miércoles, 14 de diciembre de 2022

    A Dios lo que es de Dios, y al César… el pregón

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 Pedro Martín

Dios y el dinero | Dibujo de FANO (Diócesis de Málaga)
14-12-22
 

Como bien decía F. Javier Blázquez, mi compañero en este medio, recordando el tango de Gardel, «veinte años no es nada». Si comparamos este aniversario de la declaración de nuestra Semana Santa como de interés turístico internacional, con los más de quinientos años de historia que tiene la misma, poco más que una gota en un balde de agua.

Algunas de las ciudades, cuyas semanas santas ostentan el citado galardón de internacionalidad, últimamente hasta lo esconden, cuando no reniegan formalmente de ello, como nuestra vecina Zamora. Aquí, en cambio, presumimos hasta el hastío de un título que no sé muy bien qué comporta y ya comparten hasta veinticinco localidades españolas, estando francamente devaluado.

Pero no contentos con estar en el «club vip», parece que vamos a dar un paso más y promocionar nuestra Semana Santa entre aquellas que ostentan el galardón internacional y, además, son Ciudades Patrimonio de la Humanidad. Aquí la nómina se reduce a seis ciudades: Ávila, Cáceres, Cuenca, Córdoba, Toledo y nuestra querida Salamanca. Con esta criba, dejamos fuera nada más y nada menos que a Sevilla, Zamora o Valladolid. Sin ir más lejos, quizá ahora sí que estemos más cerca de ser la «mejor semana santa del mundo», al menos en el podio, ahora que se lleva tanto esto de las listas y los rankings.

La pena de la efeméride, de los veinte años, es que faltan cinco para que las normas diocesanas permitan una extraordinaria. Habrá que esperar, o no, según sea conveniente para los que toman las decisiones.

Esta deriva que experimentamos en los últimos años por lo turístico, por lo cultural, por lo institucional, que nos lleva al despropósito de tener en la página oficial de la Junta de Semana Santa los anagramas de Ayuntamiento, Turismo, Junta de Castilla y León, pero no el de nuestro Obispado, no podía terminar de otra manera que con el alcalde como pregonero de la próxima Semana Santa. Y que conste que no tengo nada contra la persona, pero está claro que el pregón lo da el alcalde y sus méritos deben ser esos, ser el alcalde. Al menos eso entendí en la presentación.

Y más allá de la conveniencia del año (electoral), me pregunto qué reflexión se ha hecho en el seno de la Junta para esta elección si, como dice el Evangelio, servimos a Dios o al dinero. Si es que sabemos diferenciar lo que es de Dios y lo que es del César, que no se trata de dividir nuestra vida y hacer una parcela para Dios y otra para el poder. Tampoco se trata de regular la religión con la política como si fuera política, que estamos cerca de ello. Esto es otra cosa. Esto va de que todo es Dios. En consecuencia, no puede haber en nuestras vidas zonas independientes de la fe. La moneda pertenecía al emperador, pero nosotros pertenecemos a Dios. La moneda lleva impresa la imagen del emperador, pero nosotros llevamos la imagen de Dios en nuestro ser más profundo.

Me permito, siendo consecuentes con la realidad que se ha asumido, hacer una sugerencia en cuanto a la imagen que se podría llevar al pregón. Ninguna mejor que la exitosa réplica que culmina la exposición The Mystery Man. Nada más adecuado y turístico, aprovechando que días antes se clausurará la muestra.

Los cofrades, al salir a la calle, damos público testimonio de fe, o eso intentamos viviendo la vocación cristiana a nuestra manera. Y no debería importarnos si nuestra Semana Santa tiene un determinado título o no, dando a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, que es lo que nos dice Jesús en el Evangelio. Al llegar a casa, hace unos días, después de una reunión, y comentando los pormenores de la misma, me interpelaba mi mujer: «¿Te merece la pena estar en un lugar donde no está Dios?». Evidentemente, en la pregunta iba implícita la respuesta.

¡Feliz Navidad a todos! Y para los olvidadizos, nace el Niño Jesús.

 

 


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