miércoles, 22 de mayo de 2019

Informe

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Andrés Alén

Recreación de una procesión de la Semana Santa de Málaga con figuras de Playmobil

22 de mayo de 2019

Mientras plancho el bañador que luciré en las Seychelles, rememoro esta pasada Semana Santa salmantina, casi pletórica, y si el tiempo hubiera acompañado al Jueves Santo y a madrugadoras conmemoraciones, reitero: una pasada.

Pero me vienen entre los vapores del planchado, figuras, imágenes, pensamientos con vocación de divagaciones, que en cuanto acabe con la raya, empezaré a describir. Procuraré que ese cursi con raya en el bañador intente no mojarse.

El tema: sabido es que Salamanca, la bella, la dorada, está formada por un compendio de edificaciones de los más diversos estilos y que en cada uno de ellos se pueden encontrar verdaderas obras maestras del arte. Por ello cuesta definirla solo como románica, gótica, renacentista o plateresca, barroca, no digamos ya como romana, vetona, neoclásica, neogótica (y más neos) o modernista. Para cuando esto pasa se inventó la palabra ecléctico, del griego eklegein, dice Wiki, que significa escoger y destaca por amar la combinatoria de pensamientos y estilos. Añado que nuestras catedrales son muestra fehaciente de ello y en cada uno de sus estilos, desde el románico y gótico al churrigueresco, contienen cumbres del arte.

Divago y confirmo que todos estos estilos fueron importaciones importantes de otros lugares y naciones, bien traídas que dicen por ahí. Si me paro a pensar cuál es el más genuino estilo que nos define, propondría precisamente el churrigueresco, por la cercanía que supone una familia de Madrid, y por lo charro como sinónimo de abigarrado, que quizás por esta causa el diccionario optó por excluir a esta provincia de la consabida austeridad castellana. También porque tanta filigrana de eucarísticas uvas, fustes torcidos y estípites sentó muy mal a la racionalidad ilustrada que, a pesar del  gran éxito de exportación de tan peculiar exceso del barroco al Nuevo Mundo, acabó por asimilarlo con el mal gusto, del que solo se salvaba, y poco, la Plaza Mayor.

Así que lo añadimos a lo más lígrimo, allí junto al Estudio, el botón charro, el hornazo o el borneo de la "charrá".

Nuestra Semana Santa apunta hacia lo ecléctico, que en el caso de hacerse equidistante entre creencias religiosas o culturales lo llaman sincretismo, también del griego, con la misma raíz que idiosincrasia. Que es a la postre de lo que pretendía escribir cuando acabé de planchar.

Pues eso, que parece que estamos negociando identidades, como siempre, pero con un riesgo añadido: el de no componer a base de cúspides de la estética, sino de meras influencias sin el debido respeto y arraigo, y claro, si así sucediere, lo ecléctico pasaría e calificarse de mezcolanza, de ahí a informe, como una estadística, y algún malintencionado acabaría llamando a nuestra pletórica Semana Santa "amorfa", y eso no.

Así que con independencia de la dirección señalada (norte- sur) y del camino a seguir o a copiar, que aquí ya veis que no hemos sido mucho de inventar sino de culminar estilos medio moribundos, barroquizándolos, nos hemos de aplicar a sublimar tendencias, a formalizar nuestras propuestas artísticas o espirituales semanasanteras hasta ser digna continuidad de esta hermosa ciudad.


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