viernes, 12 de noviembre de 2021

Y la procesión, ¿qué?

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 J. M. Ferreira Cunquero

Funeral de fray Romualdo Fernández Ferreira. Memorial San Pablo de Damasco 15-12-2015

 12-11-2021

Un amigo cofrade me pregunta sobre las previsiones de la próxima marcha penitencial de la Hermandad Franciscana después del parón pandémico, tratando de averiguar qué ocurriría si, a la hora de citarnos el Sábado de Pasión en San Martín, no hubiese hermanos suficientes para salir a la calle.

Para responder a tal pregunta rescaté del recuerdo aquellas palabras que nos decía un franciscano que es referencia dentro de la Iglesia y del mundo semanasantero sevillano. Monseñor Carlos Amigo nos aconsejaba que a la calle debíamos salir, aunque solo pudiésemos contar con unos pocos hermanos. Más importante que el número -según él- debe ser la dignidad que estamos obligados a mantener a la hora de ser representantes de la fe popular en las calles. Por esto nos pedía que huyésemos de vulgaridades y recargos estridentes que restan decoro a lo que en realidad debemos trasmitir a quienes nos contemplan en nuestro corto recorrido.

Pero, ahondando en el problema y recreando en la imaginación un entorno catastrofista en el que solo estuviese mi sombra conmigo a la hora de la salida procesional, le decía a mi amigo que, daría gracias al Señor de San Martín por experimentar ese momento tan especial del Sábado de Pasión, en el que me podría unir a cerca de mil monjas franciscanas de clausura, para ensamblarme con ellas en una cadena de oración que recuerda a los cristianos perseguidos en el mundo y a todos los hombres que sufren violencia por cualquier causa.

Daría gracias, estoy seguro que las daría, por el compromiso unánime de mis hermanos en dar su cuota-donativo, para hacer posible, dentro de la confraternidad cristiana que preconizamos, el objetivo prioritario de colaboración con la impresionante obra que promueve la Custodia Franciscana de Tierra Santa en aquellos lugares que acogieron al Ser más extraordinario que pisó la tierra en toda su historia.

 

Si no hubiésemos visionado en su día aquella procesión que, con tambores y trompetas por el Memorial San Pablo de Damasco, portaba a hombros el ataúd de fray Romualdo Fernández Ferreira, nunca habría existido la Hermandad Franciscana. En su lugar (siguiendo las peticiones que nos hacía el fraile zamorano desde Siria) habríamos seguido con el firme propósito de crear una fundación vinculada a los cristianos de la geografía de Jesús, a través de la obra misionera que realizan los franciscanos como custodios de los Santos Lugares.

Por eso le decía a mi amigo, que la Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad, ahora mismo solo tiene el acento de su mirada en el próximo mes de diciembre, cuando la luz del Salvador brille de nuevo entre nosotros. El Santo Pobre de Asís reaparecerá -como gran reformista de la Iglesia-, recordándonos que la Navidad, lejos del consumismo que desbocadamente la adultera, debe ser para los cristianos un acontecimiento asombroso que nos obligue a meditar sobre el compromiso que tenemos con quienes nacen en el pesebre del dolor, tantas veces a nuestro lado.

El tema de las procesiones, una vez que regresen los Reyes Magos al reino inexpugnable de las fantasías, será cuestión prioritaria entre nuestros asuntos cofrades, pero hasta ese momento -como digo- hemos de intentar que el espíritu cristiano de la Navidad recupere espacio dentro de la metástasis materialista que la ahoga.

Es decir, todo lo que tiene que ver con la procesión a su tiempo…

 

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