miércoles, 19 de junio de 2019

De carteles y cartelería

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Álex J. García Montero

La procesión del Cristo de los Doctrinos accede al interior de la Catedral por la Puerta de Ramos | Foto: M. López Martín

19 de junio de 2019

Estamos en plena ebullición taurina. Y hasta una capea de pueblo se anuncia con todos los honores de obras pictóricas de las plazas más importantes del ruedo ibérico. Si atisbamos los carteles de las ferias españolas, trascurrido el serial isidril, podremos observar que en general, el protagonista de los carteles es el toro. Pero no un toro cualquiera, sino el toro soñado. Aún recuerdo esas viejas acuarelas de trincherazos y pases de pecho ayudados por todo lo alto, en las que se clonaba una y mil veces a Manolete. Pues bien, de un tiempo a esta parte, surgieron los carteles "kitsch". Digo "kitsch" porque no sé muy bien cómo definirlos. Son eclécticas obras de geometría donde es imposible encontrar un toro como superviviente del uro salvaje. Ya sabemos que la fiesta, denostada, debía esconderse de sí misma. Pasamos de auténticas obras de arte a ficciones debidamente elaboradas para terminar en carteles que bien podían anunciar la celebración de toros o un concurso gastronómico donde maridan al alimón el embuste y la mentira.

Algo así ha pasado con la cartelería cofrade. Hagamos un somero repaso. Hemos pasado de ensalzar a las imágenes titulares en blanco y negro a mostrar instantáneas de procesiones, para terminar con carteles ficticios que, salvo por aquel pequeño detalle tipográfico de "Semana Santa", son altamente lesivos.

La Semana Santa es en y para la calle, luego sobran las imágenes de los templos, recodos y muros. La Semana Santa es una realidad de devociones, entonces sean desahuciadas las gráficas de atavíos y trastos sin sentido (un llamador, un incensario, un farol, un zapato…). La Semana Santa es la Pasión y Muerte del Señor (a veces Resurrección, igual que en los toros, indulto), por ello desterremos lo fiestero. En la luna llena hay patíbulo; la romería vendrá con la menguante. Pañuelo rojo, banderillas negras sean dadas, ante cualquier atisbo de retoque, de chanza, de burla, de mentira, de engaño.

La Semana Santa y el toreo son teatro de cadalso en albero y piedra. Esconder eso es negar nuestra verdad. La verdad antes que la paz, en palabras de nuestro genial vasco salmantino. Siempre que sintamos verdad, pañuelo blanco agitar.

Un cartel no agota una procesión, pero la puede ahogar. El toro soñado de los carteles de antaño, de amplia arboladura, nobleza y bravura, devino en mansazo afeitado de festival cantado. Está pasando lo mismo con nuestra semana mayor. Deberemos elegir entre el pañuelo verde y el amarillo. Entre lo cómico y lo trágico. Porque toro y Calvario son tragedia y sangre revestidas de alamares. ¡Atémonos los machos! Pues tiempo tendremos para tentaderos fotográficos.


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