lunes, 23 de octubre de 2017

Oro

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Antonio Santos

Documento de la concesión de la Medalla de Oro de Salamanca a la Junta de Semana Santa | Fotografía: Óscar García

23 de octubre de 2017

Para que la celebración de una semana santa en una determinada localidad alcance el brillo y el relieve adecuados, deben concurrir muchos y variados factores. Algunos son irrenunciables y vienen rápidamente a la mente de todos: imaginería artística de primer orden y entorno urbano o rural apropiado, cofradías nutridas, bien organizadas y público arropando las procesiones: es decir, lo que nuestra divisa recoge con sumo acierto, Pasión y piedra.

Para seguir sumando es necesario un respaldo institucional local y regional que aglutine, en distintos puntos de encuentro, tanto la esfera esencialmente religiosa que define esta celebración con la vertiente cultural que provoca, pero que también recibe en forma de manifestaciones artísticas.

Llegados a ese punto tenemos que reconocer que hay ciudades donde los nombres ilustres de cofrades y artistas brillan por sí mismos asociados a las cofradías y a su entorno cultural. Personalidades de los ámbitos artísticos más diversos aportan al fenómeno cultural popular, que por definición es la Semana Santa, esa luz indiscutible del humanismo y el conocimiento. Otros muchos han dirigido cofradías cayendo su nombre en el olvido, pero sin ellos, que fueron la fuerza motriz de sus corporaciones, no hubiera existido tradición centenaria alguna. Y es de esa unión tan hispana de lo culto y lo popular, de la que nace ese sabor contrastante y atractivo que destila la pasión practicada en las calles. Lo sensorial y lo intelectual, el humanismo y la humanidad de una sede de cofradía, el día a día sencillo y complejo de cada cofradía, de cada paso.

La Junta de Semana Santa cumple 75 años. A las celebraciones programadas, que contienen grandes aciertos culturales, se ha sumado recientemente la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad. Un punto y aparte definitivo en cuanto a reconocimiento y también en cuanto a exigencia de los propios cofrades para con su ciudad y sus cofradías. Fueron justamente mencionados los nombres de los presidentes que han dirigido la Junta, y también los de algunos cofrades que con su trabajo callado hicieron posible el milagro de nuestras procesiones. Cada vez resulta más difícil no darse cuenta de lo importantes que son nuestras instituciones, tanto cívicas como cofradieras y lo que representan. Sería deseable que dejáramos definitivamente atrás ese cariz improvisatorio tan descuidado que imperaba hace años y que poco a poco ha ido disminuyendo gracias al trabajo en común.

El premio fue para todos los que formamos parte de la Semana Santa, pero lo fue para toda la ciudad. Sin el apoyo y el respaldo de los salmantinos, no sería posible. Impresiona pensar en ello tanto como cuando uno pasa una temporada fuera de la patria chica y vuelve a maravillarse ante la belleza de las piedras de las viejas rúas charras, normalmente inadvertidas para el viandante local y cotidiano.

Ojalá este punto y aparte sirva para que todos y cada uno reflexionemos acerca de lo que aportamos, de dónde vienen nuestras cofradías, dónde estamos y a dónde vamos.

Felicidades a todos los cofrades y salmantinos.


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