viernes, 13 de octubre de 2017

Como decíamos ayer

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Abraham Coco

Entrevistas a personalidades salmantinas y hermanos mayores publicadas en la revista Christus de 1947

13 de octubre de 2017

A Virginia Carrera, con el deseo de que un día supere su sectarismo


Fue un artículo de Félix Torres publicado en el último número de Christus lo que me llevó hasta una serie de breves entrevistas, escuetos pero enjundiosos cuestionarios, publicadas en esta misma revista en sus ediciones de 1947 y 1948 que, por cierto, entonces tenía un precio de 2 pesetas. Fue inevitable la media sonrisa al leer algunas de sus respuestas y comprobar que, pese a haber transcurrido 70 años desde sus contestaciones, en algunos aspectos pareciera que hubieran sido respondidas ayer.

Los responsables de Christus no dudaban en presumir de lo que consideraban un "éxito periodístico" que hoy debemos agradecer, por lo oportuno del testimonio y el seguro esfuerzo que la empresa les debió de suponer en aquellos años de zozobra y hambre de la posguerra. Sacerdotes, literatos, artistas, periodistas y directivos de la mayor parte de las cofradías de la época desfilan por las ocho páginas de dos secciones tituladas Tres preguntas y diez contestaciones y Proyectos y aspiraciones.

En ellas, de manera sucesiva, comentaban aquello que más les gustaba de la Semana Santa salmantina, lo que menos y la imagen que mayor emoción artística y religiosa les producía. Las respuestas, en opinión de los editores, reflejaban "un acendrado salmantinismo" de quienes expresaban "ese buen deseo de señalar el defecto para buscar remedio", lo que debía ser interpretado como "exaltado índice de amor a Salamanca". De entre todos, el más alto nivel fue el mostrado por Antonio García Boiza, quien no tuvo reparos en señalar que, de entre las cuestiones que menos agrado le provocaban en la Pasión tormesina, la Junta Pro Semana Santa impulsora de dicha revista era la primera.

Resulta curioso comprobar cómo la Dolorosa de la Vera Cruz y, en menor medida el Nazareno de San Julián, centraban gran parte de las devociones de los entrevistados, quienes reclamaban la incorporación definitiva de la Piedad a la imaginería procesional después de los "murmullos de admiración" que su primera salida procesional había causado. "¿No podría conseguirse que volviera a ser admirada por los salmantinos en la procesión de la madrugada del viernes?", se preguntaba Luciano Sánchez Fraile.

Debates que hoy algunos creen impostados o recientes ya pululaban por los corrillos cofradieros de la época. Así lo atestigua, por ejemplo, Fernando Íscar Peyra, disgustado al ver cómo a la Semana Santa de la ciudad "se la va despojando de su hondo y seco sentido castellano para vestirla de andaluza". "Y luego –añadía–, ¡esa representación a lo Rambal, alborotando y destrozando la grave armonía del penitencial cortejo! En eso, ya que no en el fútbol, podríamos aprender algo de Valladolid y de Zamora, en vez de mirar hacia el Puente de Triana". En similar línea se expresaba Juan Domínguez Berrueta, pesaroso al contemplar "que se intente cambiar su tono, su estilo, su sabor tradicional, por imitar (con el mejor deseo, sin duda), a la de otras poblaciones". Y aún añadía Fernando García Sánchez: "Es preciso que solamente el deseo de fomentar la devoción presida siempre la organización y desfiles de nuestras clásicas procesiones, clasicismo salmantino que hay que conservar sin adulteraciones ni simulacros de los clasicismos de otras regiones". 

Hoy, como ayer, la "disgregación" de la procesión del Santo Entierro o las "reverencias o saludos que se hacen los pasos" eran motivos de comentario en boca del imaginero Francisco González Macías. Precisamente una de sus aportaciones a la Semana Santa local no terminaba de encajar en la Congregación de Jesús Nazareno. Así lo reconocía a mediados del pasado siglo su entonces hermano mayor, Carlos Romo, al afirmar: "Mi ilusión ha sido conseguir hacer una hermandad filial haciéndose cargo de este nuevo paso, pues hoy me da pena verlo en la procesión como algo postizo, sin que apenas nadie le acompañe".  Respondía así a otras dos cuestiones planteadas: "¿Qué aspiraciones o deseos son los de su congregación o hermandad en relación con la Semana Santa salmantina?" y "¿Qué mejora estima usted adecuada para la mayor solemnidad y brillantez de la procesión de esas congregación o hermandad?". 

En otra muestra de sinceridad, José Cordón Blas, al frente de Jesús Rescatado, indicaba: "Mi deseo es que todos los hermanos pertenecientes a esta congregación llevaran la túnica en un color morado, pero perfectamente igual en tono de color, y que la túnica la llevasen todos del largo necesario para que solamente se viera el zapato negro". Coincidía en este aspecto con Sánchez Fraile, para quien "si desaparecen totalmente esas túnicas raídas que tanto deslucen la procesión del Santo Entierro, mucho mejor". Y por insistir en este viaje en el tiempo de "acendrado salmantinismo", no lo olviden, Íscar Peyra sostenía que "tampoco se perdería mucho si el flamante paso de la Borriquilla, de cartón-piedra, con el que se inició la renovación de nuestras procesiones, se le regalase como premio a la más fervorosa catequesis infantil de algún pueblo de la provincia". "Si han de sacarse imágenes nuevas, que sean de buena talla", remachaba. "Procuraremos que nadie nos supere en devoción y entusiasmo, por motivos más altos, pero también porque al radicar y salir de la Catedral parece que nos obliga a edificar con el ejemplo a todos los demás", declaraba Jaime de Aramburu y Olarán, hermano mayor de... la Soledad.  

Vicente Pérez-Moneo, apellido ya entonces vinculado a las hermandades de la Agonía y el Perdón, lamentaba "la apatía de los salmantinos, que no tienen interés en mejorar nada de lo que hoy tienen, al contrario de otras poblaciones, que mejoran constantemente sus cultos y procesiones". Por eso Cordón Blas (Rescatado) y Tomás Salas Villagómez, que estaba a punto de debutar con la recién fundada Hermandad Universitaria, proponían aglutinar voluntades en el principio de un camino que hoy cumple 75 años merecedores de la Medalla de Oro de Salamanca. Si el primero ambicionaba "unir esfuerzos con las demás cofradías para así poder, en unión de la Junta Permanente, dar un mayor esplendor de fervor a nuestras procesiones", el segundo proponía "conseguir, en unión de las demás hermandades, que en los días de la Semana Santa se convierta la ciudad toda en un gigantesco clamor de penitencia que suba hasta Aquel cuya pasión y muerte conmemoramos".

Los mimbres estaban, pues confesaba Guzmán Gombau Guerra: "Lo que más me agrada es que nuestras procesiones –y todas ellas– sean lo único que consigue llenar de público la Plaza Mayor y todas las calles de sus itinerarios", pese a lamentar que "lo mucho hecho lo haya sido tan pobremente y por el solo esfuerzo de unos pocos". Pero lo mismo sucedía, sostenía, incluso con la Unión Deportiva. 

De aquellos nombres partió esta historia común, cuyo mantenimiento exige hoy el compromiso de todos.  ¡Enhorabuena, cofrades! 


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