lunes, 2 de marzo de 2015

Los que se van, pero no se han ido

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J. M. Ferreira Cunquero
Fotografía: Pablo de la Peña

02 de marzo de 2015

Seguramente sea la propia condición humana la que dirige o manipula algunos de los comportamientos que, por absurdos, no deberían producirse ni en broma.

Refiriéndome al mundo cofrade, que es lo que en este espacio puede importar, nos encontramos con esas actitudes cegatas de quienes, habiendo dado hasta el aliento por las cofradías que dirigieron durante años, de repente, al sufrir un tropezón en el tan deseado peldaño de las carguitis ostentadas como figuras indiscutibles, se convierten en declarados enemigos de las mismas.

No se trata de identificar a nadie, ni de poner el dedo en ningún rostro determinado, sino de reconocer que estos nefastos comportamientos, al repetirse como el ajo de las discordias en las tripas semanasanteras, producen una insufrible digestión, cuando los monarcas de poca monta no entienden que los cargos deben ser y son meros trayectos de travesía con final determinado.

Puede entenderse que, quien se va de forma traumática después de haber dirigido, como si fuera el patio de su casa durante muchos años, la cofradía de turno, se aleje de lo que defendió como si en ello le fuera la vida. El problema, el gran problema es que estos individuos, al sufrir un ataque agudo en su ego, ponen su máximo ardor en lograr que todo tipo de palmeros y allegados abandonen con ellos para configurar esa procesión de los estúpidos, que configuran los grandes cismas en las cofradías y hermandades de nuestro tiempo. Lamentable actitud cristiana que acentúa el deleite en quienes, por no mojar ya el churro de sus caprichos en el tazón de la bobada, emplean todo su macabro ingenio en destruir lo que, en otro tiempo, según dijeron, fue para ellos más que la vida.

Lo preocupante es que este problema no es inherente a una Semana Santa concreta, sino que, como una lacra o virus retroalimentado en egocentrismos absurdos, extiende su pernicioso contagio por demasiados lugares y condominios de la geografía española.

Menos mal que la generalidad, o por lo menos la tendencia, es que quienes lo dieron todo por sus cofradías, siguen dentro de las mismas apoyando con su experiencia a quienes ahora tienen la responsabilidad de mantener viva la luz de la tradición que viene alumbrando, desde tiempos inmemoriales, el camino por el que deben seguir estirándose hacia el futuro nuestras propias raíces. Ese amor tan íntimo hacia todo lo que representa el mundo cofrade nunca se pierde en quienes de verdad han entregado su esfuerzo durante años a la gran causa de la confraternidad semanasantera. Quienes hacen lo contrario simplemente son quijotes de medio pelo, incapaces de caer en la cuenta de que, hasta los rebuznos del asno amado por el humilde Sancho, celebran su partida hacia los mundos del más lamentable anonimato.


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