lunes, 17 de junio de 2019

Aquella ultima reflexión sobre la bocina

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Paco Gómez

Jesús Resucitado, a hombros de los cofrades de la Vera Cruz, en la mañana del Domingo de Pascua | Foto: Pablo de la Peña

17 de junio de 2019

"We´ll always have Paris"
(Casablanca)

Dice el genial cantautor Lichis en una de sus irreverentes canciones que "es la falta de amor la que llena los bares", metáfora de una sociedad posmoderna de carencias y búsquedas. El caso es que, por este u otros motivos, los bares se llenan y otras instituciones se vacían.

Como siempre es atrevido identificar una sola causa para fenómenos ciertamente complejos, lo más prudente suele ser quedarse en la mera descripción. Esa que dice que, a punto de celebrar el Corpus y cuando los ecos de los tambores y cornetas ya se van apagando irremisiblemente, la Semana Santa y todo su mundo empieza a quedar, otra vez, demasiado lejos. ¿Tiempo de buscar la salida y hasta el año que viene?

Aunque no he tenido hasta ahora ocasión de ponerlo por escrito, si tuviera que quedarme con algo de la pasada Semana Santa, vivida como viene siendo habitual en los últimos años más en el plató que en la calle, sería sin duda con una frase que llegó en los últimos instantes de nuestra programación especial. Sobre la bocina.

Estábamos ya despidiendo el cortejo del Resucitado camino del corazón jolgorioso de la ciudad en una mañana de primavera sin complejos, cuando como siempre hace, aunque los telespectadores no lo vean, uno de mis comentaristas de cabecera, el bueno de Fructuoso Mangas, levantó el dedo –el más mayor y a la vez el más disciplinado escolar de mi cuadrilla televisiva– para pedirme la palabra.

Recuerdo que se aclaró un poco la voz y justificando el cambio de tema de aquello en lo que anduviéramos –por si acaso se nos acaba el tiempo–, nos regaló, tras llevarnos un momento junto a Ilsa y Rick a modo de introducción, una de las reflexiones más intensas de todas las horas y horas de sentir el latido cofrade de la ciudad: "Pese a todo y a todos, a mí siempre me quedará la Pascua".

Una verdad que nunca conviene perder de vista. Porque es la Pascua lo que nos quedará siempre, a don Fructuoso y a todos. Aunque se nos tuerzan los caminos, aunque la vida nos zarandee como maderas en un mar caprichoso. Aunque arda París, o su catedral milenaria. Aunque no haya capuchón, incienso ni ningún peso que llevar sobre el castigado hombro.

Siempre nos quedará la Pascua y no es una manera de hablar. Si no fuera así, ya me dirán. A qué perdona a tu pueblo, señor; marchas en silencio; antorchas y trompetas. A qué conmoverse con dolor y expiraciones sin pensar lo que ocurrió tres días después.

Nunca conviene olvidarlo para llenar cualquier bar allí donde nos llamen. Y la implicación cada vez más decidida de la coordinadora de cofradías en celebraciones como la del Corpus de estos días es una muy buena noticia en este sentido. Tenemos la Pascua y eso es mucho como para solo celebrarlo de año en año.


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