La Junta de Semana Santa recoge hoy la Medalla de Oro de Salamanca en su 75 aniversario |
16 de octubre de 2017
Esta tarde del 16 de octubre de 2017 marca un momento especial en la historia de nuestra Junta de Semana Santa. La entrega de la Medalla de Oro de Salamanca, de cuya concesión nos enteramos hace ya un par de meses, es con toda seguridad el hito "civil" de más elevado rango para nuestra Semana Santa representada en su Junta. Y, ante todo esto, no me queda más remedio que dar la razón a Ganemos Salamanca en su argumentada defensa del "no" a la concesión, realizada en el pleno municipal del pasado día 6 de octubre, en la que aun reconociendo la labor de captación de turismo y su consiguiente repercusión económica en la ciudad, "el Ayuntamiento no puede premiar a una institución por transmitir la palabra de Dios". Cierto y más que correcto (aunque sería sencillo dar la vuelta al argumento y usarlo en beneficio del premio), si ese fuese el único motivo que avalase la propuesta del instructor del expediente. No habría más que hablar. Pero…
Cuando hace setenta y cinco años se creaba ese órgano que pretendía aunar y ensalzar la Semana Santa salmantina, era toda la ciudad la que se implicaba en el proceso entendiendo que sería algo que redundaría, antes o después, en beneficio de la ciudad y de los ciudadanos. Así se planteó y, sin perder en ningún momento su carácter religioso, bien es verdad, desde el primer momento se convirtió en ariete con el que fomentar no la religión, que para eso ya estaba el clero, sino la cultura, la tradición, el sentimiento y, en definitiva, la antropología social de todo un pueblo, encauzado todo ello en lo que entendemos como religiosidad popular.
El paso del tiempo ha ido de la mano con los altibajos en la trayectoria de la que fuese Junta Permanente de Semana Santa. Momentos de esplendor en los que cualquier propuesta de mejora era aceptada por quienes tuvieran responsabilidades sin apenas oposición y tiempos en los que la realidad era más agria, con estados prácticamente comatosos para la actividad cofrade. Pero siempre, para lo bueno y para lo malo, ahí estaba alguien de la Junta, de nuestra Junta cofrade, para tirar del carro y sacar adelante esta tradición secular. Recordados Gombau, Froilán, Herrero, Agustín, Julián y tantos otros, para llegar al presente de José Cornejo.
Ahora, tras quince lustros, cuando la Junta de Semana Santa celebra este aniversario, el Ayuntamiento de la ciudad quiere premiarla y no precisamente por transmitir la palabra de Dios (aunque bien podría por ello), sino por haber sido canal a través del que la Semana Santa salmantina se ha dado a conocer por todo el mundo y, con ello, ha llevado el nombre de la ciudad, el nombre de Salamanca, hasta recónditos rincones del planeta; por haber sido el órgano aglutinador de miles de salmantinos a lo largo de todos estos años (actualmente quizá en número no exagerado pero, en todo caso, similar al de los 9.990 votantes de Ganemos Salamanca), a los que un interés común ha llevado a mantener viva esta tradición, religiosa por supuesto, contra viento y marea; por ser y haber sido engranaje más que destacado del motor social y económico de la ciudad durante décadas; porque, en definitiva, la Junta de Semana Santa de Salamanca forma parte de ese escogido grupo de entidades o agrupaciones que por sus obras, actividades o servicios en favor de la ciudad se hayan destacado notoriamente, haciéndose merecedoras de modo manifiesto al reconocimiento del Ayuntamiento y pueblo salmantino, cumpliendo así con la premisa que marca el artículo 156 del Reglamento Orgánico y de Funcionamiento del Excelentísimo Ayuntamiento de Salamanca.
Por todo ello y por tanto, creo que no ha lugar a discusión acerca de la conveniencia en la concesión de esta medalla de oro de la ciudad, así como del merecimiento por parte de la Junta de Semana Santa de Salamanca, por lo que me alegro como cofrade, sintiéndome una pequeña parte de todo esto, y me enorgullezco de ello, aunque haya quienes discrepen. Por tanto, mi felicitación a nuestra Semana Santa y mi deseo de que la medalla sea lucida con la ufana humildad que debe conferir este reconocimiento.
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