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28-03-2022
Hemos oído hasta la saciedad eso de que «en internet está todo». Y, hombre, todo, todo… naturalmente que no; pero, digamos, unas cuantas cosas –y, en ocasiones, muy interesantes–, desde luego que sí…
Ya casi ni nos acordamos de un mundo –para el común de la gente, quiero decir– sin internet (y, si se me apura, sin ordenadores). Ni de como fue, poco a poco, empezando a generalizarse, con aquellas conexiones con las que era un verdadero suplicio navegar… Lejos estábamos de imaginar, desde luego, lo que significaría en nuestras vidas, de todo lo que seríamos capaces de hacer con un teléfono móvil (aunque, claro…, habría que hablar también de cómo eran estos por aquel entonces…), hasta el punto de que, hoy por hoy, sería prácticamente imposible vivir sin internet…
Y, en lo cofrade –como no podía ser de otra manera–, también ha supuesto una revolución a todos los niveles. Realizar gestiones administrativas –cambios de número de cuenta o de domicilio, pongamos por caso–, estar en comunicación instantánea con otros cofrades –a través de grupos de wasap, por ejemplo– o seguir la actualidad semanasantera –la nuestra o la de otros lugares: páginas web, redes sociales, medios de comunicación digitales, emisiones en streaming…– que hoy son prácticas habituales, eran inimaginables hace tan solo algunas décadas. Y todo ello, desde la irrupción de la pandemia de covid-19, se ha potenciado más y más rápido.
Gracias también a internet es infinitamente más fácil conocer mejor nuestro pasado. Y es que, a golpe de clic, podemos encontrarnos con verdaderas sorpresas… y cada vez más porque, conforme va pasando el tiempo, es mayor la cantidad de material de todo tipo que se puede uno encontrar por la red; y, naturalmente, es una muy buena manera de revivir la Semana Santa de otras épocas. No hará falta incidir en la importancia que tiene saber de dónde venimos…
Parece increíble lo mucho que hemos cambiado –aunque, en ocasiones, tal vez ni siquiera nos demos cuenta– en apenas unos cuantos años. No es necesario que nos vayamos varias décadas atrás, a esas procesiones en blanco y negro en las que se sacaban a la calle las imágenes sobre pequeñas parihuelas llevadas por cuatro u ocho cargadores; aunque son una delicia, dicho sea de paso. Basta con retroceder mucho menos en el tiempo para encontrarnos con una Semana Santa por unos, acaso desconocida y, por otros, quizás en parte olvidada, cuando el mundo cofrade era muy distinto al que hoy conocemos. Seguro que no somos conscientes de la velocidad a la que avanzaban los cortejos, o de cómo era la música –por poner un par de ejemplos– hace no tanto tiempo; ni de cómo eran las calles por las que procesionamos –y sus edificios– que también han cambiado notablemente.
Ahora podemos fácilmente acercarnos a la celebración pasional de otros tiempos –antiguos y también recientes– que tal vez no conozcamos tanto como pensamos… ni siquiera aunque los hayamos vivido. Probablemente la manera más sencilla sea a través de la cantidad ingente de vídeos, fotografías y publicaciones –revistas, prensa– que se encuentran en la red y que, con toda seguridad, no nos dejarán indiferentes…
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