lunes, 11 de noviembre de 2019

La España vaciada

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Pedro Martín

Jesús Nazareno en la plaza Nicomedes Martín de Béjar | Fotografía: i.bejar.com

11 de noviembre de 2019

El tan manido eslogan en estos tiempos electorales que nos toca vivir, sin descanso y sin solución de continuidad, perderá vigencia esta mañana de resaca electoral y será incluso olvidado por nuestros dirigentes políticos hasta la próxima vez (quizá de nuevo más pronto que tarde).

El lector de esta tribuna digital se preguntará si se ha equivocado de enlace o dirección de internet. No, seguimos en pasionensalamanca.com, nuestra revista digital, y me permito una reflexión de la realidad en los pueblos de nuestra provincia y entorno (que no diócesis) a la luz de dos hechos: la reciente tertulia en torno a la Semana Santa de Béjar y mi presencia ayer, como presidente de mesa, en un pequeño pueblecito de las Arribes, lejos de todo y de todos.

Curioso el caso de la localidad bejarana, triste diría yo. La otrora ciudad textil vive ahora una decadencia en todos los sentidos: económico, laboral, social, demográfico, turístico… Y esto se refleja también en su Semana Santa que, aunque ha vivido en los últimos años la fundación de una cofradía, vive horas bajas, como casi todas. Con la peculiaridad de pertenecer a una provincia, la nuestra, pero a otra diócesis, la de Plasencia. Para los que no lo sepan, esta diócesis se extiende desde el sur de nuestra provincia hasta la localidad de Don Benito, en Badajoz. En una diócesis tan inmensa y disgregada, Béjar es una pequeña gotita de agua en el balde extremeño. Y por ende, las cofradías bejaranas no tienen ningún peso en la vida y organigrama de la diócesis placentina, aunque nos consta que la relación con el clero diocesano es buena, muy buena. Tampoco parece que la diócesis mire mucho al norte, en ninguno de los sentidos, el "apéndice salmantino" es eso, un "apéndice".

Miro ahora al oeste salmantino que nos separa de Portugal, lindando con el Duero. Las "incomunicaciones" hacen que la relación con los vecinos portugueses, en aquella zona, sea casi imposible.

Primer dato. De los censados, más de la mitad ya no vive en el pueblo. La España vacía lo está mucho más de lo que dicen los números. Pero vamos a lo que nos interesa, que no me quiero meter en política, y veamos la situación que se vive en los pueblos desde el punto de vista religioso, con escasez de sacerdotes y de feligreses.

Y no es la mejor, la verdad, nadie llegó a votar después de misa como era costumbre, ya que ayer no había. La última eucaristía dominical fue hace tres semanas, pues se celebra cada quince días, alternando sábado y domingo, sin saber en muchas ocasiones si se cambia el día o no. Y lo más preocupante, es el único servicio que se da. Veinte minutos cada quince días. Pobre, muy pobre. Aun entendiendo que se tenga que dar servicio a siete pueblos, no parece mucho, la verdad.

Pensaba yo, ayer, qué poco nos interesa a toda la sociedad actual, civil, política o religiosa, la situación de los pueblos, grandes o pequeños,. las pequeñas parroquias o las cofradías y "semanas santas" de "no interés"…

No interesa. No podemos asumir su cuidado pastoral adecuado, no es cómodo, no es rentable.

No sé la respuesta, la verdad Lo que sí sé es que son fieles cristianos que necesitan sentirse Iglesia, sentirse parte de la comunidad diocesana a la que pertenecen, aunque estén a cien kilómetros de su obispo y este resida en otra provincia y comunidad.

Quizá habría que acuñar un nuevo término y empezar a utilizarlo, pero no para hacer campaña como nuestros políticos, sino para atender y dar solución a los problemas que plantea la "Iglesia vaciada" del mundo rural.


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