Detalle de la tabla de Dello Delli La Matanza de Herodes del retablo de la Catedral Vieja de Salamanca |
28 de diciembre de 2018
En un día como hoy, leyendo el Evangelio de San Mateo se nos recuerda cómo Herodes el Grande, obsesionado con el poder y por el temor a perderlo, al enterarse de que había nacido un nuevo rey ordenó que le dieran muerte inmediatamente. En ese mismo relato detalla que se reunió con los magos fingiendo un interés por el Niño y los despidió diciendo: "Vayan y se informan bien acerca de ese niño, y cuando lo encuentren, vienen y me informan, para ir yo también a adorarlo".
Una lectura reposada de dicho relato nos muestra cómo el reyezuelo quería engañar a los tres sabios, que, sin infundir sospechas por su buena fe, le servirían para descubrir el lugar del niño. Sin embargo, con el paso del tiempo descubrió su propio engaño y, lleno de ira, decretó que murieran todos los niños de esa comarca nacidos en fechas recientes.
Según la tradición cristiana, hoy se celebra el día de los Santos Inocentes, día de esos pequeños mártires sin culpa. Un día en el que la dualidad poder y miseria se conjuran en un mismo acto. No importaba la sangría realizada sobre esos niños que no hablaban y ya estaban hablando con Dios. No importaba qué habrían hecho aquellas familias para perder a sus hijos. Lo que importaba en aquella mente era durar en el trono, no ser depuesto del cargo al que se aferraba con sus ansias de poder.
La edad trae, entre otros efectos, que la memoria vaya flojeando. Sin embargo, me vienen recuerdos de situaciones leídas y comentadas hace poco que ocurrieron ya hace más de setenta años. Sí, más de seis lustros, o lo que es lo mismo, más de siete décadas para el que lo entienda mejor. Ha transcurrido un tiempo suficiente para que las cosas hubieran cambiado, evolucionado y transformado hacia un nuevo espíritu de reconciliación a lo largo de estos años. Pero como la Historia se repite a ciclos, pues volvemos a tropezar con la misma piedra, con la única diferencia notable de que ahora está exacerbada dentro del contexto social actual.
Y como entonces, resulta que hoy en día el enfermo está en un estado agonizante y catatónico, en el que no se sabe si va a pasar a mejor vida o si tras un periodo de convalecencia se recuperará con todo su esplendor cual ave fénix.
Con razón, muchos sabios ya afirmaban hace años que las cofradías (inclúyase en este término las hermandades, congregaciones o denominación que tenga sin sentirse excluidas de la acepción) han pasado de "vivencia de la piedad a vivencia de espectáculo". Además, si lo prefiere, puede añadir un prefijo, identificar el propósito de Herodes y convertir la vivencia en, simplemente, supervivencia.
Ahora que llega el invierno, solo hay que coincidir con un tal capillita, sentarse en una mesa al abrigo de un buen braseo de pueblo, café de puchero y comenzar la tertulia. En tan solo unos minutos saldrá a la luz el enorme deterioro que sufre uno de los resortes más importantes para los cristianos en la piedad popular. Un simple y pequeño análisis de conciencia y salen cual vómito múltiples factores que muestran por qué se ha llevado al enfermo al borde del abismo.
No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de la falsedad y la doblez que abunda y que se somete todo aquel que se interesa un poco en estos temas. Y no hablamos si alguien, en su afán de crecer se involucra un poco más y ofrece su tiempo y ayuda, desde la uña del pie hasta el último pelo de la cabeza. Entonces lo complicado no es vivir en ese ambiente; ¡lo complicado es salir vivo! Las falsas verdades, el ocultamiento, las envidias, el afán de protagonismo y las ansias de poder son el pan nuestro de cada día.
La pérdida de la sustancia esencial en las cofradías ha tenido como elementos de fagocitosis el reduccionismo social, la mediocridad cultural y el continuo asociacionismo folklórico que padecemos donde se aglutina todo el sector ¿fanático? de capilla, en pie casi de guerra con un sinfín de sinsentidos hoy en día.
Y lo mejor de todo es que ni siquiera se preocupan por esconder sus armas, pues aprovechan cualquier medio para ver la paja en el ojo ajeno emulando a Herodes para "matar inocentes", que en su intento de hacer desaparecer de la vida cofrade a los que son incómodos para sus propósitos lo único que consiguen es que la propia cofradía se derrumbe con un soplo de aire. De la misma forma tampoco se preocupan por mantener las formas, puesto que, aunque no se vea la podredumbre el olor aún persiste.
El problema de esta situación es de concepto, ya que no interesa conocer lo que la Semana Santa –en general– y la cofradía –en particular– significan realmente, lo que implica para ella misma y la dimensión y proyección social que tiene para la Iglesia. Sí, para la Iglesia como institución, puesto que, no se confunda usted, no es una asociación civil.
El enfermo está en coma, y está a punto de perderse para siempre, haciendo bueno el refrán que afirma que para morirse solo hace falta estar vivo, ¿acaso no está muerto ya?
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