viernes, 5 de noviembre de 2021

Cosas de Santos

| | 0 comentarios

 Félix Torres

 05-11-2021 

Hace apenas un par de días, mientras todos nos preparábamos para llevar flores a nuestros difuntos y compartir esa oración que vamos acumulando durante el año, al tiempo que el churrito empapado de café perdía su crujiente tersura en la desapacible mañana festiva y mientras comenzábamos a deslegañarnos en la silla de escay de la cocina, saltaba la noticia en la página de la prensa local: La Hermandad Dominicana será convocada a unas elecciones que tendrán lugar en pocas semanas.

–¡Cómo!

–¿Que lo sabe antes la prensa que los propios interesados? ¿Que alguien se ha precipitado yéndose de la lengua?

Estas, y seguramente algunas otras que empañarían la higiene de este texto, fueron las expresiones y preguntas que comenzaron a agolparse en mi cabeza… en nuestras cabezas.

–¡Qué falta de consideración!

Y, a partir de ahí, viene todo rodado. Se nos pasó el día de Todos los Santos, con sus celebraciones litúrgicas de obligado cumplimiento aunque muchos lo cambiasen por sacar brillo al nicho, y al siguiente de los días, el dedicado a recordar a los difuntos, los muertos dominicanos salen del armario y empiezan a hacer sonar sus esquilillas avisándonos de que estaban de parranda.

Nos anuncian una convocatoria de elecciones que, aun siendo esperada, nos ha pillado con el paso cambiado. Aunque eso de que haya llegado antes a la prensa que a los hermanos, principales interesados, tampoco nos coge de sorpresa teniendo en cuenta cartas y circulares de días previos. Llamadas a la caridad, al perdón y a la unidad entre unos bandos más imaginarios que reales, que los de San Benito y los de Santo Tomé hace tiempo que están más que tranquilos, aunque la historia a veces nos llegue tergiversada por intereses espurios y se quede entre nosotros como falsa verdad, que así pueden ser los que construyen la Historia.

Y me pongo a escribir esta columna en el tercero de los días de noviembre, proponiéndome recordar a san Martín de Porres en su día. Quién mejor que el «santito» dominico mulato, pobre y lego, que fue capaz de hacer comer en un plato a animales dispares y enemigos tales que perro, gato y ratón, para templar ánimos cofrades. Consiguió el milagro, pero Fray Escoba solo hubo uno y, aunque ahora nos hiciera falta, no creo necesario el milagro, incluso siendo esa la recomendación venida desde los muros de Calatrava. Claro que, siendo en Salamanca, quizá lo que necesite la Hermandad Dominicana sea una concordia parecida a la que no pudo lograr nuestro santo patrón, san Juan de Sahagún, cuando se «hizo la foto» con aquellos bandos tan nuestros (que entonces sí que eran y así lo declaraban), sabiendo que todo quedaría tan emponzoñado como en los tiempos precedentes pues en ningún momento hubo propósito de enmienda. Que así quedó lo firmado en la casa de los Paz y que, por no alcanzar el propósito, no pudo llegar a ser milagro que aumentase la lista de los ya conocidos del santo.

Sin sanear las listas de hermanos (seguramente que conmigo el primero), sin retocar unas Reglas comprometidas desde su ineficiencia y metiendo la cabeza debajo del ala, lo único que conseguimos –quizá es lo que buscamos– es blanquear la fachada, pero la suciedad seguirá bajo la alfombra y los cuartos quedarán sin airear. Por más que hoy lo intentase el santo patrón.

Para este viaje no hacía falta que hubiéramos portado casi tres años de alforjas. No hubiera sido necesario que dos comisiones gestoras se desgastasen frente a la más absoluta de las nadas. No tendría, siquiera, que haber sido necesaria una tercera comisión de probos cofrades bienintencionados, ni tampoco una carta con recomendaciones para unos y otros que, por sabidas (o quizá manidas), nadie necesita.

Cuánto más hubiera servido un edicto con normas claras, con órdenes expeditas y, sobre todo, con los cuernos del toro bien agarrados en su momento. Porque nadie, insisto, nadie, se ha atrevido a agarrar por las astas al morlaco (perdón Álex por meterme en tu tercio), poner el cascabel al gato y solucionar el problema de una vez por todas. Costase lo que costase, sajar y restaurar la herida para sanar el resto del cuerpo.

Puede que esto que me preocupa no sea más que un azucarillo deshaciéndose en el batido café que llena hasta su borde la taza diocesana, pero para quienes están inmersos en este proceso, doloroso para casi todos, sintiéndose granos en la cucharilla, el azucarillo se hace bloque y, seguro, les costará diluirse sin remover. En todo caso, para volver a la casilla de salida no hubiera hecho falta tirar el dado.

 

0 comentarios:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión