplir con gusto: visitar el Memorial de San Pablo en Damasco y rezar ante la tumba de fray Romualdo, germen de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Humildad. Años antes había leído artículos suyos y, sobre todo, atendí la llamada de preocupación de su primo, José Manuel, en 2015, ante los rumores de que estaba ingresado en un hospital de Damasco.

Como la providencia no da puntadas sin hilo, en aquella ocasión puse en contacto a José Manuel con un joven misionero salesiano de origen venezolano, director entonces de la obra de Damasco, situada enfrente del hospital italiano que atienden las Hijas de María Auxiliadora (Salesianas), y donde se encontraba fray Romualdo. Él pudo informarle de su estado de primera mano. Hoy, el joven salesiano es el superior de la Congregación que fundó Don Bosco en la región de Medio Oriente (Siria, Líbano, Egipto, Israel, Palestina).

Viajar a Siria no es sinónimo de comodidad. El país lleva ocho años en guerra y, si bien es verdad que apenas quedan unos focos de conflicto en el país, hay zonas donde el sonido de los aviones se entremezcla de vez en cuando con alguna explosión lejana. Además, como la paz no significa ausencia de guerra, los edificios en ruina, los cortes de luz y las balas que te encuentras a cada paso hablan por sí solos de la barbarie y el sufrimiento.

En la guerra los bandos nunca son solo buenos o malos, así que la guerra que nos cuentan en esta parte de Europa dista mucho de la que viven allí. Aquí, quienes se arrogan el papel de salvadores resulta que no lo son tanto, y que a quien acusan de ser peor que el demonio es, sin ser tampoco un santo, a quien en realidad quiere la población como su dirigente. Es decir, que una vez más, los intereses económicos y estratégicos –el petróleo– han destrozado la vida de 20 millones de personas, la única verdad irrefutable de la guerra, ya que hace tiempo que hasta dejaron de contar a los muertos, heridos, desaparecidos y huidos del país.

Fui a Siria para conocer una realidad fascinante y a la vez inquietante: todas las fotos que vi durante la guerra hechas en los ambientes salesianos de Alepo, Damasco y Kafroun podían haber sido tomadas en cualquier país europeo porque allí no había guerra y los menores y los jóvenes siempre sonreían, jugaban… así que viajé para conocer ese "oasis de paz" en medio del dolor de la guerra del que tantas noticias he escrito en los últimos años.

Todos los sirios lloran a algún muerto cercano, la mayoría han perdido lo que tenían y muchos han tenido que cambiar su residencia ante el peligro de los bombardeos, pero todos los que he conocido han acrecentado su fe con la guerra y dan gracias a Dios por seguir vivos, reconociendo que siempre hay alguien que lo está pasando peor. En este escenario, el objetivo es poder regresar el próximo año para grabar un documental de Misiones Salesianas sobre todo lo que han vivido miles de jóvenes durante la guerra y en clave de esperanza.

Nada más llegar a Damasco, días después de haber viajado en coche desde Beirut a Kafroun y de allí a Alepo atravesando incontables controles militares, visité el Memorial de San Pablo y la tumba de fray Romualdo. Los Salesianos trabajan codo con codo con los franciscanos, hasta el punto de que una de las presencias de los franciscanos en Damasco es la parroquia a la que pertenece la obra salesiana. Los salesianos los ayudan con las misas de los domingos y los franciscanos van a confesar a los niños y jóvenes en las celebraciones.

Al llegar al Memorial de San Pablo, una decena de personas esperaba en la puerta. Estaba anocheciendo y un salesiano entró para pedir la llave y poder aparcar dentro. En un lateral del templo mandado construir por Pablo VI, y con forma de tienda de campaña porque san Pablo se dedicaba a coserlas, de camino a la Gruta de San Pablo donde se conserva un trozo de calzada romana se encuentra la tumba de fray Romualdo.

Pequeña y sencilla como era él, pasa casi inadvertida. Las personas que entraron con nosotros, al ver que me detenía ante la tumba hablaron en árabe y sólo entendí "abuna (padre) Romualdo", acompañado de un gesto que interpreté como para decir que qué bueno era y qué pena que ya no esté.

Los salesianos que me acompañaban le explicaron al resto de visitantes, la mayoría mujeres, de dónde venía (del país del abuna Romualdo) y por qué quería ver su tumba, y al saberlo asintieron con un gesto agradecido mientras decían "shukraan (gracias)". Fue poco tiempo ante la tumba, apenas medio minuto para hacer unas fotos, pero muy intenso por querer recordar todo el sentido de su intensa vida en Siria como el único misionero español, su gran legado académico sobre la historia y el arte y su gran valía humana y espiritual.

En días posteriores visité una de las tres obras franciscanas en Damasco y hablé con el superior, fray Joseph, de fray Romualdo y de la Hermandad Franciscana constituida para cumplir las intenciones del fraile franciscano y en solidaridad con los cristianos perseguidos en el mundo. Estuve en la casa de San Ananías, donde San Pablo recobró la vista y fue acogido por este obispo en su comunidad, y donde comprobé que los libros escritos por fray Romualdo continúan en las estanterías de la tienda.

El legado de fray Romualdo sigue vigente en Siria, así que me propongo el objetivo de tener más tiempo en el viaje del próximo año para hablar de la hermandad a los superiores franciscanos en Siria y mostrarles fotos y algún vídeo de la austera y llena de recogimiento procesión con el Cristo de la Humildad por las calles de Salamanca.


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