lunes, 21 de diciembre de 2015

Notas de un cofrade salmantino en Galicia

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Abraham Coco

El Encuentro con imágenes articuladas en la mañana del Viernes Santo en Viveiro

21 de diciembre de 2015

Mi cordón umbilical es la Vía de la Plata, pero hacia el norte, cosa anómala en un cofrade salmantino de este siglo. Por ella, hasta noviembre, habían llegado a Santiago 9.131 peregrinos en este año que termina. Los que subimos (o bajamos, depende de la variable que se elija para medirlo) en tren no contamos. Por la ventana veo ahora lo que bien pudiera ser la crestería de Monterrey, aunque la pusiera Gil de Hontañón para coronar uno de los laterales de la coquetona Platerías. Cuando uno vive fuera de "casa" (el término también es relativo) tiende a ver algunas cosas desde otra perspectiva. Aunque bien es cierto que para apreciar una salida de tono solo hacen falta entendederas. Uno piensa –y así lo veo de un tiempo a esta parte en la capital gallega– que un deán debiera parecerse más a un pastor en pleno Jubileo de la Misericordia que a un gobernante que pretende agenciarse Crimea. Pero ocurre que donde debiera haber acogida y paciencia, aparece en el periódico poco menos que una declaración de guerra a lo semanasantero. "Las cofradías deben ir de cara y no juzgar, y si no, que se atengan a las consecuencias", espetó en El Norte de Castilla.

Esa es una de estas notas de un cofrade salmantino en Galicia, en una región –un país si se quiere– donde el Camino copa los planes culturales y/o turísticos de multitud de municipios, también parte de los esfuerzos pastorales de las parroquias situadas en la ruta jacobea, pero donde pervive ambiente cofradiero. Lo hay en distintas provincias: en Viveiro, en Ferrol, en Cangas, en Fisterra, en Lugo, en el mismo Santiago. Las hermandades se mueven en una Comunidad que, en la diócesis de Mondoñedo, ha visto necesario crear la figura del delegado episcopal, cargo que en Salamanca más parece de senador. "No cabe duda de que en Galicia hay un repunte de la Semana Santa y las cofradías", me respondió hace dos años Juan Antonio Sanesteban en una entrevista para la edición gallega de ABC.

Sin ir más lejos Cangas acogerá en septiembre el encuentro anual de hermandades de toda España y Fisterra trabaja (y discutir sobre a quién compete la iniciativa en estas tareas daría para muchos puntos de vista) para que su Semana Santa, en la que sobresale la representación de la Resurrección, sea de Interés Turístico Nacional, título con el que todo el pueblo pensaba que contaban, pero –hete aquí– jamás le había sido otorgada. Cosas que pasan.

En cambio, en Ferrol (se intentó después sin demasiado recorrido en Compostela) en los últimos meses se ha hablado más de política que de pasos, por la actitud del nuevo alcalde y de su equipo hacia esta celebración, cuya relevancia no supieron calibrar. De esos excesos ya habló Ferreira Cunquero hace algunos días. Pero dejó en el tintero que, al igual que hay gestores de lo público que aborrecen la Semana Santa y le cuelgan un sambenito que hace de sus integrantes ciudadanos de segunda con los que es mejor no relacionarse, hay otros políticos a los que de repente les entra un incontrolable amor hacia esta tradición que les interesa en cualquier momento menos el Viernes Santo. No diré que no estén en su derecho de hacerlo, pero el cofrade no debería caer entonces en un juego que no es el suyo: el de convertir la cera en lodo sin más intención que enfangar. Ya se sabe que cada uno en su barro, pero algunos en el de todos.


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