lunes, 11 de enero de 2016

Otra imagen redescubierta en Peñaranda de Bracamonte

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F. Javier Blázquez

Imagen de Jesús atado a la columna de Peñaranda recién atribuida a Esteban de Rueda | Foto: Sonsoles Fiallegas

11 de enero de 2016

La noticia se hacía pública a principios de año, a través de un excelente reportaje de Sonsoles Fiallegas en "La Gaceta Regional". En Peñaranda de Bracamonte se acaba de atribuir una imagen de Jesús atado a la columna a Esteban de Rueda. Las argumentaciones de Tomás Gil (que ya hizo algún otro descubrimiento de relumbrón durante su paso por el arciprestazgo de Peñaranda) y del profesor Luis Vasallo Toranzo (que hace una década determinó que la autoría del Cristo de la Luz, el titular de la Hermandad Universitaria, correspondía al imaginero toresano) parecen lo bastante sólidas como para poder incrementar sin problemas el inventario de la obra de este autor, residente en 1618 en la villa bracamontina al recibir el encargo del retablo de la parroquia. Aparte de esta magna obra, trágicamente devorada por las llamas en 1971, Rueda recibió algún encargo más en Peñaranda, como los ladrones que otrora sirvieron para el acto del Descendimiento y que hoy en día escoltan al Cristo de San Luis en la procesión del Viernes Santo. No es de extrañar, por tanto, la adscripción a Rueda de otra escultura en el lugar.

La posible función procesional de la imagen en el pasado, sobre la que algo se insinúa en el reportaje de Fiallegas, puede presentar alguna objeción al colisionar con la presencia de otra similar, de Miguel García, realizada dos décadas después. Aunque bien pudo ser factible que esta sucediese a aquella. Sin embargo, no es este el asunto que nos interesa ahora, que tiempo y espacio habrá para ello cuando corresponda. La cuestión de fondo es que en los trasteros, altillos y cajonerías de la sacristía de Peñaranda, durante décadas, se fueron amontonando un elevado número de imágenes de distinta tipología y tamaño. Últimamente, con las obras de reforma de la sacristía, algunas se han trasladado a la ermita de San Luis, donde ahora se amontonan con un poco más de decoro. De entre este barullo imaginero, gracias al acertado criterio y tesón de Moisés Pérez, fue posible recientemente la recuperación del antiguo Jesús Nazareno, también de García, olvidado y consumido por el polvo y la carcoma durante más de sesenta años. Hoy es la imagen titular de su cofradía y ha contribuido a enriquecer desde el punto de vista artístico la Semana Santa peñarandina.

Y lo que son las cosas. Después de tanto tiempo de desidia, resulta que en cuanto se divulgó la noticia de que una de esas imágenes ignominiosamente abandonadas en los trasteros fue realizada por un autor de renombre, han surgido las primeras voces en pro de su restauración e integración en los desfiles de penitencia de la ciudad. Bien está y bueno sería para todos si se hiciese con el decoro debido. Es decir, una salida en momento oportuno, sin menoscabo de la imagen actual de García, y con una puesta en escena que potencie los rasgos identitarios de la Semana Santa de Peñaranda, no siendo que vaya a contribuir, aún más, a su disolución. Porque, sacarla por sacarla, como se hace a veces, no parece lo más adecuado.

Independientemente de que la imagen de Rueda pueda pasar a formar parte o no de los desfiles peñarandinos, lo cierto es que la noticia de su redescubrimiento nos hace reflexionar sobre el abandono de nuestro patrimonio artístico. Acompañado por los buenos amigos de Peñaranda, tuve en un par de ocasiones la suerte (o desdicha) de ver cómo se acumulaban esas imágenes de culto en las dependencias de la parroquia y San Luis. Es algo que clama al cielo y abre las carnes, porque no solo reunían mérito las dos imágenes rescatadas del anonimato, el Nazareno y el atado a la columna. Hay más que, independientemente de la mano que las ejecutase, reúnen en sí mismas la calidad suficiente como para merecer una suerte bastante mejor de la que corren. Porque da la impresión de que todo da igual, que no hay manera de erradicar esa maldita actitud resignada y genuflexa que caracteriza a las gentes de esta tierra para aceptar la fatalidad de su desgracia sin hacer nada por cambiarla. La presentación de esta imagen de Rueda, con su consecuente puesta en valor, es una muy buena noticia, pero queda pendiente su restauración urgente y el inicio de un programa serio y decidido para recuperar esas otras imágenes que duermen entre el polvo y las telarañas del olvido. La parroquia, fría y desnuda tras el incendio, y la Semana Santa procesional, se podrían enriquecer notablemente con piezas de los siglos XVI, XVII y XVIII que, de otra forma, hoy sería imposible conseguirlas. Si se hacen las cosas bien no sería tan complicado. Pero hay que moverse, que nadie lo va a resolver desde fuera.


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