lunes, 4 de febrero de 2019

Estuve enfermo y me visitasteis

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Tomás González Blázquez

Estación de la Hermandad del Vía Crucis en el Hospital de la Santísima Trinidad | Fotografía cedida por la cofradía

04 de febrero de 2019

La presencia de Jesús, una de las más entrañables y nítidas, en el dolor de los enfermos y en su necesidad de esperanza ha sido reconocida desde siempre por las cofradías. Se han sentido llamadas a su cuidado, a través de hospitales en sus primeros siglos de historia o de proyectos de asistencia y acompañamiento en la época actual, e incluso les ha parecido oportuno acercarse a ellos en las mismas procesiones de la Semana Santa. El dolor de Cristo, manifestado en tantas imágenes sagradas, o el de María, fiel reflejo de quien está junto al que padece, ha encontrado destino junto a los centros sanitarios. Una estación al lado de un hospital, una oración compartida en la puerta de una residencia de mayores o el simple transcurrir de los pasos bajo las ventanas de los enfermos, asomados quizá desde una silla de ruedas o arrastrando un palo de gotero, invitan a contemplar la Pasión desde el contacto con la enfermedad, la ancianidad, la soledad…

Existen casos paradigmáticos, como el traslado del Cautivo malagueño en la víspera del Domingo de Ramos a su paso por el Hospital Civil o la procesión de Penitencia y Caridad en el Jueves Santo de Valladolid. En Salamanca se conserva la visita de Jesús del Vía Crucis al Hospital de la Santísima Trinidad, en cuya capilla se venera la anterior imagen del titular de la hermandad. Quizá pudiera reconsiderarse la hora en que se produce este momento, sin duda valioso, de nuestra Semana Santa, de manera que responda mejor a su deseable carácter integrador de los enfermos. De los allí ingresados o residentes y de otros que pudieran unirse, como se unen las personas con movilidad reducida más fácilmente al besapiés de Jesús Rescatado, tras su descenso anual a la nave del templo, o se sienten parte del Domingo de Ramos, gracias a la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños, los más pequeños ingresados en el Hospital Clínico: les visitan para que no les falte su palma pese a no poder lucirla ese año en las calles. Esta tradición de proximidad de nuestras cofradías con los enfermos tiene su icono en el Cristo del Amparo, con hermandad propia de corta trayectoria fundada por sanitarios y puntual regreso a las andas con motivo del 75º aniversario de la Junta de Semana Santa. También ha tenido actividad recientemente un grupo constituido por jóvenes cofrades en el ámbito parroquial, creado en torno al hermoso crucificado de la iglesia del Carmen de Arriba.

El amparo que en Jesús, en su fe puesta a prueba por el dolor, han de hallar los enfermos, precisa de testigos de esa fe y de esa esperanza, expresadas en la obra de misericordia de visitar a los enfermos. A punto de celebrar un año más la Jornada Mundial del Enfermo, cada 11 de febrero en coincidencia con la memoria de Nuestra Señora de Lourdes, ayudan las palabras del mensaje del Papa Francisco para este día: "La gratuidad humana es la levadura de la acción de los voluntarios, que son tan importantes en el sector socio-sanitario y que viven de manera elocuente la espiritualidad del Buen Samaritano. Vuestros servicios de voluntariado en las estructuras sanitarias y a domicilio, que van desde la asistencia sanitaria hasta el apoyo espiritual, son muy importantes. De ellos se benefician muchas personas enfermas, solas, ancianas, con fragilidades psíquicas y de movilidad. Os exhorto a seguir siendo un signo de la presencia de la Iglesia en el mundo secularizado. El voluntario es un amigo desinteresado con quien se puede compartir pensamientos y emociones; a través de la escucha, es capaz de crear las condiciones para que el enfermo, de objeto pasivo de cuidados, se convierta en un sujeto activo y protagonista de una relación de reciprocidad, que recupere la esperanza, y mejor dispuesto para aceptar las terapias. El voluntariado comunica valores, comportamientos y estilos de vida que tienen en su centro el fermento de la donación. Así es como se realiza también la humanización de los cuidados". ¿No sentirán esta llamada a cooperar como voluntarios en hospitales, en residencias, en los propios domicilios de los enfermos, muchos de ellos ancianos o en situaciones de soledad, bastantes cofrades salmantinos? Posiblemente no la han sentido nunca porque nadie se la ha propuesto o no la han llegado a responder porque nadie les ha dicho cómo. A buen seguro, muchos podrían ser estupendos voluntarios en este sector socio-sanitario (algunos ya lo son), y nada mejor que comenzar por esa costumbre tan propia y quizá tan perdida de visitar a nuestros hermanos cofrades enfermos y ancianos. Siempre con el respeto, la medida y la naturalidad que esto requiere.

Por último, y cuando es un clamor en la ciudad el anhelo de contar con un nuevo complejo hospitalario a la altura que Salamanca merece, después de tan largas obras, además de la conservación del viacrucis de Genaro de Nó, ya suplicada en este espacio, me atrevo a proponer la participación de las cofradías en la capilla del nuevo hospital. Sí, quizá sea un espacio multiconfesional, pero eso no debería impedir la presencia de la simbología cristiana, que tanto consuelo ofrecerá a muchos de los que allí reciban quizá una mala noticia, un diagnóstico adverso, la muerte de un ser querido… y tanta alegría inspirará a los que quieran dar gracias por la salud recobrada o por el nacimiento de un nuevo miembro de la familia. Alguna de nuestras imágenes procesionales bien podría ser de apoyo para la oración en esas horas de hospital tan largas y a menudo tan inciertas. Pienso ahora en la de Nuestra Señora de la Alegría, depositaria de la noticia de la Resurrección y gozosa portadora de la vida plena de Cristo, que abraza en su propio lecho a cada uno de nuestros enfermos.


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