lunes, 3 de junio de 2019

Latidos cofrades del Corazón de Jesús

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Tomás González Blázquez

La aparición de Jesús resucitado a santo Tomás, de Hernández Navarro en 1984 para la Cofradía del Rollo de Jumilla

03 de junio de 2019

El pasado 30 de mayo se han cumplido cien años de la consagración de España al Corazón de Jesús, hecho histórico que, con la conveniente adaptación al momento social y religioso que hoy vivimos, será recordado y renovado en este mes de junio por la Iglesia española, respaldando la brillante iniciativa de la diócesis de Getafe. No existía en 1919 pero es ahora la anfitriona, porque en su territorio custodia con gran celo apostólico el monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Concretamente en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península y uno de sus referentes espirituales.

Del Corazón de Jesús como devoción tradicional de los cristianos puede decirse que, pese a todo, es todavía un gran desconocido. Que ha sido entronizado con sentido espiritual pero también impuesto y manipulado políticamente. Que ha sido respetado y querido pero también fusilado por odio a la fe (¡y a la razón!). Que ha sido bien presentado en toda su riqueza teológica y pastoral pero también endulzado, desviado y despreciado. Traigo aquí, sencillamente, tres de sus latidos que me parece escuchar, sin necesidad siquiera de fonendoscopio, en nuestros pasos de Semana Santa. Son latidos rítmicos y potentes de un Dios con corazón de hombre.

Latido del Hosanna. Que aclamen como rey al que se muestra como "manso y humilde de corazón" (Mateo 11, 29) ha de acelerarle necesariamente el pulso, consciente de que esta victoria efímera es la antesala de un triunfo a precio de muerte. El Jesús de la Entrada en Jerusalén siempre me ha parecido un Cristo Rey al que la corona de espinas ya le aflige el corazón. No es todavía la hora del poder y de la gloria. El cáliz aún está lleno. La multitud guarda el "Crucifícale" para después. Por eso me encaja ese estandarte de Domingo de Ramos que refleja a Jesús como Sagrado Corazón acogiendo a los niños, recibiendo de ellos la aclamación más sincera que no reserva rencores porque conservan pura la inocencia de su corazón.

Latido del Gólgota. "Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito" (Zacarías 12, 10). Se cumplió la profecía en la Ciudad Santa. Mirando al que traspasaron contemplaron el rostro de Dios, manifestado a borbotones en el costado abierto de su Hijo. Muerto ya, la última herida la provoca una lanza, la del paso de Longinos, como si tuviera que abrirse aún más su corazón entregado, de par en par para mejor amarnos. Todos nuestros cristos muertos, en la cruz o yacentes, recogidos acaso por la Madre, son el Corazón de Jesús, que convierte y da pie a confesiones de fe: "Verdaderamente este hombre era justo" (Lucas 23, 47). Es un Corazón que, en la hora de la muerte, da vida en el agua del bautismo y en la sangre de la Eucaristía.

Latido del Cenáculo. Porque es posible reconocerlo como "Señor mío y Dios mío" después de haber dudado del testimonio de los otros: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré" (Juan 20, 25). Entonces el Resucitado vuelve para Tomás, como vuelve para cada uno de nosotros, en exclusiva, como si fueras tú esa única oveja perdida que le agita su corazón de Pastor bueno. Siento que es el Sagrado Corazón el Jesús que se aparece a Tomás en pasos procesionales como el tallado por Hernández Navarro para Murcia, pasos de gozo y de primavera, pasos en los que late su humildad y su mansedumbre ya resucitada para siempre en la mañana de Pascua.

Y un cuarto, el latido de María. Porque es un eco nítido y necesario el latido de la Mujer Fiel. Como a la Cruz de Jesús le siguen los Dolores de María por septiembre, al Sagrado Corazón del Hijo le sucede en la liturgia el Inmaculado Corazón de la Madre, su compañera, su ejemplar discípula. Sin duda, una fecha más que aprovechable por nuestras cofradías para dedicarla a alguna de las imágenes de la Virgen, porque en su Corazón traspasado podemos apreciar que aquellas heridas, las sufridas por el Corazón de Jesús, grabadas en la amorosa e infinita memoria del suyo, nos han curado (cf. Isaías 53, 5).


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