viernes, 17 de noviembre de 2017

¿Hacia dónde mirar? ¿Castilla o Andalucía?

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Daniel Cuesta SJ


17 de noviembre de 2017

El mes pasado tuvieron lugar dos acontecimientos de primer orden en el mundo cofrade. El 14 de octubre, en la ciudad de Sevilla, tuvo lugar la coronación canónica de Nuestra Señora de la Salud, de la popular Hermandad de San Gonzalo. Para dicho fin, la imagen fue trasladada hasta la Catedral, donde se celebró un solemne triduo que concluyó con el acto de la coronación y una  procesión extraordinaria. Unos días más tarde, el día 22 de octubre, la ciudad de Valladolid celebró el primer centenario de la coronación canónica de la que es su patrona y alcaldesa perpetua: Nuestra Señora de San Lorenzo. Y para ello realizó un gran despliegue de actos que concluyeron con una solemne procesión extraordinaria que llevó a la imagen de la Virgen por las calles de la ciudad, donde las diversas cofradías habían levantado riquísimos altares.

Como he enunciado en el anterior párrafo, ambas efemérides fueron sumamente solemnes y lo que es más importante: devotas. Sin embargo, me llamaba la atención que entre los cofrades salmantinos los dos actos no fueron seguidos con el mismo interés. Sino que, paradójicamente, la celebración más lejana a nuestra tierra, la sevillana, tuvo muchos ecos en las redes sociales y, por supuesto, en las conversaciones del mundo cofrade. Mientras que los fastos de nuestra vecina ciudad del Pisuerga, solamente fueron seguidos por un reducido número de cofrades, pasando inadvertidos para la gran mayoría.

Ante esta realidad muchos se echarán las manos a la cabeza e invocarán la esencia castellana de la Semana Santa de Salamanca, recordando que nuestras raíces están en Valladolid y Zamora y no en Sevilla. Sin embargo, ante esta afirmación cabría preguntarse ¿dónde radica esa esencia castellana o andaluza que tanto invocamos? Podríamos pensar que esta se encuentra en la tan mencionada seriedad de nuestras procesiones. Sin embargo, a poco conocimiento de la Semana Santa que se tenga, esta afirmación choca frontalmente con el rigor y formalidad de muchas hermandades andaluzas y también (no hay que negarlo) con los excesos que desde hace décadas, e incluso siglos, han rodeado la salida procesional de muchas cofradías castellanas. ¿Quizá esta esencia se encuentre en la pretendida austeridad de nuestros pasos? Podría ser, pero si se estudia la historia de nuestra Semana Santa, uno se encuentra con la sorpresa de que, durante el barroco, los pasos que procesionaban sobre tableros eran los que podríamos llamar de "misterio". Mientras que las imágenes titulares de las cofradías, lo hacían normalmente sobre ricas andas, semejantes a los retablos en los que se las rendía culto durante el año, con profusos exhornos florales y, además, las principales imágenes marianas, en Castilla, procesionaban bajo palio. ¿Se encuentra esta esencia en nuestros característicos y austeros capirotes negros, morados y blancos? Siento tener que decir que tampoco, puesto que, como muchos saben, si hubiera que buscar un secular caperuz castellano, este sería el que se conserva en localidades como Medina de Rioseco o Bercianos de Aliste, ya que el afilado capirote no es otra cosa que una influencia tomada de Andalucía en épocas relativamente frecuentes.

Llegados a este punto, quizá algunos piensen que he perdido el hilo conductor de estas líneas y estoy mezclando temas. No es así, puesto que lo que pretendo poner de relieve es que la Semana Santa es algo vivo, desarrollado a lo largo de los siglos y que, por tanto, sigue conformándose también hoy. La idea de la diferencia y del fijismo en la Semana Santa fue introducida durante su reinvención en el Romanticismo y desarrollada con la reinterpretación turística de la fiesta, después de sus crisis del siglo XX.

En este sentido, creo que lo más importante es mantener el sentido común. Es decir, a día de hoy creo que no es planteable volver a sacar los pasos de Los azotes o La caña sobre unas pequeñas parihuelas, portadas por un escasísimo número de cofrades. Pero, a su vez, también sería un absurdo proponer que estos dos pasos (o cualquiera de los que procesiona la Cofradía de la Vera Cruz), salieran a la calle a costal. Por ello creo que es vital que cada cofradía, y por supuesto las instancias que tienen el deber de coordinarlas a todas, sepan "hacia dónde mirar", para ser fieles a su historia y tradición, con suficiente mano izquierda para reinterpretarla o reinventarla para no caer en un fijismo que las lleve a su propia muerte.

Personalmente, creo que nos hacemos un flaco favor cuando en esta sociedad de la comunicación en la que vivimos damos la espalda a una u otra realidad, sea castellana o andaluza. Puesto que tenemos la posibilidad de conocer, disfrutar y vivir nuestra tradición más local, y a la vez poder enriquecernos con las de otros lugares. Por todo ello, opino que nunca debemos olvidar que somos castellanos, puesto que, sabiendo de dónde venimos, nos será mucho más fácil planear hacia dónde queremos ir. Pero tampoco conviene que nos cerremos en ello ya que, si se trata de crecer, las otras tradiciones también pueden ayudarnos a hacerlo (y nosotros podemos hacer lo propio con ellos). En definitiva, ya que sabemos que la Semana Santa está viva, ¡dejémosla vivir! Y no la convirtamos en una congelada pieza de museo, pero tampoco en una vividora que no sabe adónde va.


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