Recreación de una procesión de la Semana Santa de Málaga con figuras de Playmobil |
22 de mayo de 2019
Mientras plancho el bañador que luciré en las Seychelles, rememoro esta pasada Semana Santa salmantina, casi pletórica, y si el tiempo hubiera acompañado al Jueves Santo y a madrugadoras conmemoraciones, reitero: una pasada.
Pero me vienen entre los vapores del planchado, figuras, imágenes, pensamientos con vocación de divagaciones, que en cuanto acabe con la raya, empezaré a describir. Procuraré que ese cursi con raya en el bañador intente no mojarse.
El tema: sabido es que Salamanca, la bella, la dorada, está formada por un compendio de edificaciones de los más diversos estilos y que en cada uno de ellos se pueden encontrar verdaderas obras maestras del arte. Por ello cuesta definirla solo como románica, gótica, renacentista o plateresca, barroca, no digamos ya como romana, vetona, neoclásica, neogótica (y más neos) o modernista. Para cuando esto pasa se inventó la palabra ecléctico, del griego eklegein, dice Wiki, que significa escoger y destaca por amar la combinatoria de pensamientos y estilos. Añado que nuestras catedrales son muestra fehaciente de ello y en cada uno de sus estilos, desde el románico y gótico al churrigueresco, contienen cumbres del arte.
Divago y confirmo que todos estos estilos fueron importaciones importantes de otros lugares y naciones, bien traídas que dicen por ahí. Si me paro a pensar cuál es el más genuino estilo que nos define, propondría precisamente el churrigueresco, por la cercanía que supone una familia de Madrid, y por lo charro como sinónimo de abigarrado, que quizás por esta causa el diccionario optó por excluir a esta provincia de la consabida austeridad castellana. También porque tanta filigrana de eucarísticas uvas, fustes torcidos y estípites sentó muy mal a la racionalidad ilustrada que, a pesar del gran éxito de exportación de tan peculiar exceso del barroco al Nuevo Mundo, acabó por asimilarlo con el mal gusto, del que solo se salvaba, y poco, la Plaza Mayor.
Así que lo añadimos a lo más lígrimo, allí junto al Estudio, el botón charro, el hornazo o el borneo de la "charrá".
Nuestra Semana Santa apunta hacia lo ecléctico, que en el caso de hacerse equidistante entre creencias religiosas o culturales lo llaman sincretismo, también del griego, con la misma raíz que idiosincrasia. Que es a la postre de lo que pretendía escribir cuando acabé de planchar.
Pues eso, que parece que estamos negociando identidades, como siempre, pero con un riesgo añadido: el de no componer a base de cúspides de la estética, sino de meras influencias sin el debido respeto y arraigo, y claro, si así sucediere, lo ecléctico pasaría e calificarse de mezcolanza, de ahí a informe, como una estadística, y algún malintencionado acabaría llamando a nuestra pletórica Semana Santa "amorfa", y eso no.
Así que con independencia de la dirección señalada (norte- sur) y del camino a seguir o a copiar, que aquí ya veis que no hemos sido mucho de inventar sino de culminar estilos medio moribundos, barroquizándolos, nos hemos de aplicar a sublimar tendencias, a formalizar nuestras propuestas artísticas o espirituales semanasanteras hasta ser digna continuidad de esta hermosa ciudad.
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