miércoles, 5 de abril de 2023

Arte, saber y loros…

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 Álex J. García Montero

Foto: Pablo de la Peña

05-04-2023


Con afecto, a Tori.
Papón y montador de raza.
D.E.P.


Pues sí, han leído bien. Arte, saber y… lo normal hubiera sido toros. Hete aquí que, si hay una discusión habitual con los no taurinos o los «anti» o los animalistas recalcitrantes, encabezados por el laureado filósofo Steven Pinker, es negar que el toreo sea un arte. Supongo que después de estos premios, el BBVA irá suministrando cicuta con cada préstamo bancario.

En realidad, el arte, con raíces en la filosofía griega tan profundas como la misma cultura democrática de occidente, siempre ha tratado de maridar con la ética y la moral. Ética y estética han sido, en la filosofía y en la metafísica, dos caras de la misma moneda unidas en la ceca de cultura humana.

Por eso el toreo, los toros, la fiesta… son arte. Son un conjunto de técnicas en las que al albur de la vida y de la muerte resurgen en cada tarde las ganas de jugar en el limbo de la existencia, desde la talanquera, el tendido y el albero existencialista de cualquier festejo que, nunca mejor dicho, se tercie en cualesquiera de los dos hemisferios. La técnica (tecné en griego) y la areté (virtud) siempre han sido hilemórficamente inseparables.

Otra cosa es tener arte. Hay toreros que tiene arte y otros, muy reconocidos en los años bisiestos, aburren solemnemente con sus imposturas, aunque en otros tiempos derrocharon arte más a siniestro que a diestro. Hay toros cuya presencia es puro arte. Y según salen de toriles son aplaudidos por los aficionados, aunque luego, en el desarrollo de su lidia puedan resultar mansazos de solemnidad. Parece ser que a la ganadería Mihura, últimamente le pasa esto.

Independientemente de todo esto, el arte de la tauromaquia se manifiesta en todo lo que rodea a la misma, pues nacer es común, pero morir es un arte. Y saber morir, el Ars moriendi se llamaba en la antigüedad medieval, es la mayor de las artes para las que tenemos que estar debidamente formados y preparados, pues como dice el Evangelio, no sabemos ni el día ni la hora.

Están volviendo a proliferar, pues estamos en periodo electoral, preelectoral, pero electoral, al fin y al cabo, pues desde respirar hasta echar un polvo puede ser denunciado ante la Junta Electoral, numerosas esculturas para honrar a aquellos que intentamos vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, el Cristo, el Salvador, desde la óptica arriana de una Semana Santa más cofradiera que litúrgica. Y, ¡chas!, como en la canción de Mecano, nos han plantado en San Benito un horrendo espurio fecal de materiales metálicos, semejante al Hombre de Hojalata del Mago de Oz de la película homónima, pero sin su evidente simpatía y empatía.

He de reconocer que tuve que ampliar la foto de los medios de comunicación para darme cuenta de semejante bicho amorfo, donde la vela o hachón semeja a la punta de un lanzallamas de la II Guerra Mundial. Y qué decir del capirote (por cierto, son muchas las hermandades que mantienen o mantenían el capirote bajo, salvo por exterminio suscitado por la imposición del costal).

Salamanca cuenta, mejor dicho, contaba, con un plantel escultórico de alta calidad, salvo excepciones. Para mí, la escultura de Salinas, cerca de mi casa, supone el culmen de la escultura urbana charra; o el toro del coso de La Glorieta (ambas en bronce, el material más noble para la escultura urbana). Para gustos colores.

Pero, hombre, pensar que ese desparpajo metálico, plantado cual pino de repoblación en un ágora como San Benito, donde la Anunciación Bíblica presupone tras este autómata asiático metálico, el Apocalipsis de una Semana Santa que ya no es que esté yendo a menos, sino que surca las Fosas Marianas de la indecencia. Ni la juguetera Payá hubiera firmado eso como brinquedo.

Eso sí, indecencia convenientemente bendecida por el preste mayor de la A-62, el alcalde Carbayo y el presidente de una Junta cada vez más menor en sus funciones y mayor en sus deyecciones.

Tengo varias preguntas. Si para hacer cualquier obra de menor entidad, Patrimonio cierra la puerta a cualquier cambio de fisonomía del casco antiguo de Salamanca, ¿por qué ha permitido semejante insulto visual? ¿Quién o quiénes han gestado este parto alienígena? ¿Nos representa dicha imagen? (Desde luego, a mí no).

Un recuerdo que tengo siempre presente a la entrada de Salamanca eran los Desguaces Montero. Muy especialmente su avión surcando las nubes polvorientas de la carretera de Zamora. Ahora, sin desmerecer esa presencia entrañablemente infantil, tengo algo más que los desguaces homónimos de mi charro apellido cerca de la Casa de los Maldonado. Y, para más inri, sin el Helmántico a su vera.

Suelo decir que romper es muy fácil; pero saber romper es lo más complicado. Obras contemporáneas de Semana Santa las hay y muy buenas. Sin ir más lejos, los carteles con los que Pasión en Salamanca anuncia la llegada de la Vía Dolorosa formada por los mojones de las piedras francas de Villamayor. O el retablo de la Oración del Huerto en el Carmen de Abajo. Hasta hubo ilustres salmantinos que se quejaron de que la Casa Lis quebrara en dos la muralla salmantina.

Una obra de arte, en este caso de marcado carácter religioso, tiene que mostrar la unión entre la trascendencia y la inmanencia, casi a partes iguales. Incluso, siguiendo la estética kantiana, es algo subjetivo que tratamos de hacer objetivamente universal a los demás. Y, ni siquiera con el hisopo han conseguido agradar al respetable.

Aquí ni inmanencia ni trascendencia, sino repetición de formas cortantes y salientes en un mojón metálico de dudosa factura. Repetición de lo que vamos viendo en esta ciudad, tras los lustros de esplendor y gloria en su Semana Santa gracias a personas como Julián Lanzarote, Julián Alcántara y Javier Blázquez. Eso ya pasó (y murió y se enterró bajo las Fosas Marianas).

Ahora repiten lo que cualquier asamblea podemoide en San Esteban o en cualquier asociación vecinal se masculla entre alcoholes, risas, bailes, hisopos y costales. Eso sí, ahora los bailes serán amenizados por los sonidos de Metallica.

Ya saben cuál es el animal que todo lo repite sin expresar razonamiento alguno. Sí… Salamanca, arte, saber y loros.

¿Quién tiene regaños para ponerle el travesaño a la letra «l»? Miren las fotos de la inauguración de dicho esperpento y verán que al menos de esos, ninguno. La siguiente foto, de alguien de los presentes en dicha presentación sentado sobre el capirote del Mago de Oz. Y haciendo ingente fuerza gravitatoria en el empeño.

Faltaron Tamames y la Yoli en la inauguración para culminar el amable esperpento. ¿Les invitarán a la próxima?

Feliz Semana Santa. Feliz Pascua de Resurrección.


 

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