miércoles, 6 de noviembre de 2019

El sueño, que podría no serlo, de una refundación

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F. Javier Blázquez

Actualizar el significado de las antiguas cofradías sí puede tener sentido en nuestros días

06 de noviembre de 2019

Vaya título que ha quedado, eh. Ideal para que cualquier capillita que se precie comience a leer con voracidad el artículo, o el post, que es como le dice ahora la gente cool. Pero es verdad de la buena, palabra. Y no porque hayan surgido grupos de devotos que añoren reverdecer antañonas instituciones cofrades enredadas y olvidadas entre las sinuosidades del tortuoso itinerario postconciliar. No, nada de eso, y es aquí donde estriba lo novedoso. ¡Es el cura quien lo quiere! Cosas veredes, amigos.

Resulta que sí, que es así y, como dispongo de la anuencia presbiteral para escribir al respecto, lo comparto esperanzado por si alguien se animare a reiniciar la senda allá donde quedó abandonada, hace ya casi medio siglo, una de nuestras más potentes cofradías durante los años del hambre y la posguerra.

Fue el jueves pasado, en el pomposo acto de reapertura del monasterio de la Anunciación, nuestras Úrsulas queridas. Podríamos hablar del gozo que supuso regresar al cenobio franciscano y la decepción consecuente al descubrir que, tras año y medio chapado, la novedad principal es que han abierto la puerta del claustro. Porque lo de esa especie de palés que interrumpe la visión diáfana del coro bajo y molesta la contemplación de algunas de sus piezas más señeras, mejor no meneallo. Lo mismo que las esculturas, "tan en sintonía" con el edificio, que nos han plantado en medio de la iglesia. Menos mal que ahí siguen, en los arcosolios del presbiterio, las figuras secundarias de los misterios de la Seráfica Hermandad, aunque uno no entienda muy bien que se lleven las titulares y dejen expuestas las de relleno. Bernardo el de la Agonía, presente también en el festejo, no me lo supo explicar. Pero no, no es momento para hablar del nuevo museo.

El caso es que allí estuvimos y, tras las intervenciones oficiales y el garbeo de rigor, breve, porque lo que hay que ver ya lo hemos visto muchas veces, nos dimos a la cháchara. Estábamos a escasos metros del nuevo mostrador para el cobro de los tiques, muy profesional, eso sí, las cosas como son. Sin embargo, qué lejos está del encuentro amable con las dos monjitas que hasta el año pasado flanqueaban la reja de acceso al coro. ¡Cuánto se las añora! Uno nunca tenía la sensación de que estaba pagando por entrar, sino la de hacer una buena obra. Pues ahí al laíto estuvimos, con Bernardo llevando siempre la conversación al asunto de las cofradías. Y el cura con el que departíamos va entonces y nos sorprende con una de esas afirmaciones que tienes que pedirle el bis para asegurarte de que has entendido bien. ¡Quiere una cofradía en su parroquia! Acaba de llegar y entiende que con la presencia de una cofradía la parroquia podría tener más vida.

Resulta que en esa céntrica iglesia, consagrada a nuestro patrón diocesano, hubo en tiempos una cofradía con mucha vitalidad, aunque fuera efímera, porque apenas estuvo tres décadas funcionando. Y por eso, decía, si hubiera un grupo de personas dispuestas a integrarse en la parroquia como grupo, teniendo como como referente a Cristo que consuela y a su Madre Dolorosa en su mayor desgarro, Rafa, el párroco, los acogería. ¡Ay, Señor, si don Santos reviviere! Él, que fundó la cofradía y no vivió para ver su final, saltos daría de alegría. Otros curas hubo luego que le dieron el rejonazo, pero los tiempos eran los que eran y, reconozcámoslo, argumentos tuvieron para ello.

Cada época es distinta y evidentemente eso de los excombatientes ya no tiene sentido. Pero sí la batalla contra el laicismo y la indiferencia y hasta la persecución de cristianos, porque con la que está cayendo parados no deberíamos estar. Dice el tópico, tomado del libro de Job, vita hominis super terram militia est. Y es cierto, nuestra vida sobre la tierra es un luchar contra muchas situaciones que por lo injusto claman al cielo como el grito doloroso de viudas e infantes ultrajados. Por eso, una actualización del significado de la antigua Cofradía del Cristo de las Batallas sí podría tener vigencia. Solo hace falta que alguien recoja el guante del reto, porque el camino eclesial, siempre el más complejo y accidentado, en este caso parece bastante allanado.


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