viernes, 18 de febrero de 2022

¿….?

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 Andrés Alén

Robert Stadler,?, Noche Blanca, iglesia de San Pedro y San Luis, París, 2007
18-02-2022

Le preguntaron: ¿Es Vd. creyente? –Habitualmente. ¿Qué somos sin creencias?, pero así, en general, otras tantas veces soy dudante, sobre todo cuando las creencias pasan a ser una sola creencia, ideología o dogma. Eso que tanto bien hace a las jerarquías, tanto ordena y tanto santifica.

Pongo sin entrecomillado dudante con la autoridad del inédito Diccionario histórico de la lengua española (1933-1936), que así califica al díscolo discípulo que dudaba de la Resurrección de Cristo. De todas formas, debo separar significados, creyente de crédulo como dudante de incrédulo, en todas las facetas de la vida, ciencia, historia, política o religión.

El que elige la duda, la infeliz duda, camina por camino incierto que rara vez desemboca en el mar de la verdad sino en otra duda, afluente tras afluente y así. «si quieres días felices, no analices», le repetían a Gustavo Bueno aunque él no hacia ni caso. Otra cosa son los escépticos, que como los agnósticos ni entran ni salen, ni quieren salir ni entrar pues solo militan en los limbos. A mi plim.

Al creyente habitual con antecedentes lo llamamos hombre de fe, un gran don, una gran roca, fe ciega que se da gratis, como a Mozart el don de la música. Fe en Dios, muy frecuente; en Jesucristo, en occidente frecuentísima, o en su iglesia, un poco menos, aunque ella y sus católicos doctores se encarguen de englobar las tres en una sola.

Al que Dios no le ha concedido el don de la fe y siendo bien intencionado cree que no es bueno que el hombre ande solo, al contrario que al devoto que ya tiene trazado el camino la verdad y la vida, le toca, como al caminante de Machado hacer camino al andar, aun mirando al cielo y guiarse por las estelas de su luz. Suelen tener otra fe algo distinta, la de San Manuel Bueno: creer que la fe y la palabra de Dios, salva a los hombres.

Si encabezo este artículo con la imagen de la obra que presentó Robert Stadler en la iglesia de San Pablo y San Luis para la Noche Blanca de 2007, es porque como a él me inquieta esa pregunta en un templo. ¿Es el templo un lugar adecuado para una pregunta?, Para preguntar a Dios o preguntarte a ti por él. ¿Orar es preguntar y oír las respuestas o meditar los silencios? ¿Es solo adorar sin porqués? Esa pregunta que cuelga allí como luz ¿Qué esclarece y a quién va dirigida? Los ateos no suelen entrar, los agnósticos allí son turistas haciendo fotos. Supongo que más aún que a los adeptos al arte de vanguardia, ira dirigida a los que buscan. Buscan respuestas o se buscan a sí mismos bajo las bóvedas de un templo que, más allá del rito, se muestra como un lugar de encuentro.

Yo también experimento esa búsqueda silenciosa o con música pautada cuando participo como cofrade en una marcha penitencial. El templo, la ciudad, el sonido expectante de la gente del que, aunque lo note, suelo ser ajeno, ayuda a sentirte dentro. Y el laberinto de calles por el que deambulas sin más pretensión que buscar o buscarte, pretendiendo un encuentro. Revestido de tradición, de especial liturgia, de pueblo. Yendo con esperanza y fe a donde no se sabe por donde no se sabe.

 


 

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