lunes, 19 de febrero de 2018

'Cristo muy llagado' (Vida 9, 1)

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Tomás Gil Rodrigo

El Cristo de los lindos ojos, pintura que encargó Santa Teresa para una ermita en el Carmelo de San José de Ávila

19 de febrero de 2018

En los escritos y meditaciones de Santa Teresa la Pasión y Muerte de Jesús es el tema dominante. Desde la contemplación de sus padecimientos, se puede entender mejor la espiritualidad de la reforma carmelitana, que está en seguir a Jesús por el camino del abajamiento hasta la cruz, despertando el deseo de corresponder a tanto amor: "Porque en pensar y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros, muévenos a compasión" (Moradas VI 7,10); "Porque, verdaderamente, es de gran humildad verse condenar sin culpa y callar, y es gran imitación del Señor que nos quitó todas las culpas" (Camino de Perfección 15, 1).

Las escenas de la flagelación y el eccehomo emocionaron tanto a Teresa que la llevaron a su conversión. Ella reconoce haber recibido gracias especiales ante estas imágenes, que nos sitúan en el momento terrible del juicio y la condena de Jesús. El Cristo de los lindos ojos es una pintura que encargó hacer Santa Teresa para una ermita dentro del Carmelo de San José de Ávila. Después de un tiempo de oración sobre la escena evangélica de la flagelación de Cristo, le dijo al artista cómo quería que fuese con todos los detalles: las ataduras de las manos, las llagas, el rostro, de grandes ojos y con lágrimas, los cabellos, y hasta el rasgón del brazo izquierdo junto al codo. Mirar a Cristo flagelado ayudaba a Teresa en momentos de dificultad, por eso llevaba en sus viajes una pequeña imagen de marfil, que actualmente está en el Carmelo de Medina del Campo.

Pequeño flagelado en marfil que Santa Teresa llevaba en sus viajes y que se conserva en Medina del Campo

No se sabe cuál fue en concreto la imagen ante la cual tuvo su conversión en 1554, lo seguro es que tuvo relación con una imagen a la que ella llama El Cristo llagado: "…vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros" (Vida 9, 1). En la Encarnación de Ávila se conserva un pequeño busto de Cristo, que acompañó a la fundadora por los caminos, se trata de un eccehomo, al que la tradición ha querido relacionar con la imagen de la conversión de Teresa, debido a las grandes heridas que tiene en su cuerpo, especialmente en su espalda, totalmente descarnada. Y la imagen del Cristo llagado, que tanto conmovió a Teresa, fue uno de los lienzos que compró ella para iniciar su fundación de Salamanca.

Lienzo del Cristo llagado que compró para iniciar su fundación de Salamanca

Teresa nunca hace mención a ningún crucifijo que se parezca a Cristo en la cruz. Pero es indudable que ella meditó ante el Crucificado, momento cumbre de la Pasión: "Mirad lo que costó a nuestro Esposo el amor que nos tuvo, que por librarnos de la muerte, la murió tan penosa como muerte de cruz" (Moradas V 3, 12); "Poned los ojos en el Crucificado y haráseos todo poco" (Moradas VII 4, 8). En sus fundaciones nos encontramos con varias imágenes del Crucificado relacionadas con ella, donde aparece su devoción a la cruz de palo, pobre y austera. Son cruces sencillas de madera, sobre las que se pintaba la imagen del Crucificado. Y sobresale aquella con la que murió en Alba de Tormes, que hoy se conserva en el Monasterio de San José de Ávila. También están los llamados Cristos de las Fundaciones, aquellos que acompañaban a Teresa por los caminos, que servían para la oración y la Eucaristía, uno de los cuales se guarda en Convento de La Santa de Ávila.

Para entrar en la escena de la muerte de Jesús en la cruz, Teresa se fija en los que dice el Evangelio que le acompañaron hasta el final: la Madre, el Discípulo Amado y la Magdalena: "para que esté a los pies de Cristo la dan licencia, que procure no quitarse de allí, esté como quien imite a la Magdalena" (Vida 22, 12). La escena de Jesús en brazos de María, la llamada "Quinta Angustia", fue importante para Teresa de Jesús, ya que fue una de las visiones más intensas que tuvo, en Sevilla en 1575, y se da la circunstancia de que tuvo que recurrir a las imágenes de la época para poderla explicar: "Estando la misma noche en maitines, el mismo Señor, por visión intelectual, tan grande que casi parecía imaginaria, se me puso en los brazos a manera como se pinta la Quinta Angustia" (Relaciones 58, 3). Puesto que Teresa nos remite a las pinturas de la "Quinta Angustia", hay dos de gran interés muy relacionadas con su vida: la tabla hispano flamenca que llevó de su casa paterna al Monasterio de San José de Ávila y la que compró en Salamanca en 1570 al ir a fundar. Esta imagen servía a Teresa para meditar dos aspectos de la Pasión: ahora en los brazos de María se pueden contemplar las cinco llagas, por primera vez, y la soledad de María con el Señor, tan necesaria para la oración: "Vuestras armas son las cinco llagas" (Fundaciones 10, 11); "A solas pensando en Él" (Fundaciones 5, 3). La imagen de Cristo en brazos de su Madre fue abundantemente tratada por los artistas de su tiempo, pero las más conmovedoras son las que realizó Luis de Morales, donde vemos a María abrazando apasionadamente a su Hijo.

Cuadro de la Quinta Angustia que Santa Teresa adquirió en 1570 al ir a fundar


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