lunes, 31 de enero de 2022

A la tercera va la vencida

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José Fernando Santos Barrueco

Penitente | Foto: Javier Barco
31-01-2022

Tras la Navidad y adentrados en el tiempo litúrgico ordinario, nos encaminamos hacia la cuaresma, con el mundo cofrade esperanzado de que este año se cumpla el «dicho popular» del título y puedan materializarse las ilusiones que por estas fechas afloran ante la proximidad de la Semana Santa. Son ya dos años sin procesiones y uno más sería catastrófico para muchas cofradías. Se ha escrito mucho sobre la situación que han provocado los dos años de pandemia y las restricciones para realizar lo que venía siendo una vida normal con sus actos y celebraciones. Otro año, además del efecto sobre la ilusión de los cofrades, supondría una situación muy delicada para la economía de aquellas y, en algunos casos, para su continuidad. Muchos cofrades asocian de manera directa la pertenencia a la cofradía con la salida procesional, por lo que una situación de suspensión continuada en el tiempo, les llevaría a desligarse, no pagar cuotas e incluso, darse de baja, lo que no sería fácil de recuperar una vez reestablecida la normalidad. Y el daño podría ser aun mayor para ese mundillo que se mueve económicamente en torno a las procesiones (confección de hábitos, adornos florales y, muy especialmente, bandas musicales, donde la situación de deterioro podría ser irreversible para algunas).
Por eso es vital que acierte el dicho. Parece que ahora contamos con buenas papeletas; ya se está hablando de entrar en unas pocas semanas en la ansiada «nueva normalidad», aunque no es la primera vez que, ante la llegada de las épocas veraniegas, navideñas o semanasanteras, escuchamos estas opiniones y luego se convierten en «nuevas olas». Esta vez se está oyendo que hasta podrían retirarse las mascarillas en no muchos días. Aunque ello obedezca más a deseos optimistas de los políticos, metidos siempre en campaña, más que a un estudio riguroso de la situación. Pero sí parece que la extensión de la vacunación, principalmente, y el guardar buenos hábitos en nuestras relaciones sociales, nos puede permitir ver el futuro, incluso en el corto plazo, con optimismo.
Llegados a este punto y ante la posible celebración de la Semana Santa 2022, me gustaría hacer algunas reflexiones, muy personales, que son solo una opinión, junto a las muchas que puedan existir. Suele ocurrir, que ante ocasiones esperadas con gran ilusión y ansiedad (por ejemplo un encuentro familiar), la ilusión acaba provocando decepciones y discusiones, porque la realidad no responde a las expectativas generadas. Y, así, el más leve gesto o comentario de una parte pueda ser visto por la otra, como una ofensa que rompe sus expectativas y acaba generando una situación nada deseable.
Cofradías y cofrades deben reflexionar sobre algunos aspectos que aseguren el éxito de nuestras actividades cuaresmales y semanasanteras, y no dar al traste con las muchas ilusiones en juego.
En primer lugar, los responsables de la organización (Junta de Cofradías y juntas directivas de cada una de ellas) han de huir de imponer restricciones (muy propio de «los que mandan»), más allá de lo que esté estrictamente establecido por las autoridades pertinentes. Cualquier medida (por ejemplo, exigencia de pasaporte COVID al recoger la tarjeta de salida) debe ser objeto de un minucioso y experto análisis, desde la autoridad legal para imponerla, hasta su estricta necesidad. No sería admisible un rechazo de la misma por parte de los cofrades y, mucho menos, su desautorización para ponerla en práctica. A los cofrades y muy particularmente a los que cargan con los pasos, debe pedírseles un ejercicio de responsabilidad y, sobre todo, de hermandad para con sus hermanos a la hora de presentarse con la debida vacunación o algún test que asegure que no son portadores del virus (aunque no se exija de manera firme). Su respiración bajo el paso, y más aun en los momentos de esfuerzo o cansancio, afecta muy directamente a quien está arrimando el hombro junto a él. El uso de la mascarilla solo debería ser exigible para los hermanos de carga y no para los de fila, salvo que siguiera siendo obligatorio llevarlo en la calle.
Y también habría que considerar el respeto a quienes esperan en la calle para ver la procesión. Poner especial cuidado en horarios, itinerarios y duración del recorrido, para evitar esperas y cansancios, así como aglomeración de gente en pequeños espacios. En este sentido, los responsables de su organización han de preparar con detalle todos los aspectos, y los cofrades deben acudir con la necesaria humildad para aceptar lo que se les asigne, sin protestas en el templo, que retrasen o afecten a la buena organización (quien quiera otras cosas que empiece por apuntarse a los grupos organizadores que trabajan a lo largo del año). Solo así la procesión podría salir a la hora establecida y bien organizada desde el interior de los templos. En la calle han de respetarse itinerarios y tiempos, sin los espectáculos muchas veces ofrecidos de retrasos intencionados para dificultar la marcha de la hermandad que procesiona después por el mismo itinerario y que genera discusiones y escenas nada aceptables y menos en la situación actual. En este sentido, la marcha debe evitar también interrupciones y paradas que no sean estrictamente necesarias por la situación de carga de los pasos, pero en ningún caso por recrearse en los recodos de las calles, marchas hacia atrás y hacia adelante y paradas para ofrecer «levantás» que retrasen la marcha y produzcan aglomeraciones innecesarias en la calle, así como aclamaciones que provoquen mayor riesgo de propagar el virus en esos pequeños espacios con mucha gente en los mismos.
La tan deseada normalidad nos debería llevar a aprovechar las actividades cuaresmales para acercarnos a la palabra de Dios y pedir por el tan anhelado fin de la pandemia. Las procesiones, respetuosas, sencillas y sentidas, deben reflejar esa acción de gracias y las oraciones por los que más han sufrido la misma, tanto desde el punto de vista sanitario, como económico y social. Si pretendemos evangelizar en la calle estamos obligados a dar lo mejor de nosotros.

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