miércoles, 26 de diciembre de 2018

Virgen de la Rosa

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Tomás Gil Rodrigo

Virgen de la Rosa. Fernando Gallego. Ca. 1470-1475. Catedral de Salamanca. Salas Capitulares

26 de diciembre de 2018

Ayer comenzábamos el tiempo de Navidad, las distintas celebraciones de esto días nos ayudarán a contemplar y vivir el misterio del Hijo de Dios, que estando en lo más alto, en la gloria del Padre, ha bajado y descendido hasta tomar nuestra carne débil y acampar entre nosotros. El 1 de enero terminará la octava de Navidad con la solemnidad de Santa María Madre de Dios. El tríptico de la Virgen de la Rosa, pintado por Fernando Gallego hacia 1475, que se encuentra en las salas capitulares de la Catedral Vieja de Salamanca, nos puede ayudar a acercarnos a lo que celebramos estos días. Espero que este artículo nos anime a ir hasta la Catedral y ponernos delante de esta obra, para valorar y contemplar su belleza.

La Virgen de la Rosa fue concebida para uno de los enterramientos del claustro, su forma encaja perfectamente en los arcos sepulcrales de medio punto que aún se conservan en las paredes interiores. Los dos santos representados en las tablas laterales, San Cristóbal y San Andrés, el primero defensor contra la muerte súbita y el segundo probablemente el santo patrón de la persona que lo encargó a Gallego, confirman el origen de su uso y disposición. Al llevar la firma de su autor, esta tabla ha sido muy valorada y ha servido también para describir la trayectoria artística del pintor salmantino. La manera de vestir de la Virgen, conforme a la moda de la época, apareciendo con el cuello cuadrado de la túnica y las mangas por las que asoma los puños de su camisa, nos ha permitido situar esta tabla en torno a 1470 y 1475.

Como en otras representaciones de Fernando Gallego, nos introduce a través del arco diafragma en el interior de una estancia con tres habitaciones, la central es ocupada por un trono gótico que llena toda la habitación, donde están sentados María y el Niño, y las laterales son visibles por dos puertas laterales; todas las habitaciones comunican al exterior por medio de ventanas abiertas al fondo. El artista se encuentra una vez más con la dificultad de lograr la sensación de profundidad, ayudado por el enlosado del suelo y las paredes. Sin embargo, su logro está en dar solemnidad a las imágenes de María y el Niño, resaltándolas por medio del paño de brocado negro y amarillo; el movimiento que transmiten los pliegues quebrados de sus vestidos es un contraste buscado por Gallego para realzar aún más la belleza de las figuras.

La clave para comprender el significado iconográfico de esta escena está en los dos personajes bíblicos, casi inapreciables, que se asoman a través de unas ventanas triangulares en la parte superior de las tablas laterales. Se trata del profeta Isaías y el rey David, ambos señalan hacia abajo con sus manos, donde están la Virgen y el Niño. Dos filacterias con inscripciones en latín aparecen enrolladas a su cuerpo, referidas a la Madre y al Hijo. Isaías en actitud contemplativa, con la mirada perdida hacia el cielo, dice: "He aquí una virgen que concebirá y dará a luz un hijo…" (Is 7, 14). Y el rey David mira pensativo hacia abajo, su texto está entresacado del libro de los salmos: "Desciende la lluvia sobre el césped" (Sal 72, 6).

Cada uno remite a un misterio que debemos descubrir en la pintura de la Virgen de la Rosa, para acabar aceptándolo desde la fe. En primer lugar, Isaías nos pone delante del misterio de la Virgen Madre. Como leemos, según dice el profeta en la filacteria, María concibe y da a luz a su hijo Jesús sin dejar de ser virgen, gracias a una promesa y un don especial de Dios para que aquella tenga a su Hijo. De esta manera en torno a María aparecen varios símbolos que proclaman su virginidad. Por ejemplo, María aparece sin cubrir su cabeza, dejando intencionadamente visible su cabello suelto, rasgo distintivo en la Edad Media de las mujeres que no se habían casado y normalmente eran vírgenes. La rosa de color blanco, que sostiene en su mano derecha, es también señal de su pureza; Jesús acepta la rosa, o sea la virginidad de su madre, extendiendo su brazo derecho hacia ella. En el asiento de la habitación lateral izquierda hay una botella de vidrio, que es más que un objeto de adorno, porque se trata de un nuevo del símbolo de la virginidad de María: la luz entra por la ventana hasta llegar a la botella, pasando a través de ella sin alterarla; esta comparación fue usada en la Iglesia desde los santos padres para explicar y defender cómo pudo suceder la virginidad de María. Finalmente a los pies del trono hay un escaño ricamente decorado con esmaltes, perlas y camafeos, contrastando con la sobriedad de las baldosas del suelo, en un camafeo aparece la figura del unicornio. Es un caballo blanco con un cuerno en la frente. Se trata del animal más puro, aunque se trate de un ser mitológico. Como sirve para mostrar la pureza de María es utilizado sin reparos en diálogo con el mundo clásico.

Sin embargo, al otro lado, el rey David manifiesta otro misterio íntimamente relacionado con el anterior, que nos centra en la persona del Niño Jesús. Como escribe en el Salmo, igual que la lluvia desciende sobre el césped, Dios desciende del cielo para hacerse hombre. Ahora pasamos a contemplar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, por eso el cuerpo de Jesús aparece desnudo, aunque vaya cubierto con una túnica, la seda transparente nos invita a mirar su carne; del mismo modo la túnica advierte que Jesús se hace en todo semejante a la humanidad menos en el pecado, por eso no se tapa como hicieron Adán y Eva después de pecar en el Paraíso. La ventana de la habitación que está del lado de Cristo se abre, sugiriendo que Dios ha entrado en la historia humana por medio de su Hijo. Tres de los dedos de la mano izquierda del Niño se unen para indicar que estamos ante una de las tres personas de la Trinidad. Se da una tensión entre María, que sujeta al Niño hacia atrás por la axila, y el brazo de Cristo saliendo de la túnica queriendo tocar la rosa. La Encarnación es solo el primer paso de la bajada de Dios para salvar a la humanidad, ya que la vida de Jesús tiene que encaminarse hacia el anuncio del Evangelio y la entrega de la Pascua, simbolizada por esa rosa que además de ser blanca, símbolo de la pureza de María, contiene espinas, símbolo de la Pasión de  Cristo, por eso María la coge con mucho cuidado. Para significar aún más la Pasión de Jesús, el collar de perlas que cuelga del cuello de María se remata con la joya en forma de cruz.

En resumen, el que contempla la tabla de la Virgen de la Rosa se acerca al misterio de la Virgen Madre y el Hijo hecho hombre. Estos dos misterios fueron expuestos sobre uno de los sepulcros del claustro de la catedral, como signo de esperanza, bajo la confianza de recibir el regalo de la salvación de Jesús, razón por la que el Hijo se hizo hombre y Dios regaló a María el don de la virginidad.


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