lunes, 7 de mayo de 2018

Dar el paso

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Roberto Haro

Maiestas Domini. Del libro Beato de Gerona

07 de mayo de 2018

¡Aleluya, aleluya!

Este es el grito que, desde hace veinte siglos, decimos en momentos de Pascua los cristianos. Un grito milenario que cruza continentes y fronteras volviendo con fuerza tras su ausencia durante la Cuaresma y posterior Semana Santa.

Cantad aleluya 
en respetuosa alabanza; 
ciudadanos del cielo, 
entonad unánimemente 
un aleluya sin fin. 
Himno visigótico - s. VII 

Ya en tiempos mozárabes, como decía en mi último escrito, la aclamación del Aleluya cesaba el primer domingo de Cuaresma y no volvía hasta la Pascua, "tiempo de la resurrección de Cristo, en el cual conviene cantar alegremente el aleluya y trocar el dolor en gozo".

Un mismo concepto que ha tenido diferentes nombres según las culturas que analicemos. "Anástasis" la llamaban los griegos; por el contrario, "Resurrectio" era el nombre dado por los romanos. Si ya tienen dos nombres diferentes según la cultura, en la Pascua se enfrentan dos conceptos antagónicos también según las diferentes tradiciones religiosas;

- Para los judíos, la Pascua es el inicio del proceso de liberación del pueblo de Israel, celebrada con los fastos de la comida del cordero pascual y el pan ácimo.

- Para el cristianismo se celebra la resurrección de Cristo, un cordero inmolado que es alimento de los cristianos para comenzar a caminar en una nueva vida. Es la resurrección de la Humanidad.

Mirando profundamente en ambas interpretaciones llegan en esencia al mismo significado. La Pascua de Resurrección es la síntesis de ambas religiones con la inmolación y el camino de vida nueva. En la Resurrección cobran pleno sentido los tres días del Triduo Pascual y completa la identidad del ser humano: la propuesta de tomar cada uno su cruz y aceptar su condición de resignarse al sufrimiento hasta el final de sus días.

Si la Pascua de Navidad es el paso de un Dios que se hace presente desde la Palabra, en la Pascua de Resurrección se nos hace presente un Dios resucitado y vuelto a la vida nuevamente desde el sufrimiento y el escarnio a través de la muerte.

Y según lo concibamos, hay diferentes modos de vivir la Pascua:

- Pasar de Pascua. Aquellos a los que no les interesa nada todo este camino.

- Ver pasar la Pascua, refiriéndome a los que ven pasar las procesiones, aquellos que disfrutan con los cirios encendidos, el perfume del incienso e incluso llegan a conmoverse de tanta cruz y tanto "sufrimiento" en procesiones y jolgorio con el corazón compungido.

- Celebrar la Pascua. Aquellos que tratan de abrirse al acontecimiento pascual, celebrando en definitiva el paso a incorporarse al sentido de ese cambio.

Y es que Pascua es, siempre, dar el paso. Es momento en el que cada uno de nosotros debemos examinar nuestras mochilas y con espíritu pascual decidir caminar firmemente hacia esa nueva vida cristiana.


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