viernes, 30 de junio de 2017

La vida sigue igual

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F. Javier Blázquez

Carlos López, obispo de Salamanca, en la promesa de silencio de la Cofradía de Cristo Yacente | Foto: Pablo de la Peña

30 de junio de 2017

Andamos ya por esas fechas que al mediar el año natural señalan el final del curso. Andamos con los dimes y diretes que, a modo de avanzadilla, anuncian cómo va a quedar estructurada nuestra diócesis tras la Asamblea diocesana. Y como así andamos, lo suyo sería, por ende, esperar para opinar hasta que se hayan aprobado las propuestas enviadas y las resoluciones sean comunicadas de manera oficial. Pero claro, como parece que los crecientes runrunes entre quienes beben de las fuentes más directas de la curia afirman que todo va ya bien atado, nos vamos a arriesgar a esbozar unas impresiones generales que, mucho me temo, no van a ir muy desencaminadas.

Pues por lo que a las cofradías se refiere, que en este espacio es lo que interesa, parece que van a quedar más o menos como estaban, es decir, en el limbo diocesano, sin una consideración específica y perdidas entre la maraña de la nomenclatura eclesiástica que incrementa la ineficacia de manera exponencial a su grandilocuencia. Hablan, los que saben, de delegaciones, secciones, secretariados y no sé cuántos organismos más, creados ad hoc para tal o cual cura, porque todos los que pintan siguen siendo curas. Para qué cambiar aquello que funciona. Unos dicen que las cofradías pasarán a depender de liturgia, y chiste nos parece, ¿verdad que sí? Otros creen que esta vez, aunque sea desde la liturgia, sí saldrá un rinconcito para la religiosidad popular, aunque sin embargo no piensan incluir ahí a las cofradías, porque la piedad popular es algo difuso y estas instituciones tienen que ser homologables a los movimientos (ya saben, Opus Dei, Comunidades neocatecumenales, Legión de María, Comunión y Liberación…), con la diferencia que dependen directamente de la diócesis. ¿No lo ven razonable? Yo pienso lo mismo. Hay quien por contra manifiesta, en una línea más conservadora y enlazando con lo anterior, que deberían quedarse en apostolado seglar, pero añaden a continuación que puede que no sea así porque desde la liturgia se controlan mejor, aunque ya me explicarán cómo. Total, que en medio de este marasmo nada hay claro salvo dos cuestiones: la certeza de que no habrá ni delegación, ni sección, ni secretariado, por un lado, ni se considerarán tampoco en el ámbito de la religiosidad popular.

¡Ah!, y por cierto… ¿de qué cura dependerán? Porque esa es otra y no menos importante. Los rumores apuntan a que cómo para ellas no ha nacido aún al clero la persona idónea, pues el cajón de sastre del vicariato parece lo más oportuno. Supongo que será por eso de buscar ante todo la eficacia, que la experiencia es siempre un grado.

Y así andamos por estas fechas de final de curso, con buen tiempo, elucubrando sobre algo que aún no sabemos. Aunque vete tú a saber, que lo mismo nos llevamos la sorpresa y no sale como pensamos. Pero esta posibilidad, la contraria al runrún de los mentideros, en las casas de apuestas se cotiza mucho, mucho-mucho.

No lo sé, pero a veces tiene uno la impresión de que andamos con exceso de palabrería, construyendo castillos en el aire e interpretando el Cerca de ti, Señor mientras el barco se hunde de manera inexorable… En definitiva, que lo que haya de ser será, que aprueben y decidan bien quienes tienen la potestad y la responsabilidad de hacerlo y, al final, que sea lo que Dios quiera. Feliz verano.


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